En la avenida Garibaldi, frente a una estación de servicio, la vieja parrillada Las Flores, mantiene viva la cultura del estaño y el fuego siempre prendido. Mozos amigos y muchos parroquianos en un boliche de campaña metido en medio de un montón de autos y de gente que va y viene apurada como cualquier día. Pablo Blanco (voz y bajo de Herrumbre) y Marcelo Yeti Dos Santos (guitarrista) no son la excepción, pero el lugar que eligieron para la entrevista nada tiene de casual. Allí los reciben con afecto, y uno de los lugareños le recuerda a otro apostado en la barra: “Guarda con esta gente, son de La Paz”.

Es un viernes al mediodía, y de la obra en construcción, al costado de la parrillada en su mejor hora, baja Pablo a charlar un rato con nosotros. Unos minutos más tarde, y también vestido de negro, aparece el Yeti, y se suma a la conversación.

El color de sus remeras no asombra, pero hoy no llevan el nombre de ninguna banda admirada.

Desde hace ocho años Pablo trabaja junto a Marcelo, y su hermano Ignacio (el otro guitarrista de la banda) en una empresa hormigonera que los dos fundaron luego de muchos años de trabajo en la construcción. Actualmente la banda se completa con Mathías Pérez en batería, aunque el primero en ese puesto fue Marcelo Blanco, el hermano de Pablo.

Este domingo festejan 30 años como banda, una de las más longevas del heavy metal local, y tal vez de cualquier género musical en nuestro país: “Convocamos a las familias metaleras, a los padres, a las madres, a los hijos. Gente que nos viene a ver hace mucho y gente nueva. Esas familias, como las nuestras, son el gran sostén de Herrumbre”, explica Pablo.

Los recuerdos del camino recorrido se mantienen inalterables en las voces de estos dos músicos veteranos que dicen sentirse mejor que nunca y rejuvenecidos, luego de seis discos oficiales.

“Con aquellos nos conocimos de niños” cuenta con una sonrisa Pablo. Habla de los hermanos Dos Santos. “Vivían en el barrio Abayubá, que está pegado a La Paz, y yo iba en bicicleta hasta lo de mi hermana. Resulta que el fondo de su casa daba a la de ellos. Jugábamos al fútbol, a la bolita, al trompo. Pasó el tiempo, liceo, y un buen día nos encontramos con el mismo gusto musical y queriendo hacer lo mismo. Hace años dejé de creer en las casualidades. A veces no hay una explicación, pero por algo pasan las cosas”.

Marcelo se acuerda de cuando en plena madrugada, y acostados en cuchetas, le dijo a su hermano “¡Nacho, están pasando lo nuevo de Judas Priests”, en la época del disco Painkiller (1990)! Desde La Paz, todas las noches, sintonizaban sin problemas el mítico programa argentino Heavy Rock and Pop.

Otros recuerdos son compartidos por Pablo y Marcelo de forma idéntica: pasar horas leyendo los libritos de los cassettes y los reversos de los discos para enterarse de nombres de músicos, lugares de grabación, productores e ingenieros de los discos que más los influyeron, como The Number of the Beast de Iron Maiden o Screaming for Vengeance de Judas. Los dos cantan de memoria, y se emocionan con la línea “Criminales disfrazados, seres sin razón ni piedad” de “Resistiré”, de los españoles Barón Rojo.

Más acá en el tiempo, todavía disfrutan del momento de grabación de su video “Guerreros del Norte”. Subieron todos sus equipos a una camioneta y se fueron hasta lo más alto de un cerro en Valle Edén y tiraron 200 metros de cable para sacar electricidad de una casa amiga. “Después a la noche nos fuimos a comer un cordero, y a tomarnos una cervecita en pleno monte”, recuerda Marcelo como uno de esos momentos en donde se siente especialmente libre.

¿Qué significan 30 años para una banda de rock?

Marcelo: Hay una cantidad de emociones fuertes para compartir. Mucho amor, mucho jugarse por la libertad, por el respeto, por no dejarnos ningunear en ningún lado, por seis discos, por varios premios Graffiti, por las giras, y los amigos que hemos hecho por todos lados. Creo que hasta estamos más rejuvenecidos, como cuando teníamos 17, 18 años, ensayando con todo. De eso se nutre el rock también, de eventos que dejan huellas. También significan un grito de rabia por lo que nosotros creemos que ha pasado en estos años en Uruguay y la chateza a nivel de cultura de organismos tanto de izquierda como de derecha. ¿Qué es la cultura uruguaya? A nosotros, los rockeros que venimos de toda la vida en esto, nunca nos preguntaron qué pensamos de la cultura. Aparentemente acá la cultura es la murga, el candombe, el reggaeton, las discotecas hasta la seis de la mañana, pero nosotros no.

