El principal atractivo de las películas protagonizadas por Venom el sanguinario antihéroe que nació en los cómics como traje nuevo de Spider-Man y lo superó en popularidad, es que son distintas a las demás películas de supertipos. Esto no debería ofender a Ruben Fleisher, director de la primera entrega estrenada en 2018, ni a Andy Serkis, director de la secuela que acaba de llegar a las salas de cine.
Por momentos, Venom: Carnage liberado es una comedia de horror. Aunque para no restringir a los menores de edad de la taquilla estadounidense, el horror está más bien sugerido. Hay un asesino en serie que es... bueno, liberado. Pero sus escenas más terribles suceden al costadito de lo que la cámara está mostrando, para zafar de una calificación que le hubiera costado un dinerillo en la boletería.
De a ratos, la película es una buddy cop, esas en donde dos policías deben superar sus diferencias para resolver el caso, como en la popular saga de Arma Mortal. Y hay, por supuesto, instancias en donde la narrativa se solapa a decenas y decenas de historias de personajes de Marvel y DC Comics, con poderes sobrehumanos, peleas complejamente coreografiadas y la imposibilidad de terminar una historia sin plantar semillas para la siguiente.
Detrás de toda esta mescolanza parece estar Serkis, el mismo que supo darle movimientos a personajes tan disímiles como el Gollum de El Señor de los Anillos, King Kong en la versión de Peter Jackson o César en la más reciente trilogía de El Planeta de los Simios. Con el guion de Kelly Marcel, una de las coguionistas del filme anterior, el director decide... bueno, liberarse, y jugar un poco con el material que tiene enfrente.
Hace tres años, en una historia con guiños de ciencia ficción, fuimos testigos de cómo el periodista Eddie Brock (un Tom Hardy liberado) se unía a un extraño ser del espacio exterior y juntos detenían un plan que hubiera terminado con la vida en la Tierra. En medio de los créditos, en la “escena-semilla”, Brock se encontraba con el despiadado Cletus Kasady interpretado por la unión de Woody Harrelson y una de las peores pelucas en la historia del cine. Este personaje, con un mejor corte de pelo, es el antagonista de esta secuela.
Tuve tu veneno
Eddie y Venom aprendieron a vivir juntos. Es cierto que tienen una relación tóxica, desde muchos puntos de vista, pero la criatura extraterrestre tiene bastante controlado su impulso de comer cerebros humanos. Claro que sería mucho más sencillo si Eddie saliera a patrullar la ciudad de San Francisco y dejara que el simbionte se comiera a algunos malhechores.
Mientras tanto, Kasady desarrolla su propia simbiosis con el periodista y solo quiere conversar con él. Las circunstancias llevarán a que se convierta en un spin-off de Venom (guiño), con mucha más maldad y un diseño mucho más complejo para el personal de efectos especiales que trabajó en la película.
El resultado de esta unión es conocido como Carnage (matanza o carnicería) y su función aquí es la misma que en la historieta: Venom se volvió tan popular, mutando de vilano a “protector letal”, que en 1992 fue necesario crear un “Venom malo”. Un simbionte superpoderoso que le permitiera a Marvel quedarse con el pan y con la torta. Y Woody Harrelson parece perfecto para este papel.
Su actuación tiene trazas del Mickey Knox de Asesinos por naturaleza (Oliver Stone, 1994). Más cuando encuentre a su Mallory en el personaje que interpreta Naomie Harris. En la primera toma de Kasady uno no sabe si va a comerse al guardia de la prisión con frijoles y una botella de chianti o si va a empezar a cantar. Durante los bienvenidos 97 minutos se mantendrá en esa cuerda no tan floja mientras disfrutamos de cómo Harrelson se come cada escena en la que aparece.
Para disfrutar de Venom: Carnage liberado hay que liberarse un poco y aceptar que Venom sea amigo de dos gallinas llamadas Sonny y Cher o que en una escena memorable desde todo punto de vista este ser llegado de otro mundo manifieste haber “salido del closet de Eddie Brock” y se mande un discurso en medio de una discoteca.
Lo más efectivo, y los realizadores lo saben, es el ida y vuelta entre la pareja protagonista, que comparte un mismo cuerpo. Ya sea como monólogo interno o con Venom como una cabeza flotante con la voz del propio Tom Hardy, los espectadores pagan por verlos pelearse o amigarse dependiendo de la escena, y aquí habrá suficiente de ambas mecánicas para satisfacerlos.
No quiero olvidarme de la acción. Venom es una criatura que lo destruye todo a su paso, ya sean las azoteas de San Francisco o el apartamento de su humano (Venom no es muy delicado a la hora de preparar un desayuno). Además, la presencia de un segundo simbionte con poderes similares, garantiza una apasionante golpiza final... como la que tuvimos en la entrega anterior, cuando Venom peleaba contra un segundo simbionte con poderes similares. De nuevo, es lo que fuimos a ver.
La historia es bastante lineal y por momentos Brock parece el Jon Bónachon de Garfield, pero la mayoría de las decisiones de este filme resultan en entretenimiento. Y, aunque alimente la idea de una gran historia que nunca jamás se terminará, la escena en mitad de los créditos vale toda la película. Por favor no se vayan antes de la sala.
Venom: Carnage liberado. Dirigida por Andy Serkis. En salas de shopping centers de Montevideo, Costa de Oro, Colonia, Salto y Punta del Este. Además, en Grupocine Ejido y Torre de los Profesionales (Montevideo).