En 2015, luego de años de giras y excesos, Jaime Roos dio su último show y apagó la maquinaria de su personaje público. Se instaló definitivamente en La Floresta y se abocó a revisar, remasterizar y reeditar todos sus discos en un proyecto que llamó Obra completa y que le significó más de 500 horas de estudio. Por otra parte, en este lustro se publicaron tres libros retrospectivos –entre ellos Jaime Roos, el montevideano: vida y obra, de Milita Alfaro– y se reeditaron en formato vinilo los larga duración Aquello, Siempre son las 4, Mediocampo y Fuera de ambiente. Es decir, en medio de un retiro, en silencio, sin apariciones mediáticas, sin nuevas canciones, el bigote más famoso del condado siguió estando presente.
El músico comenzó a subir a los escenarios en 1970 como instrumentista en obras de teatro y junto a los Robbers, su primera banda; tenía 16 años. Desde entonces ha construido una historia artística harto conocida, que el año pasado cumplía medio siglo y que pretendía celebrar con seis conciertos en el Auditorio del Sodre, pero pasaron cosas.
Por asuntos de protocolos sanitarios fue imposible reprogramar en la sala y mudó la celebración para abril de 2021 en el Teatro de Verano. Las segundas olas nunca fueron buenas y ese plan también se complicó, así que volvió a reagendar, esta vez en el Estadio Centenario y con la novedad de la vacuna contra la covid-19 como requisito para el público. Pero la pelota no se mancha y la intensa agenda deportiva del Monumento al Fútbol Mundial obligó a otros dos enroques. Y entonces claro, una vez más el Mediosiglo se pospuso para el viernes 17 de diciembre, con todo el público en una sola fecha, con 100% de aforo, la compañía de Nicolás y Martín Ibarburu, Pitufo Lombardo, Gustavo Montemurro y el Zurdo Bessio, entre otros, y la ausencia descollante de Hugo Fattoruso, tras desavenencias sobre los requisitos sanitarios. Toda una vida tapando aujeros.
La vuelta del Jaime y sus cuatro postergaciones ya son parte de la memoria colectiva del barrio, como el grito del canilla, la hermana de la Coneja o el recitado del Canario Luna en “Brindis por Pierrot”. El concierto cierra ese proceso de puesta a punto y sanación espiritual. Lo encuentra liviano de equipaje, con ocho años de abstinencia alcohólica, los papeles ordenados y en la cotidiana construcción de la vida en pareja, alejado de la ciudad que tanto lo define. A la vez, este volver a los escenarios será el comienzo de una nueva etapa en su carrera que lo tendrá otra vez en el mediocampo de la banda sonora de nuestra aldea; asuntos que seguro van a dar que hablar, pero para eso todavía hay tiempo.
¿Cómo venís atravesando esta locura de cambios y reprogramaciones?
Como puedo. Sigo en pie.
¿Es como “El infierno tan temido” al que le cantaste en tu primer disco?
Se puede decir que esta última reprogramación ha sido el mayor atropello que he sufrido en mi vida profesional. Sin embargo, es tan importante el concierto que vamos a hacer, por lo menos para mí, como es obvio, que no quiero que se me termine de nublar el parabrisas, quiero ver más lejos, quiero hacer lo correcto. Lo correcto en este momento en cierta forma es olvidarme de mí, de mi amor propio, y pensar en la gente, en nuestra banda, en tocar nuestro espectáculo y, como única forma que tenemos de poder expresar nuestra gratitud hacia el público que nos ha apoyado, tratar de sonar lo mejor posible. Entonces, estamos teniendo ensayos rigurosos, tuve que suspender ensayos porque estoy agotado, me quedé sin voz, pero estamos haciendo ensayos generales con los 22 tipos tocando; nos quedan cuatro y ya estamos listos para subirnos al escenario.
¿Ya habías llegado a esta etapa antes de suspender?
Hasta los ensayos generales no habíamos llegado, por el covid. Íbamos a tenerlos en febrero. Estuvimos cuatro meses ensayando el año pasado, y este año cuatro meses más. Como íbamos a tocar en abril de 2021, yo iba a volver en febrero para hacer esta recta final que es lo que estoy haciendo ahora. Desde el punto de vista sanitario era imposible, puesto que encerrarnos con nueve tipos que estamos cantando y proyectando partículas de saliva a cinco metros de distancia hubiera sido suicida; de hecho, cuando decidimos en febrero suspender para octubre de 2021 fue una sabia decisión, porque en abril se vino la noche. Y en nuestro plantel la pasamos muy mal, ha sido todo muy dramático: somos 30 y tenemos cuatro familiares fallecidos. Yo no acepté venir a ensayar a Montevideo hasta mediados de agosto, hasta que estuviera inmunizado y todos los demás también: no me quería morir.