¿Se consideran marginales?

Marcelo: No, nunca fuimos marginales.

Pablo: Puede que nos hayan querido hacer sentir así, pero nunca lo lograron.

Marcelo: La cultura acá es una basura. Yo lo dije muchas veces, hasta cuando ganamos los Premios Graffiti, y también se lo dije a todas las autoridades del gobierno con las que me crucé. Llevamos 35 años de apertura democrática, y seguimos escuchando canciones de Los Olimareños. Con todo respeto a ellos, que son tremendos músicos.

¿Qué es para ustedes el rock?

Marcelo: Es mi vida. Y además, el rock tiene vida propia. En Inglaterra hace poquito hicieron un puente que se llama Black Sabbath y lo inauguraron sus integrantes. En Argentina el parlamento le hizo un homenaje a Iron Maiden. ¿Y acá? En la década de los ochentas yo, en la época de los primeros Montevideo Rock, me sentía un rockero y andaba con rockeros. Con gobiernos con los que yo estaba muy lejos conceptual y filosóficamente hablando. La calle era nuestra.

Igual los perseguían.

Marcelo: Sí, claro. El rock and roll es el amor por la rebeldía, las ganas de vivir y pensar libremente, las ganas de amar libremente.

¿Qué bandas uruguayas eran referencia para ustedes antes de armar Herrumbre?

Marcelo: Delirium Tremens. Ellos formaron a un montón de gente que los seguíamos.

Pablo: Y los vimos. Teníamos una cercanía.

Además de las cosas qué les pasaron en la vida, ¿hay libros, o autores qué influyeron en las letras de sus canciones?

Marcelo: Yo soy un gran admirador de la literatura oriental. Me gusta mucho Juan José Morosoli y la obra de Osiris Rodríguez Castillo. Conozco todo lo que dijo. Me encantaban las letras de Delirium Tremens; rebeldes, con un mensaje fuerte y claro. En su época también gustó Zero; cómo mezclaban lo electrónico con el fraseado de la voz. No fui contemporáneo a Psigio pero el disco Ideación me parece fabuloso. Eran unos señores en la cúspide de la composición. Podrían haber sido como Deep Purple.

De los comienzos de la banda, ¿qué recuerdan?

Pablo: Como todo buen tiempo que se hizo a pie, porque acá el heavy metal se hizo así. Nos llegaba medio indirectamente alguna revista especializada donde veíamos músicos renombrados que usaban tal o cual instrumento, y acá en Uruguay, ni soñar con eso. Pero teníamos la avidez, y la curiosidad de decir: “Nos tomamos un ómnibus, vamos hasta el Centro y caminamos toda 18 de Julio”. Ese fue el arranque, visitamos todas las casas de música, conocimos mucha gente con la que hasta el día de hoy tenemos un vínculo espectacular, y que nos ayudó a saber de qué se trataba este asunto.

Marcelo: Los instrumentos los compramos trabajando. Nuestros viejos eran proletarios y con nuestros primeros ingresos invertimos en equipos. En esa primera etapa éramos unas bestias. Ensayábamos todos los días. Estábamos buscando un sonido.

Cuando empezaron a usar el pelo largo y ropa heavy metal en La Paz, ¿llamaban la atención, tuvieron algún problema por eso?

Pablo: Problemas, los que quieras, solamente por tener el pelo largo te pedían documentos.

Marcelo: Me acuerdo de una vez, en la comisaría me quisieron llevar de pesado y le pegué al comisario. Era joven y cortaba bien el fainá. Lo cuento un poco en broma, no como algo para imitar. Lo que pasa es que el simple hecho de usar el pelo largo era desafiar lo establecido.

Pablo: Convengamos que La Paz, Abayubá, Viale eran tres polos donde había muchos metaleros. Nos encontrábamos en la casa de Marcelo para escuchar un disco, y en la plaza de La Paz, siempre aparecía la autoridad, pero no nos llevaban tan fácil.

Marcelo: Íbamos a tomar vino y a hablar de música al puente de la vía. Muchos de La Paz se deben acordar. Era límite entre Montevideo y Canelones: si veías que venían de un lado, cruzabas para el otro. Hermosas tertulias.

Foto del artículo 'Herrumbre: “Somos perros cimarrones, hienas de la ciudad”'

Foto: Federico Gutiérrez

¿El disco Perros Cimarrones significó algo así como una segunda etapa de la banda?

