Hace más de 20 años, Ricardo, el Pollo, Walter y el Chiqui (y su perro) se metieron en un caserón destruido de Buenos Aires. Era una serie de ficción dirigida por el argentino Bruno Stagnaro, y se vio por primera vez a fines del 2000 en el canal de la televisión pública de la capital porteña. Su impacto fue inmediato: un grupo de veinteañeros perdidos en una ciudad gigante y decadente descubrían juntos el fuego, y compartían miedos y aventuras.

Luego Okupas, el programa del que venimos hablando, se vuelve una obra de culto, mientras sus personajes no envejecen y tampoco la ciudad-escenario, siempre a punto de explotar, o en plena crisis. Hoy, dos décadas después, todavía contagia el vértigo propuesto por Stagnaro. Sentimos los dramas humanos de sus personajes de forma muy cercana y particularmente intensa.

El tesoro dio vueltas por Youtube y cintas de video caseras escritas con marcador, hasta que en pandemia le llegó su reestreno en la plataforma de streaming Netflix, con una imagen reciclada y nueva banda de sonido. La original se hizo con el mismo espíritu con el que Ricardo encaraba la primera salida del grupo para conseguir drogas: se escapaba corriendo con un pollo al espiedo de un restaurante fino, mientras, tranquilamente sonaban The Rolling Stones.

Por temas de derechos, para este regreso fue necesaria una nueva ambientación sonora, y así entró en escena Santiago Barrionuevo, más conocido como Santiago Motorizado, líder, cantante y compositor de la banda de rock El Mató a un Policía Motorizado. Como fan de la serie (y del cine, la tevé y los cómics), tomó la responsabilidad encantado de la vida, y se metió de lleno en el proyecto. Después de todo, conocía cada capítulo hasta el detalle; había compartido historia y sensibilidad, calles caminadas y melodías.

Así, Santiago grabó música incidental, una cumbia con Vicentico y un disco nuevo de Él Mató (Unas vacaciones raras), que abre con una canción nueva (“La otra ciudad”) y sigue con reversiones de clásicos del grupo, como “Vienen bajando”, “Rey del terror”, y “Noche de los muertos”.

Hace unos días, desde su casa, Santiago prendió el video en su teléfono para charlar sobre este proyecto, un montón de cine y sus canciones preferidas.

Sé que viste Okupas más de 30 veces. Yo la vi cuando se estrenó y me encantó, pero después de ver el último capítulo pensé: “Esto no lo puedo ver nunca más”. ¿Vos cómo hiciste?

Bueno, eso es verdad. El final es muy fuerte, pero en cada repetición el final es menos fuerte porque uno ya sabe lo que viene, pero queda claro; y también lo dijo el director en una entrevista vieja de cuando salió la serie, que Okupas, en un punto, también es una comedia. Es raro asumir eso. Obviamente que tiene drama, escenas de terror, y genera una tensión con un realismo muy crudo, y por eso marcó un antes y un después en la televisión argentina, pero a la vez es comedia. Para mí, de todas las cosas potentes que tiene la serie, como los personajes, el guion y los arcos argumentales, lo más potente son los diálogos. En cada diálogo se van entrelazando las historias, no sobra nada. No hay relleno, es una obra tan redonda que se vuelve eterna. Por eso perdura en el tiempo después de 21 años. Y cada vez que la ves descubrís nuevas cosas, te encariñás con los diálogos, con las situaciones, y te las aprendés. Por eso también hay tantos memes con esos diálogos, porque tienen una potencia... Lo mismo que pasa con los de Los Simpsons, que cada uno, cada chiste, lo podés aplicar en cualquier situación de la vida. Y para responder puntualmente a la pregunta, creo que la gracia de la repetición es acercarse a algo que tiene un millón de lecturas.

Igual vos sos de ver películas muchas veces. Leí que con alguno de los episodios de Star Wars hiciste lo mismo que con Okupas.

Es verdad. Tengo ese hábito. Lo mismo me pasa con la música. Cuando me enamoro de una canción la escucho 30 veces en loop. Hay veces que voy en el auto con otra gente y me insultan, me dicen “ya está, ya la escuchamos, entendimos”. Si descubrí una canción así de casualidad, o por el algoritmo de Spotify, y estoy con gente, la escucho diez veces, y si estoy solo en mi casa, hasta que me explote la cabeza. Entiendo que con Star Wars tengo un hábito más común, que también lo tienen muchos de los seguidores de la saga, y comparado con Okupas, digamos que es un hábito más ameno.