¿En algún momento te pasó por la cabeza suspenderlo de manera definitiva?
No. A partir del momento en que llegó la vacuna yo estaba convencido de que íbamos a poder derrotar a la pandemia, por lo menos dejarla en el piso, y por suerte Uruguay respondió, me refiero a que la gente se vacunó. Fijate los problemas que tienen en Francia, en Estados Unidos; están todos locos. Acá la gente fue responsable.
¿Cómo se define un repertorio de medio siglo y una veintena de discos?
Complejísimo. Quizás sea la parte más compleja de todas. Hasta que uno llega un momento en que dice basta, basta de tanta responsabilidad, voy a tocar las canciones que quiero tocar y listo. Evidentemente, si me fijo, como cualquiera puede hacerlo, en Spotify cuáles son las cinco canciones más escuchadas, esas tengo que tocarlas, porque son las que la mayoría de la gente escucha, es obvio. Pero también tengo que tocar canciones que me gusten a mí, que tenga ganas de hacer. El guion de un espectáculo tiene su relato dramático, es casi como una obra de teatro. Ahora, va a haber gente que se quede muy contenta y otra que se quede desilusionada y tenga que esperar al próximo concierto, en el que evidentemente va a entrar todo un destacamento de canciones que no estuvieron en este.
¿Te ha pasado lo que les sucede a algunos colegas tuyos que terminan peleados con sus hits?
No, no soy de esa tribu. ¿Cómo me voy a pelear con mis hits? Lo que sucede es que todas estas canciones fueron escritas desde la sinceridad, ninguna fue escrita para agradar a los demás. No me pesa tocarlas una y otra vez, a pesar de que hayan sido las más exitosas y que en cierta forma en algún momento puedan volverse una carga para el artista. Desde el punto de vista meramente cronológico, la canción que toqué más veces en mi vida es “Cometa de la farola”. Son las que van quedando en el menú del restorán; el menú va cambiando, pero hay platos que no tenés que sacar. “Cometa de la farola” sin lugar a dudas fue la canción que tuvo más éxito de mi primer álbum; creo que la toqué en la mayoría de mis espectáculos desde 1977 en que la estrené en vivo hasta ahora. Sin embargo, es una canción que cuando la toco me sigue emocionando. En cierta forma tengo suerte: sería terrible tocarla como una obligación.
Qué momento para “Cometa de la farola” con Defensor en la B.
En las buenas y en las malas. Me acuerdo de que cuando yo era chico Defensor bajó en 1964 a la B y volvimos en 1965, más fuertes que nunca. Son cosas que pasan.
“Cuando fui a ver a Gorillaz al Velódromo, dije: ‘Qué lo parió, qué lindo es hacer un gran espectáculo’ En cambio, lo de Roger Waters en el Estadio fue frío, soberbio”.
Contaste que esta vuelta la veías como una especie de celebración por el cierre de Obra completa. ¿Ese buceo por tus discos te sacudió desde el punto de vista artístico?
Inevitablemente. Yo nunca escucho mis discos, salvo cuando se los quiero mostrar a una persona que he conocido recientemente y que de repente no conoce una canción y la conversación deriva hacia ese tema, busco la canción y se la hago escuchar. En el momento de abordar la remasterización de Obra completa me di cuenta de que había discos que no escuchaba desde hace muchos años. Sin embargo, evidentemente las canciones me son familiares [Risas]. Este concierto fue previsto como un cierre en vivo de un proyecto discográfico de largo aliento. Estuve cuatro años y medio dentro de un estudio; lo tomo casi como un proceso natural, querer tocar. Yo venía muy quemado y los primeros años pensaba en pisar el escenario y me venía un ataque de alergia, luego llegó un momento en que se entró a dar vuelta el score. Me acuerdo de cuando fui a ver a Gorillaz al Velódromo y dije: “Qué lo parió, qué lindo es hacer un gran espectáculo”. Después fui a ver a Roger Waters, a fines de 2018, al estadio y dije: “Que porquería de espectáculo, tengo ganas de subirme yo y agarrar la guitarra...” [Risas]. Se fue dando así hasta que, luego de mucho meditarlo, puesto que sabía que me metía en la máquina de picar carne nuevamente, decidí volver al vivo y efectivamente como celebración del momento en que se terminó de publicar el proyecto Obra completa. La idea del repertorio es muy sencilla: hacer canciones de todos los discos, y ahí viene el famoso dilema: ¿cuáles?