Marcelo: Esa fue una etapa nuestra muy rebelde. Había un país que se caía a pedazos, era 2002, y un modelo que cayó por su propio peso. Escasez de todo tipo y gente sacando cosas de la basura para poder comer o hacer algo con eso en los clubes de canje. En ese contexto nosotros sacamos ese disco con esa violencia, con ese rock, y quedó así. El sonido tal vez no es el mejor, pero es un disco que me recarga de energía.

Y pegó particularmente en la gente.

Pablo: Se dieron varias cosas juntas. Nosotros veníamos buscando un cambio. Salíamos de Tiempo Arriba y Sangre Adentro [1999] que fue grabado analógicamente y empezamos a incursionar en lo digital. Justo en ese momento vino la debacle y la composición de los temas fue visceral porque aquello era rabia pura.

Marcelo: El propio tema “Perros cimarrones” es un aullido de libertad, de reflexión y de encuentros profundos. Es una letra muy humana. La historia básica del perro cimarrón es que fue una raza traída por los primeros terratenientes que no vinieron a producir acá, vinieron a robar tierra. Hicieron sus haciendas cimarronas; en la revolución artiguista esos perros quedaron libres en el campo, y a Artigas le encantaban. Porque si bien no son de acá, se hicieron criollos. Y nosotros somos un poco así. Si bien la sangre es europea somos rebeldes de acá, del suelo nuestro, y defendemos el lugar donde nos toca vivir. Nosotros somos perros cimarrones, hienas de la ciudad.

Otra canción de la que me gustaría saber más es “El toro y el cencerro”

Marcelo: Cuando uno hace cosas también mueve campanitas. El cencerro es lo que se le coloca al ganado para buscarlo. Yo me crié en el campo. En Tacuarembó de campaña. Hace poco volvimos con mi hermano Nacho y le digo “fijate vos qué plantan los criollos”. Ves boniatos, zapallos y choclos. Lo mismo que plantábamos nosotros. Al zapallo lo hacías con leche y era el desayuno que teníamos. Cuando había creciente y cortaban los pasos, y al pan lo veías una vez cada quince días, nos daban boniato para comer; era nuestro pan. Y al maíz blanco, que le dicen catete, lo usabas para la comida, pero también para hacer harina y mazamorra. “Cultura” viene del cultivo, de la tierra. Cultura no es tener una biblioteca con cuatrocientos libros. Eso es información, que te puede potenciar tus aprendizajes. Acá un tipo con plata se paga un viaje para ver la cultura de un pueblo africano. Pero andá al campo y vas a ver qué pueblitos socialistas que hay. Viven en comunidad, se respetan, se ayudan, hacen kermesses cuando algún pariente se enferma. A veces me dicen: “vos sos muy filósofo”. Es lo que me sale, no lo finjo, me sale tratar de entender todas las cosas.

Su último disco se llama Grial. ¿De dónde viene la idea de ese concepto?

Marcelo: Al grial lo tomamos como elemento de encuentro multicultural. Como estamos ahora acá con ustedes, tomando algo, que puede ser un vaso de vino, un mate, o vaso de agua, eso significa el grial: el encuentro de personas. Que no es lo mismo que mandar un mensaje de texto; se entiende que eso te puede servir como herramienta de trabajo, pero también es necesario conversar para ponerse de acuerdo o para disentir.

¿En una frase, ustedes, hoy, luego de 30 años de Herrumbre?

Pablo: “No es sólo un día”.

Marcelo: “Consciente de mi rebeldía”, como dice Tabaré Etcheverry.

Herrumbre en vivo el domingo a las 20.00 en Sala de Museo (Rambla 25 de Agosto y Maciel). Bandas invitadas Raíces Muertas y Pura Sangre. Entradas en Abitab a $570.


Música contemporánea con entrada libre

El Núcleo de Música Nueva de Montevideo presenta “Música improvisadas”, un encuentro con cuatro ensambles: Cuarteto de guitarras microinterválicas, Emiliano Aires & Santiago Bogacz, Especulación Bursátil, Pileta Libre y Precinto. Es el martes a las 21.00 en el Espacio Comisura (Carlos Quijano entre Isla de Flores y Durazno.

Romina Peluffo en Bluzz

La autora de Obsesa se presenta hoy a las 21.00 en Bluzz Bar (Canelones 760 y Ciudadela). $500.

Música de cámara en el Sodre

El Conjunto Nacional de Música de Cámara celebra su 90 aniversario interpretando el mismo programa que ejecutó en su primer concierto, el 13 de setiembre de 1931: piezas de Mozart, Beethoven y Schubert. La clarinetista Karen Martínez será invitada para la ocasión, así como los músicos de la Ossodre Jorge Pi (contrabajo), Federico Curti (oboe), Leticia Benia (fagot) y Rocío Britos (corno). El domingo a las 18.00 en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Adela Reta (Mercedes y Andes). $ 360.