La pandemia encontró a los late night shows de la televisión estadounidenses adaptándose a la estética de los videos virales y todavía no plenamente recuperados luego de la bofetada popular recibida a manos de Donald Trump y sus votantes, pero relativamente cómodos y apoltronados en la gran tradición familiar de entretenimiento pasajero al fin de cada jornada laboral.

En la elección presidencial de 2016, referentes del género como Stephen Colbert (The Late Show), Jimmy Kimmel (Jimmy Kimmel Live) y Seth Meyers (Late Night with Seth Meyers) bombardearon al magnate pelirrojo con las mejores líneas de sus guionistas, pero sus afiladas bromas fueron como la picadura de un mosquito en la ajada piel de un elefante. En otra vieja tradición yanqui, la derrota los dejó en ridículo y su imagen de figuras rebeldes de la contracultura se terminó de caer casi por completo, dejando entrever su condición de multimillonarios un poco anticuados, demasiado lujosos para el paladar reinante de una nueva década.

Los tiempos dorados del más célebre de los formatos televisivos jamás regresarían. Internet, Trump, la nueva sensibilidad de John Stewart y sus crías diseminadas en todo el cable, los late night paródicos como The Eric Andre Show, las estrellas instantáneas hechas junto a una pila de ropa desordenada y sin un centavo de producción, consumos de menos de un minuto, memes, redes, Billie Eilish, Netflix, Apple TV, miles de podcasts, Trump, el movimiento #metoo y la muerte de la incorrección política. Había que adaptarse a todo eso o volver a las raíces, a lo básico, pero este género nunca se hizo con humildad, y mucho menos con precariedad; más bien todo lo contrario.

La fórmula ganadora

Hasta en los primeros años de su Late Night de la cadena NBC, desde su pequeño escritorio de estética rústica, David Letterman prometió y recibió a estrellas ascendentes como Bill Murray, consagrados como Hunter Thompson o populares como el excéntrico Andy Kaufman, de la serie Taxi. La máxima figura, y referente absoluto, fue Johnny Carson, que llevó la conducción de The Tonight Show durante 30 años. Con apuestas más o menos disruptivas, el manual siempre indicó un paquete que incluía un conductor con cierto encanto (a veces acompañado por un compinche o sidekick) y muchas ganas de trabajar de esto hasta el resto de sus días, un escritorio, un sillón donde sentar figuras populares de la cultura estadounidense, una banda musical acompañante, una banda musical –o una figura cómica– invitada, un grupo de escritores de chistes de actualidad, una teleplatea con buenos reidores, y nada más.

Jimmy Fallon.

Jimmy Fallon.

Desde hace por lo menos 20 años, críticos y audiencia coinciden en lo vetusto del formato, pero en los últimos diez, si bien el encendido de televisores se mantiene en un número rentable y las cuentas se cierran con algo del consumo y la retroalimentación de los contenidos en las redes sociales, cada vez resulta más difícil recuperar la magia perdida, y ni hablar de conseguir nuevos fieles.

A las puertas de los nuevos años 20, los ejecutivos y productores de las grandes cadenas de televisión siguen probando reinvenciones de sus programas nocturnos, aunque se muestran reacios a abandonar por completo la fórmula original.

Colbert se mantiene clásico, sigue alimentando su resortera contra el presidente a diario, y la audiencia lo acompaña. El tibio Jimmy Fallon (The Tonight Show) sumó minutos a sus juegos tontos con famosos, y le sacó jugo a su talento para las parodias musicales. Desde 2015, el joven y ascendente James Corden (The Late Late Show) gana viralidad y televidentes de todas las edades con su segmento Carpool Karaoke (viajes en auto junto a estrellas de la música que interpretan sus propios hits radiales). Como antes lo hicieron Corden y George López, desde 2019 Conan O’Brien (Conan) hace sus entrevistas desde un sillón igual al de su entrevistado, se deshizo de su escritorio, y ahora también tiene un podcast.

Buena parte de estos ajustes más o menos funcionaron para seguir al aire y con avisadores, vuelta a la normalidad, tradición familiar, pero entonces llegaron la pandemia y la cuarentena. “Las noticias han sido puro caos desde que el coronavirus nos pasó por encima, y los late night no han sido la excepción”, contaba la revista Vulture, en una nota del 8 de abril. “Para el 11 de marzo los canales de televisión habían anunciado que grabarían nuevos episodios de sus shows sin audiencia en vivo, pero rápidamente esos planes se fueron a la basura y fueron reemplazados con decisiones de suspender las producciones de los programas por completo”.

Lily Singh.

Lily Singh.

En vez de eso, y al principio, los conductores volvieron a mostrar sus rostros en Youtube, en la pantalla de la computadora, como cualquiera de nosotros, partiendo el rectángulo en dos o en cuatro, con invitados igualmente deprimentes pero famosos, y entonces, o tal vez por primera vez, tuvieron que recurrir a lo básico: algo de improvisación, capacidad actoral, chistes sobre el encierro, y rapidez para buscar contactos en Whatsapp.