Foto del artículo 'Santiago Motorizado: “Cuando me enamoro de una canción la escucho 30 veces en loop”'

¿Con qué canciones te ha pasado eso?

Tengo recuerdos muy claros de algunas. Por ejemplo, la primera vez que escuché “Ya nos sos igual” de 2 Minutos. Esa canción me partió la cabeza. No podía dejar de escucharla. Era el primer álbum de la banda y tengo muy presente cuándo apareció 2 Minutos en mi vida. También me pasó con “Creep” de Radiohead. La tenía una compañera de la escuela en el walkman, me la mostró y me enloquecí. En esa época no era tan fácil poner una canción de vuelta, había que rebobinar la cinta hasta el punto justo. Y ahora últimamente me pasó con “Domingo” de Niña Lobo; es una canción que escuché hasta el hartazgo y además la sumé a mi repertorio cuando toco como solista, porque me volví muy fan.

Ellas son muy buenas haciendo ese tipo de canciones que se te pegan, y vos también. ¿Cuánto hay de matemática musical y de algo medio mágico?

De matemática, así planeada no hay mucho. Lo que sí es cierto es que crecí con esta fascinación por estas canciones que tienen ese pulso, la melodía en estado cíclico, pero después, salen o no salen. No sé muy bien cómo sucede.

Cuando me enteré de que ibas a hacer la nueva banda de sonido de Okupas me pareció una conexión muy natural, por cosas que tienen en común la serie y tu banda. Algo muy particular es que tanto en Okupas como en tus canciones está un poco la necesidad de escapar, o de salir a descubrir un lugar nuevo.

Es verdad. Cuando salió Okupas por primera vez en 2000, 2001, coincide con los primeros ensayos de El Mató. No te puedo dar una conexión directa de que tal escena de la serie generó tal melodía, pero sí, evidentemente es una influencia muy importante para la banda a todo nivel: estético, conceptual, sobre todo en nuestros primeros discos que hablaban de un mundo suburbano, de cierta cosa periférica, marginal, en un punto, y por algo Bruno [Stagnaro] a la hora de elegir las canciones para la serie fue hacia esos primeros álbumes.

El actor Dante Mastropierro, negro Pablo, en La otra ciudad.

El actor Dante Mastropierro, negro Pablo, en La otra ciudad.

Unas vacaciones raras comienza con “La otra ciudad”, una canción nueva que tiene un video en el cual, de alguna forma, se cuenta una historia dentro del universo de Okupas. Su protagonista es un personaje de la serie, El Negro Pablo.

La historia nace de ese ejercicio de fantasear con historias que se desprenden de la historia original; es algo que siempre quedó dando vueltas en el imaginario. En su momento, cuando terminó la serie, se habló mucho de hacer un Okupas 2, de aprovechar ese boom. El director nunca la vio, le pareció que la historia cerraba perfectamente como estaba, lo cual está buenísimo. Seguro que ahora también le deben haber llegado nuevas ofertas de continuar, sobre todo en esta dinámica actual en la que, si una serie de Netflix resulta exitosa, obligadamente tiene que haber una segunda temporada. No lo hablé con él, pero que haya cerrado la historia ahí me gusta más todavía en esta edad dorada de las series, pero también en esta edad dorada de exprimir todo hasta que se gaste. En ese sentido, me gusta que Okupas haya tenido el éxito que tuvo y que respete lo que fue: una serie de 11 capítulos y listo. Pero bueno, el imaginario está. Y un videoclip me pareció una buena oportunidad para hacer algo ligado a la serie, fuera del formato de continuación, en el cual podíamos jugar estéticamente, conceptualmente con eso. Lo primero que hice fue contarle la idea a Bruno, él se entusiasmó enseguida, nos dio el okey, nos tiró un montón de ideas, incluso nos ayudó en la edición final; se copó mucho, y lo que más rescató fue esta idea de correr al Negro Pablo de su personaje, que ya conocíamos, y mostrar otra cara. Eso fue lo que más le entusiasmó.

En estos días se estrena The Many Saints of Newark, una película que cuenta la historia de Tony Soprano adolescente, mucho antes de los años narrados en la serie de televisión Los Soprano, pero también hay otros ejemplos. Cómo cinéfilo, ¿qué pensás de esa variante?

