El frustrado estudiante de derecho Maurice Leblanc se instaló en París en 1905, convencido de que su futuro estaría en la construcción de una obra de ficción antes que en la aplicación de las leyes. Autor de algunas piezas sueltas para periódicos, en julio de ese mismo año recibía el encargo de responder al fenómeno Sherlock Holmes, que, en la eterna rival de Francia (Inglaterra, o la pérfida Albión), había creado Sir Arthur Conan Doyle, con gran éxito, hacía algunos años. Poco podían imaginar tanto Leblanc como sus editores que aquel elegante ladrón de galera y monóculo causaría semejante revuelo, constituido por derecho propio en un suceso tan grande como el que pretendía desafiar. Había nacido Arsène Lupin, que de la mano de Leblanc protagonizaría un total de 24 historias –entre novelas, nouvelles y cuentos–, o 25, si contamos La tumba secreta, en donde no aparece, pero es el origen del misterio a resolver.

Uno de esos personajes que se instalan de inmediato en la cultura popular, Arsène Lupin era un ladrón de guante blanco, uno de esos seres grises que se mueven por fuera de la ey pero que, habitualmente, se enfrentan a villanos mucho peores que él; una suerte de antihéroe bienhechor que utiliza herramientas como el ingenio, un par de manos rápidas (para vaciar bolsillos o dar unos buenos golpes) y una capacidad a toda prueba de adelantarse a los acontecimientos.

Ya en vida de Leblanc (que falleció en 1941, a los 76 años de edad) el personaje había alcanzado otros medios. Su propio creador adaptó o creó material original para cinco obras de teatro, y fue uno de los personajes literarios que más temprano vieron la luz en cine –en The Gentleman Burglar, 1908–, dando inicio a una serie de adaptaciones que se continuarían a lo largo de todo el siglo XX, hasta llegar a adaptaciones recientes como la correcta Arsène Lupin (2006, con Romain Duris como Lupin) o Lupin no Kiganjo, de 2011 y japonesa (el personaje es particularmente popular en Japón, tanto en su versión original como en la exitosa adaptación a manga y anime, Lupin III, del artista Monkey Punch, en la que un nieto de Lupin protagoniza los relatos y al que hasta Hazao Miyazaki le dedicó una película).

En el medio que hoy nos ocupa, la pantalla chica, comenzó sus andanzas en 1971 y prácticamente ha dicho presente de manera continuada hasta nuestros días, con más de diez adaptaciones sostenidas a lo largo del tiempo. Teatro, videojuegos e historietas, Arsène Lupin lleva más de un siglo en nuestro consciente colectivo y es, evidentemente, una propiedad intelectual tan rentable como reconocible. No es de extrañar, entonces, su irrupción en el servicio de streaming más popular de nuestro presente. Pero esta vez lo hace de una manera, cuando menos, original.

¡Este no es Lupin! Pues no, no lo es

Esta moderna versión de las aventuras del personaje –que, por cierto, adapta libremente un libro por episodio, o al menos se inspira en él– nos trae a la París del siglo XXI. Pero nuestro protagonista no es Lupin, sino Assane Diop (estupendo, Omar Sy), el hijo de un inmigrante senegalés que 25 años atrás fue acusado de robar un valiosísimo collar de diamantes, resultó preso y se suicidó en su celda poco después. El último regalo que este hombre deja a su hijo de 14 años es una novela de Maurice Leblanc –El caballero ladrón, la primera de la saga–, y a lo largo de todo el tiempo transcurrido hasta el presente Assane va moldeando su personalidad, sus recursos y sus habilidades con el legendario ladrón en mente. Y a la mejor usanza de Lupin, no es el afán de riquezas lo que impulsa sus actos, sino la justicia: casi que combinando influencias literarias, Assane busca, un poco como el Conde de Montecristo, venganza contra aquellos que acusaron falsamente a su padre y provocaron la tragedia.

Creada por los escritores George Kay y François Uzan, el tono queda claro desde el principio: ingeniosa, liviana (aunque a medida que avanza la trama la cosa se pone mucho más seria) y con muchos pasos de comedia. Dicho tono es propuesto tanto por la labor del director, Louis Leterrier –uno de los responsables de la saga El transportador y de esos baratos artificios de ladrones en el díptico Now You See Me–, en el que quizá sea su trabajo más contenido y efectivo, y por su protagonista, Omar Sy.

Sy, quien saltaba a la fama hace unos diez años con el éxito de la comedia dramática Intocables, aprovecha el mucho espacio que le da la serie para desarrollar a su símil de Lupin, y logra realmente sacarle el jugo a cada momento, en especial a los robos ingeniosos o a los engaños casi humorísticos (el robo inicial, en el Louvre, es, con margen, el más efectivo). Y amén de los asuntos puntuales en cada episodio, el desarrollo de la trama general –la venganza de Assane– avanza puntillosamente episodio por episodio, ganando más y más importancia, aunque cabe advertir que esta primera tanda (de cinco) termina con un enorme cliffhanger que deja a cualquiera con el corazón en la boca. No cabe tampoco preocuparse mucho: la segunda mitad de esta temporada se estrenará entre abril y mayo, por lo que no habrá que esperar demasiado.

Ante las eventuales protestas por haber adaptado en forma tan diferente a un personaje emblemático –como si no hubiera quedado claro ya que los personajes sobreviven a toda clase de interpretaciones, y si no que le pregunten a Drácula, Sherlock Holmes o al propio Lupin–, la serie de Kay y Uzan se libera rápidamente de discusiones inútiles con un simple giro narrativo y trae de regreso, a su manera y su tiempo, las apasionantes aventuras de uno de los ladrones más populares de la literatura universal.