¿Las vas a tocar en orden?
No, están desordenadas. Pensé en un momento en hacerla en forma cronológica y me di cuenta de que era demasiado esquemático. Hay que hacer la famosa W arriba, abajo, en el medio arriba, baja y al final arriba. Esas son reglas del mundo del espectáculo: no las quieras cambiar a menos que hagas algo extraordinario.
¿Y Roger, qué hizo mal?
Roger no cumplió con nada. El concierto más frío, más soberbio. Yo veía a la gente con los brazos cruzados, petrificados en sus sillas. Encima, bajando línea. El colmo fue el intervalo, donde estuve 20 minutos con consignas políticas ¡en inglés! Estamos en Uruguay. A esta altura del partido, tecnológicamente traducir es sencillo. Si vas a bajar línea, por lo menos que lo entienda, más allá de que esté de acuerdo o no, no me importa.
“Esta es la mejor banda que armé en mi vida, y no porque no haya habido músicos brillantes en otras formaciones”.
Siempre le diste a la canción lo que creías que necesitaba, tanto en orquestación como en voces. Imagino que tratar de traducir eso al vivo con una banda fija es un desafío.
Acá entrás en un tema álgido en cuanto a lo que es el objeto artístico canción popular y su fijación sonora, que arranca en el comienzo del siglo XX, en la que una versión original se convierte en la mayoría de los casos en la pintura original, como ese Picasso que está hecho en 1937 y está puesto ahí. A diferencia de la música académica, que salvo casos excepcionales lo que importa es la obra y no la fijación –hay varias grandes versiones de determinadas sinfonías–, la canción popular es muy delicada cuando se trata de reproducirla en vivo, hay que hacer una nueva versión por un lado, hay que respetar los parámetros originales, pero al mismo tiempo es imposible. Es imposible ir a ver a Paul McCartney y decirle: “Por favor, tocá ‘Hey Jude’ pero quiero que suene como el Picasso original”. Es imposible, o sea, científicamente imposible. Para este espectáculo he hecho un esfuerzo deliberado por contar por lo menos con las secciones rítmicas, llámese batea de murga completa, cuerda de tambores real, un coro de murga de siete integrantes y no de cinco, las voces originales de determinadas canciones, los músicos originales de otras, de forma tal de no tener que resolver el arreglo de una canción con 11 integrantes haciendo lo que pueden para reproducir la fijación sonora. Si bien nos hubieran faltado siete integrantes más, según mi concepto ideal, estos 22 músicos posibilitan hacer lo que en muchos discos se logra con una cuerda de tambores para tal tema, con una murga para tal otro. Siempre son las 4, Mediocampo, Sur, son todos discos que tienen más de 50 personas participantes. Es un escollo difícil de sortear. Considero que esta es la mejor banda que armé en mi vida, y no porque no haya habido músicos brillantes en otras formaciones. Lo que sucede es que poder contar con los integrantes adecuados para los arreglos de cada canción hace que las canciones suenen mejor. Ayer estuvimos ensayando ciertas murgas, vamos a hacer “Los futuros murguistas” con la batea de murga La Tríada y con el coro más ampliado; de repente terminó la canción y quedamos todos en silencio y después nos pusimos a aplaudir; en otro momento la queríamos reproducir con la batería americana; sonaba bien también, pero cuando vas a la posta subís un escalón.
Es acercarte lo más posible al Picasso
Exactamente. Y después viene la vuelta de tuerca, quizás lograr en determinados momentos llegar al mismo nivel o un nivel superior que el cuadro, sin intentar hacer un cover del cuadro.
En caso de que se graben estas versiones, pueden tomar vida propia.
Sí. Este concierto lo estamos grabando, lo estamos filmando. Antes era imposible, era prácticamente imposible grabar en vivo. Cuando hicimos el disco en vivo [Esta noche] en La Barraca hubo que desarmar un estudio de grabación, llevar una máquina grabadora de 16 pistas del tamaño de un lavarropas y la consola; nos quedamos sin camarín, en el camarín hubo que armar el estudio. Creo que fue la única vez en aquellas épocas que se sacó consola y grabadora para afuera del estudio, técnicamente era durísimo. Hoy por hoy, de la misma consola digital que se utiliza para amplificar el espectáculo se pueden sacar líneas de grabación, y de hecho vamos a grabar en multipista todos los shows que hagamos. Tecnológicamente esto no es ninguna sorpresa para los más jóvenes, pero para los más veteranos es algo que era impensado.
En el Sodre tenías a la gente prácticamente cara a cara. ¿Qué ganás y qué perdés en el Estadio?
