Podemos ubicar su comienzo en un cuento de Richard Connell escrito en 1924 y llamado “El juego más peligroso” (traducido también como “Los sabuesos de Zaroff”), ya que la lógica del relato se mantuvo a lo largo de casi un siglo y se ha ido conformando firmemente como una de las premisas más transitadas de la ficción: el juego más peligroso del mundo no es otro que la cacería del hombre por el hombre.
El cine no demoró nada en apropiárselo y así, ya desde la magnífica adaptación de 1932 –con un inolvidable Leslie Banks como Zaroff, el cazador– a cargo de nada menos que los directores de King Kong, Ernest B Schoedsack y Merian C Cooper, y filmada en el mismo set que ofició de Isla Calavera para el primate gigante, pasó por todo tipo de versiones o adaptaciones. Desde Hard Target, de John Woo y protagonizada por Jean-Claude Van Damme o su parodia con John Leguizamo, The Pest, hasta inspirar a la misma Depredador, de John McTiernan, e incluso la estupenda The Hunt, de este mismo año, por nombrar unas pocas, han mantenido totalmente vigente el concepto y tal vez conformado un subgénero en sí mismo.
Nobles antecedentes encuentra entonces Get Duked! (conocida hasta su estreno como Boyz in the Woods), aunque esta nueva versión se toma todo bastante para la chacota y logra una comedia muy festiva y disfrutable.
Si te portás mal, te mandamos a Escocia
Como Wilderness (2006), aquella salvajada de horror también británica, un grupo de adolescentes inadaptados son enviados a un programa educativo en clave de castigo por su comportamiento. Pero aquí, para fortuna de nuestros protagonistas, todo el voltaje está en mínimos, tanto por la violencia que van a encontrar (que no es poca, pero sí bastante graciosa) como por los propios adolescentes a reformar.
Nuestro cuarteto protagonista está integrado por Dean (Rian Gordon), Duncan (Lewis Dribben), DJ Beatroot (Viraj Guneja) e Ian (Samuel Bottomley). Los tres primeros son unos descastados de Londres con bastantes pocas luces y el cuarto, un muchacho sin amigos que se une al viaje por voluntad propia.
El viaje en cuestión es una competencia de supervivencia y campamento en las tierras altas escocesas, donde los jóvenes son dejados a su aire para probar sus capacidades en el campo, algo que para los londinenses se volverá imposible en el instante en que sus celulares se quedan sin señal. Ian resulta ser el más capacitado y el único interesado en conseguir el premio, que entrega de mano propia el mismísimo duque de Edimburgo.
En poco tiempo, los verdaderos problemas surgen: el viaje de campamento es aprovechado por una pareja de psicópatas –que se autodenominan, justamente, El Duque y La Duquesa– para perseguir y cazar a los jóvenes. Así, los muchachos deberán correr por su vida mientras que, como en las mejores comedias familiares, tienen que aprender a colaborar entre ellos para sobrevivir.
Si bien la película –dirigida por el debutante Ninian Doff, que también se encarga del guion– apela a lugares muy reconocibles del género terror, es antes que nada una comedia violenta, escatológica y muy ingeniosa, que construye a los cuatro protagonistas (logra hacerlos muy queribles) y los pone a interactuar con el entorno, con sus perseguidores (unos muy inspirados Eddie Izzard y Georgie Glen) y con los distintos habitantes de esa lejana Escocia (unos ridículos policías, a cargo de Kate Dickie y Kevin Guthrie, el profesor que lleva a los muchachos, Jonathan Aris, y, destacando en un gran rol cómico, el veterano James Cosmo, como un muy particular granjero).
Si bien no tiene piedad ninguna con los locales, los londinenses tampoco son presentados con bondad, por lo que podemos concluir que tenemos una historia protagonizada mayoritariamente por idiotas, aunque son casi todos idiotas muy simpáticos.
Get Duked! se alinea a un tipo de humor muy cercano al realizado por Edgar Wright –y que suele ser protagonizado por Simon Pegg y Nick Frost– y a aventuras de género de corte adolescente, como la estupenda Attack the Block. Sin embargo, aporta un gran componente de humor visual que la hermana con grandes referentes de películas de drogones, como Trainspotting.
Mientras se mantiene siendo una comedia de horror todo funciona perfecto (apenas una reflexión a la que sólo le falta agregar un “ok boomer” en boca de uno de sus protagonistas se siente torpe y bastante fuera de lugar) y logra anotarse a la altura de los mencionados referentes.
Dada la cantidad de referentes, entonces, y su proveniencia, podemos concluir que es un aporte más y muy digno a un tipo de comedia o humor británico que se viene conformando con fuerza a lo largo de este siglo. No rompe ningún molde, pero lo completa perfectamente.