Atención: lo que estamos a punto de compartir es una historia sobre situaciones terroríficas sucedidas en nuestro país. En una época y un lugar no esperados apareció un monstruo hacedor de terror. Cuando la democracia recién se asentaba, se abría paso la figura de un joven que, en los confines de Colonia, escribía su primer guion de cine, titulado Posesión. Ricardo Islas, el adolescente en cuestión, tenía 13 años. Tres años más tarde, el guion se volvió película y la transmitió Canal 3 de Colonia.
Como es de esperarse de una criatura que creció mirando en la tele la época dorada de las películas de culto del terror, mantuvo durante una década a Colonia amenazada por desfiles de criaturas y energías malignas, aparecidas para atormentar, poseer y comer al habitante desprevenido. Fueron ocho las películas dirigidas y escritas por él en Uruguay hasta que migró hacia Chicago.
Almohadón de plumas (1988) | Desde que ese almohadón con la estrella de David dibujada llega a la casa, lo pésimo sucede. Es la primera adaptación de “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga al cine, esa historia de una mujer a la que algo le va quitando la vida mientras nadie puede encontrar la causa. Es una película hecha por intuición, por una cabeza que retiene la estructura de lo que le gusta y la repite sobre lo que lo rodea. Este es el premio de cualquier espectador que lo maneje: sentirse cerca de un código de otro mundo, hecho con las herramientas que tenemos a mano. También merecemos que alguien pueda darles vida a nuestros monstruos. Islas le da forma y movimiento al bicho del almohadón de plumas que tantas veces hemos imaginado con horror. Lo transforma en un robot de batalla, con patas de araña y una consistencia extraña. Un bicho que no es producto de ninguna metáfora, sólo es un ente que quiere matar.
Plenilunio (1993) | En Colonia un lobo jadea y jadea acechando a los habitantes del pueblo. Nunca sabemos cuándo se va a dignar aparecer, pero sabemos que está ahí; somos sus ojos y, en otros momentos, los espectadores de sus salvajes crímenes en la ciudad de Colonia. Mientras transcurría la posproducción de su película La trampa (1992), financiada por Canal 12, con cero presupuesto y una cámara Hsvd, Ricardo Islas se fue a filmar Plenilunio.
De Colonia a Chicago
Es claro que a Islas le gustaba revolcarse en el lugar donde todo comenzó. Sus diseños de producción dieron origen a piezas de género, sí, pero únicas e inigualables. Artesanías de obras clásicas de terror, una apuesta de afecto por el cine de clase B que rinde tributo al cine de terror. En las películas de Islas el género es lo esperable; lo que no es esperable es que los colonienses puedan ser poseídos por una luna roja, que un hombre lobo aceche durante tu clase de canto en el liceo o que una persona muera atravesada por la bombilla de un mate.
Sus películas fueron una especie de carbónico de películas de género extranjeras, impreso sobre el paisaje de Colonia. Representan nuestro disfrute secreto de que la catástrofe pueda aparecer al recorrer nuestras calles.
En su canal de Youtube NewalphaStudios se pueden ver muchas de estas películas. Hay más de la era uruguaya, como Las cenizas de Crowley (1990), que es la secuela de su anterior película sobre vampiros Crowley (1987). También está Rumbo a la oscuridad (1992), sobre ovnis en Colonia, y hay mucho sobre su trabajo en Chicago, películas, y series para los más aficionados al cine clase B.
Además, en este canal se encuentra el archivo de la última entrevista que le hicieron a Ricardo Islas por televisión antes de su partida a Chicago. Se llama El ojo (1995).