Parte del éxito del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés), la mayor franquicia en la historia de la gran pantalla, pasa por la capacidad de adaptar a personajes que llevaban décadas (muchas, en algunos casos) protagonizando sus historietas, ofreciendo versiones que satisfacen por igual a los lectores acérrimos, a los que tienen una vaga idea de los poderes que tiene tal o cual personaje, y al público en general. Los padres de la criatura, con Kevin Feige a la cabeza, han sabido trasplantar conceptos, ideas y hasta trajes para su mejor digestión en las salas de cine y luego en la televisión.
Y, sin embargo, quizás el personaje más famoso de la editorial, el que se codea con Superman y Batman por el estatus de ícono mundialmente reconocido, sufrió una de las adaptaciones menos felices en las casi 30 películas que se llevan estrenadas hasta el momento. Claro que todos reconocieron su traje, sus poderes, el nombre del geek que se encuentra detrás de la máscara, y disfrutaron cada una de sus apariciones. Pero el espíritu de Peter Parker, el Hombre Araña, brillaba por su ausencia.
No me malinterpreten. Tom Holland hizo una gran tarea cada vez que le tocó ponerse el traje, desde Capitán América: Civil War (2016), pasando por sus dos películas independientes, De regreso a casa (2017) y Lejos de casa (2019), y las dos entregas de Avengers que cerraron la gran “Saga infinita”: Infinity War (2018) y Endgame (2019). No faltó emoción ni despliegues de destreza, pero por momentos desaparecía la idea de aquel personaje cocreado por Stan Lee y Steve Ditko que debutara en el número 15 de Amazing Fantasy en 1962.
Para muchos, Peter Parker es un joven que se mareó con los poderes tan pronto los obtuvo, aprendió la lección demasiado tarde como para salvar la vida de su tío Ben, sufrió penurias económicas junto a su tía May y tuvo enormes dificultades para combinar sus dos identidades. Con el correr de los años tuvo períodos de mayor estabilidad laboral y por supuesto que llegó a casarse con la famosa Mary Jane (en 1987). Pero la suerte Parker, esa incapacidad para vivir en un estado de bienestar por mucho tiempo, siempre estuvo a la vuelta de la esquina.
El gran público conoce esa faceta, ya que estuvo representada en la trilogía protagonizada por Tobey Maguire y dirigida por Sam Raimi (2002, 2004 y 2007), y en dos entregas con Andrew Garfield a la cabeza y dirigidas por Marc Webb (2012 y 2014). Mientras tanto, el Peter Parker de Tom Holland se rodeaba de personajes que ocupaban el rol de figura paterna, recibía maravillosos trajes de obsequio y vivía una vida bastante relajada.
Tuvo que llegar Spider-Man: sin camino a casa, con la dirección de Jon Watts (el mismo de las dos anteriores), para que se materializara frente a nuestros ojos la mejor versión que nos traen en conjunto Marvel Studios y Sony. Lo hizo en una aventura con tantas sorpresas, que al menos en la función a la que asistí no hubo uno, sino dos videos en los que los protagonistas nos pedían por favor que no reveláramos secretos a quienes todavía no la vieron. Como siempre, haré mi mayor esfuerzo.
Correcciones retroactivas
Todo comienza como terminó Lejos de casa, con el mundo entero descubriendo que debajo de la máscara de Spider-Man se esconde (se escondía) Peter Parker. Derribada la barrera entre sus dos mundos, que tantos problemas le trajo en otras continuidades, Parker/Holland descubrió que su mundo no mejoraba, sino todo lo contrario. Hay tiempo para buenas escenas de acrobacia aérea y para cierto intento de examinar la cultura de las celebridades y el poder de los medios para destruirlas a su antojo, encarnado una vez más por JK Simmons en el papel de J Jonah Jameson, aunque aquí termine un poco desaprovechado.
Mientras se suceden los choques entre lo superheroico y lo humano, que incluyen interrogatorios policiales, el guion nos recuerda que Peter es un adolescente y muestra su amor adolescente por MJ, interpretada por una Zendaya que hace años que no da un paso en falso. El amigo de ambos, Ned Leeds (Jacob Batalon) completa un trío de jovencitos que a lo largo de la película deberá enfrentarse al mundo adulto, ya sean superhéroes o supervillanos. Esa dinámica funcionó en las otras dos entregas y aquí sigue funcionando.
El tráiler nos anticipaba la presencia del Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), quien amenazaba con ser el “padre postizo” de turno, llevando a Spider-Man de la mano y dándole herramientas para cumplir con su misión. Y pese a que en un principio lo hace, con entrega de traje nuevo incluida, se hace a un lado cuando la acción lo demanda porque esta, repetimos, es la cinta en la que presenciamos la graduación de Parker/Holland.
Gracias a un hechizo que no sale como debería, llegan a la dimensión en la que se desarrolla el MCU con elementos que hasta el momento no estaban ahí. Como la suerte Parker. Esto quiere decir que nuestro personaje deberá atravesar momentos de oscuridad antes de ver la luz, y deberá darlo todo por su familia y sus amigos. No es que uno desee que le ocurran cosas malas, pero en su ADN no solamente hay trazas de araña radiactiva, sino el gen del sacrificio.
Es muchísimo lo que se ha mantenido oculto acerca de la trama. Una trama a la que se puede acusar de hacer fan service, es decir, de contar o mostrar “lo que el público quiere ver”. Lo que hay que tener en cuenta es que el fan service no garantiza un buen resultado, como nos demostró Star Wars: el despertar de la Fuerza (JJ Abrams, 2015). Aquí las referencias a otras instancias de la mitología arácnida no solamente tienen sentido en la trama, sino que funcionan. Y no solamente eso, sino que corrigen mucho más que el mundo de Parker/Holland.
En el mundo de las historietas de superhéroes existe la expresión retcon (por “continuidad retroactiva”), utilizada cuando guionistas y editores introducen cambios que afectan historias anteriores, y en muchos casos permiten apreciarlas de mejor manera. Spider-Man: sin camino a casa corrige en forma retroactiva, cuando no mejora, cosas que le ocurrieron a nuestro héroe en las últimas dos décadas. Todo mientras se suceden escenas de acción, de (buena) comedia y de (dolorosa) tragedia. Yo sé que no debería importar, pero si es posible vayan al cine sin saber cuáles serán.
Spider-Man: sin camino a casa, dirigida por Jon Watts. Con Tom Holland, Zendaya y gran elenco secreto. En cines.