Tengo estas discusiones con amigos. Yo creo que las continuaciones, o las precuelas, no rompen con cierta mística de las versiones originales. Para mi Tiburón es una obra maestra eterna, y las que siguen, algunas son más o menos, otras son más divertidas y otras no tanto, pero la primera, que es la que vale ‒por decirlo de alguna manera‒, se mantiene intacta con el tiempo. Incluso hay una cosa de fetiche que yo tengo con las continuaciones que son medio falopa, como les decimos acá, les encuentro una especie de simpatía, por más que una parte de mi cerebro es ordenada y quiere que las películas respeten cierto canon y se mantengan impecables. Pero crecí con eso en los 80 y los 90: muchas películas que se volvieron clásicos y después tenían un montón de continuaciones de muy bajo presupuesto. Como que alguien adquiría los derechos de un film pero no tenía el presupuesto adecuado. Me acuerdo de Superman 4, por ejemplo. Después descubrí que los derechos los había comprado una productora de cine muy berreta que se volvió famosa por eso. Con Rambo pasó algo así también.

Santiago y Vicentico. Foto: Juan Sánchez

Santiago y Vicentico. Foto: Juan Sánchez

¿Cuál es el superhéroe que en el cine se mantiene mejor en el tiempo?

Creo que Spiderman se mantuvo muy bien en el tiempo. Estas últimas me gustan mucho. Tom Holland [el actor que interpreta a Spiderman] me pareció una elección increíble, es muy bueno.

Batman tuvo su momento, pero últimamente perdió un poco la línea. No vi Liga de la justicia. Noto que DC Cómics, en su afán de no perder terreno frente a Marvel, lo empezó a imitar y se metió en un embrollo, y lo metió en ese lío a Batman, que era su as de espadas, y en la vorágine de competir con toda la maquinaria Marvel, me parece que se fueron al carajo.

¿Cuál es tu escena preferida de Okupas?

Tengo un montón. Y ahora, haciendo la banda de sonido, cambié un poco, pero por mucho tiempo fue una. Yo tenía grabados en VHS los primeros capítulos, y cuando me encontraba con un amigo que me decía “no vi Okupas”, era “bueno, vení”. Y yo estaba ansioso por llegar a la escena del capítulo 4, que es cuando Ricardo [Rodrigo de la Serna] se mete en el Dock Sud. Es una escena de tensión única en la historia, super dramática, con un nivel de realismo, una sensación muy cercana para aquel que pateó mucho la calle; en un momento está todo bien, pero en un segundo puede estar todo mal. Y está hecho de forma magistral. Es además el momento cuando la serie deja de ser una serie de amigos que están perdiendo el tiempo y arranca el drama y todo el arco narrativo.

¿Qué fue lo que más disfrutaste y lo más difícil de trabajar en la música de Okupas?

Creo que me pasaron las dos cosas al mismo tiempo cuando me metí en géneros musicales que yo no conocía demasiado. Fue un desafío, pero me divertí mucho haciendo el trabajo. Y enseguida que empecé a conectar con los diferentes géneros y a producir las canciones, sentí la satisfacción de haber llegado a buen puerto en ese trabajo, que primero fue de investigación y después de desarrollo de todo eso. Son canciones o melodías que forman parte de nuestra vida, pero no es lo mismo cuando te ponés a componer. Por ejemplo, hicimos una cumbia que canté con Vicentico que se llama “Tonto corazón” y me dejó muy contento cómo quedó.

Foto del artículo 'Santiago Motorizado: “Cuando me enamoro de una canción la escucho 30 veces en loop”'

¿Cómo te resultó trabajar con él?

Un capo. Nos hicimos amigos durante la pandemia. Es un enfermo de jugar al fútbol, y ni bien se abrieron las canchas de vuelta, nos empezamos a juntar, empezamos a llamar a amigos y armamos un grupo que sigue hasta ahora. Jugamos los martes y los viernes. Está buenísimo descubrir que es igual que en las entrevistas; viste que es medio relajado, sin ninguna pose. Los íconos del rock argentino en las entrevistas tienen cierta afectación, son medio solemnes. Como que se dan mucha importancia a sí mismos. Y Vicentico, que es un ícono del rock argentino, parece correrse de ese cliché, y eso siempre me gustó cuando no lo conocía. Es un tipo que vive relajado, es un amante de la música y un gran artista, que se pone serio a la hora de trabajar, a la hora de accionar, pero después nunca se toma en serio a sí mismo. Yo soy muy fan de Los Fabulosos Cadillacs y de toda su música, así que fue un sueño hecho realidad grabar con él.

¿Cuál es la mejor canción de El Mató?

A mí la que me más me gustó es “El Tesoro”. Es como decir, la más “hitera”, pero realmente es así, incluso previo a la respuesta que tuvo. Recuerdo muy bien el momento cuando la compuse. Después todo lo que vino fue un regalo, pero ya le tenía mucho cariño. Otra de mis favoritas es “El día del huracán”.