Yo quiero sonar bien. En el Estadio Centenario va a ser obviamente más imponente, tenemos un escenario que es un dinosaurio, con pantallas gigantes, con iluminación, de la forma que maneja la productora AM sus espectáculos. Es la misma plataforma que utilizó Ed Sheeran o que utiliza cualquier grupo de rock internacional. A nivel tecnológico tenemos un sonido y unas luces de primera línea; en el Sodre también se tienen, de hecho el Sodre fue el lugar que yo le pedí a la productora, fue mi primera opción, después nos resultó imposible puesto que cuando vino la pandemia el Sodre nos dijo que no tenía más fechas para nosotros. No podíamos programar el Sodre con un aforo menor a 100%: teníamos seis auditorios completos, precisábamos 12 fechas, no tenían más fechas, ergo, nos tuvimos que ir. Después nos fuimos al Teatro de Verano y ahí comenzó el infierno tan temido o el comienzo de un periplo más hamacado que un tren [Risas].
¿Sentís que tu obra está completa, que cierra en “Vida número dos”, de Fuera de ambiente?
Fue pensado así. Cuando hice ese disco lo pensé como mi último trabajo en estudio. Yo quería hacer mi último disco en una total plenitud. Ya hacía 30 años que estaba haciendo discos; entre “Cometa de la farola” y “Tema del hombre solo” hay 30 años de distancia. Pensé que era una sensación realmente fantástica hacer una última obra en plenitud. Fuera de ambiente es uno de mis álbumes favoritos. Dije: “Bueno, voy a hacer mi último disco y que sea mejor que los otros”. Un poquito lo logré, haciéndome el nunca visto, viste, haciéndome el cool. Y “Vida número dos” es el “A Day in the Life”, mi “A Day in the Life”; ese acorde [hace como que estuviera tocando]: “¡Crang!”, que suena y queda la reverberación. Como te digo una cosa te digo la otra: es posible que luego de todo este periplo entre nuevamente al estudio, me tengo que sacar la pereza porque estoy acumulando millas de mucho cansancio.
Pero también estás acumulando canciones.
Sí. Pero a diferencia de otras veces, no estoy dispuesto a convertirme en un escudo humano de mis canciones. El ejemplo es elocuente. No estoy dispuesto a recibir ráfagas de balazos en mi pecho para poder llevar adelante mis canciones, que si bien han sido quizás de las cosas más importante de mi vida, llega un momento en el que decís: “Voy a pensar un poco en mí mismo”. Si puedo hacerlo de una forma humana, lo llevaré adelante y recién hablaré el día que me cuelgue los auriculares en el estudio; todo lo demás es blablablá. Pero existe esa posibilidad y al mismo tiempo que te digo esto no prometo nada.
Ya que hablamos del “hombre solo”, ¿seguís viendo a un extraño cuando te mirás al espejo?
Sí. Sin embargo, ahora he reconstruido mi vida de una manera armoniosa. Se puede decir que vivo una vida llena de luz, el presente ha pasado a ser algo real. Pero sí, me sigo sintiendo un extraño; mirate bien en el espejo a ver qué ves.
Siempre me llamó la atención la frase “Ayer tuve un presentimiento equivocado”, de “Señorita Efe”.
Es de mi primer disco. Es más, esa es la primera canción que grabé en mi vida.
Y la repetís en “Te hizo vivir”, de 7 y 3.
Exactamente. Son esos juegos beatle que me gusta hacer, eso de saludar de una canción a otra; son tan mínimos, son pequeños detalles solamente para aquellos que están por dentro. En este caso, yo le estaba cantando a la señorita Efe y le dije: “Ayer tuve un presentimiento equivocado”; cuál fue el presentimiento, no lo pienso revelar [Risas]. Después, esa misma sensación se repitió con el personaje femenino de la canción “Te hizo vivir”, esa misma sensación la volvía a sentir en aquel momento. Las canciones, si bien en su gran mayoría están inspiradas en detonadores reales, nunca son linealmente biográficas; con elementos concretos se arman historias que no tienen que ver con un racconto literal de la realidad. En algún momento he dedicado canciones a tal o cual persona pero como un regalo.
Y la canción para La Floresta, ¿para cuándo?
Mirá, yo voy a La Floresta desde el año 82. Se van a cumplir 40 años de que me la están pidiendo [Risas].
Mediosiglo, de Jaime Roos. Viernes 17 de diciembre a las 21.00. Tribuna Olímpica, Estadio Centenario. Entradas a la venta en Acceso Ya desde $ 1.200 a $ 4.200.