Conan el bárbaro

La ocasión se presentó ideal para Fallon y su banda acompañante, The Roots. Como tantas veces, y con la ayuda de la aplicación Zoom, la de su audiencia y la del propio autor de la canción, al ritmo de instrumentos caseros e improvisados, anotó un buen gol interpretando el clásico de Billy Idol “Dancing with Myself”.

Jimmy Kimmel, convertido en hombre de familia, le pidió al actor Tom Holland, conectado desde la cocina de su casa en Londres, que fuera a buscar su disfraz de Hombre Araña para darles una sorpresa a sus pequeños hijos, y así regaló un gran momento televisivo, sólo posible en uno tan inusual como el actual.

Seth Myers.

Seth Myers.

Pero si hubo alguien que supo moverse con elegancia en un espacio tan reducido y turbio como el de los días de pandemia, ese fue Conan O’Brien. Luego de su conflictiva salida de The Tonight Show en 2009, no tuvo problemas en confesar su depresión. Regresó al aire poco tiempo después, en la señal de cable TBS, con su show Conan, y no le fue mal: supo conectarse con las audiencias más jóvenes, y encontró su lugar de redención. Siempre respetado y admirado por sus colegas, tal vez es en esta especial ocasión cuando podemos disfrutarlo, nuevamente, haciendo gala de su genial talento, el de sus días en Late Night with Conan O’Brien en NBC. O quizás todavía mejor, más auténticamente genuino, con su jopo sin peinar, sin maquillaje, improvisando bromas sobre sí mismo y su patetismo, solo y disfrazado en su jardín, dando un discurso para una generación de estudiantes de Harvard. Es tal vez lo más gracioso que se puede encontrar entre las ocurrencias que tuvieron en la cuarentena estos hombres de buen pasar, o sus monos fumadores.

Nuevo round

Y entonces, un policía blanco decide asesinar al afroamericano George Floyd. Rápidamente las protestas se propagan a lo largo de Estados Unidos, y el presidente Trump se comporta de un modo incomprensible e inconveniente. “La Policía militar abrió fuego sobre manifestantes pacíficos con balas de goma, granadas de destello y gases lacrimógenos. Es un horrible abuso de la presidencia y de los militares, y, por cierto, el gas lacrimógeno es completamente innecesario. Cuando la gente ve a Trump caminando por la calle, naturalmente llora y vomita”. El chiste de Stephen Colbert es muy bueno, aunque no haya risas grabadas ni en vivo para aumentar su potencia.

Varios conductores de late night ya se habían unido para recaudar fondos para la lucha contra la covid-19, y ahora, naturalmente, ante la emergencia y conmovidos por la tragedia, se vuelven corresponsales de guerra anti Trump, con un discurso pacífico pero combativo y comprometido. Sus contenidos también se parecen bastante. Echando mano a la fórmula de los mejores días de The Daily Show, con Jon Stewart, intercalan las noticias y las imágenes de las manifestaciones con remates y chistes, en el momento menos gracioso del país del norte, pero, al parecer, uno de los mejores de sus guionistas de humor.

Para Colbert es su gimnasia habitual. Claramente se destaca sobre el resto por varias cabezas. Por su parte, Seth Meyers aprovecha una buena oportunidad para demostrar lo mejor que sabe hacer, desde sus días de Weekend Update en Saturday Night Live, mientras que Conan O’Brien aparece como el mejor y más profundo en las reflexiones históricas y de proyección a largo plazo.

Stephen Colbert.

Stephen Colbert.

Por fin, descubrimos a un Jimmy Fallon diferente. Obligado o no por las circunstancias, luego de encontrarse metido en una polémica por un sketch en Saturday Night Live (del año 2000) en el que imitaba a su colega Chris Rock con su rostro pintado de negro, y conmovido por la muerte de Floyd, el 26 de mayo publicó en su cuenta de Twitter: “Tomé una decisión terrible... No hay excusas para esto. Lo lamento mucho, fue una decisión incuestionablemente ofensiva, y agradezco mucho a quienes me hicieron responsable”, dijo sobre aquel episodio, y luego desde su programa agregó: “El silencio es el mayor crimen de los hombres blancos como yo, y es lo que venimos haciendo. Tenemos que decir algo. Claramente no soy un experto, soy un conductor de late night, y me equivoqué”.

Novedades al margen

En setiembre de 2019 la poderosa cadena NBC, casi de madrugada, le prestó su viejo escritorio a la comediante y youtuber canadiense Lilly Singh, declarada bisexual, y de orígenes indios y asiáticos. Desde 2016 Samantha Bee, una de las mejores corresponsales de The Daily Show, conduce con éxito Full Frontal with Samantha Bee, que es emitido por la señal de cable TBS, y su diario de pandemia tiene grandes momentos.

El mejor de los nuevos es un viejo conocido. Desde julio de 2019, Comedy Central presenta Lights Out with David Spade, uno de los mejores y más malvados humoristas de todos los tiempos, acompañado de grandes invitados.