Cada vez queda más claro que Netflix, número 1 de los servicios de streaming de todo el mundo, siente su corona peligrar. Es lógico, al ver cómo más y más competidores brotan como hongos después de varios días de lluvia: Amazon, Disney+, Paramount+, HBO Max. La lista crece constantemente y repasarlos en su totalidad comienza a transformarse en un trabalenguas imposible.

Pero no sólo la creciente competencia es un tema para la compañía de la N, sino que con cada servicio nuevo que aparece aumenta el número de productos sobre los que pierde los derechos de distribución. Fue así que los superhéroes de Marvel se fueron con Disney y las Harry Potter con HBO, al punto de hacer flaquear lo más potente de su catálogo (que sigue siendo el más variado o abultado, al menos por ahora).

Netflix ha encontrado un posible camino de solución –o paliativo, al menos– en la generación de contenidos propios y para ello ha dado rienda suelta a sus productores en distintas partes del mundo. Así es que tenemos producciones coreanas, sudafricanas, chinas y mexicanas que lucen el cartelito “Una producción original de Netflix” en el idioma que corresponda.

Un bien colateral de esta desesperada búsqueda de contenido ha sido la enorme variedad del material que llegó. Si antes para ver una producción israelí o nacida en Luxemburgo uno debía esperar algún festival de Cinemateca, hoy esa realidad ha cambiado.

Entre esta enorme oferta que no para de crecer, podemos ver cómo los diferentes países acometen producciones de género, cada uno a su estilo y bajo la influencia de su propia cultura. Y llegamos a producciones como esta Paranormal: horror hecho a la manera egipcia.

Momias, fantasmas, maldiciones y el infaltable escéptico

Refaat Ismail es un hematólogo y profesor de El Cairo. El año es 1979 y las cosas con Israel no marchan nada bien. Hay bombardeos cada tanto y la ciudad vive en estado de alerta. Esto poco preocupa a Refaat, un hombre gris y aburrido que fuma como una chimenea y pasa su tiempo entre sus clases evitando el matrimonio por conveniencia que le ha concertado su hermana. Ah, además está maldito desde que tiene diez años.

Refaat está maldito desde que cruzó su camino con el de Shiraz, el espíritu de una niña, y una casa embrujada en las afueras de su pueblo natal. Pero hay maneras y maneras de enfrentar una maldición, y la de Refaat es simplemente negándola. Frente a toda evidencia y pruebas de lo contrario, Refaat está convencido de que todo lo que ve y todo lo que le pasa es mero producto de su imaginación. Lleva una vida haciéndolo y le sale muy bien.

Sin embargo, la maldición que lo aqueja –y que, en un principio, no pasa de romper cosas a su alrededor, tirarle el café y darle algún que otro susto en forma de niña fantasma que aparece de repente– se complica al momento de involucrar cada vez más a sus seres queridos, lo que no le deja más remedio que, muy a desgano, buscar soluciones, sean racionales o no. Así, en seis contundentes episodios Refaat enfrentará distintas amenazas al tiempo que la macrohistoria –entender qué quiere Shiraz– se va desarrollando a su alrededor.

El tono de Paranormal es en sí mismo un hallazgo. Primero casi una comedia –mucho se logra aquí con el protagónico asombroso de Ahmed Amin, quien compone una suerte de Groucho Marx trágico y de muy pocas palabras que se va volviendo más y más querible capítulo a capítulo–, pero a medida que pasan los episodios va ganando fuerza el componente dramático y fantástico, para terminar cerrando con terror del más puro.

La serie, creada por Amr Salama, quien además escribe los guiones y dirige todos sus episodios, construye rápidamente el mundo de Rafeet y su familia para ponerla de inmediato a jugar con lo irreal y fantástico que comienza a meterse en su camino. Un mundo que es bravo de verdad, que tiene costos y consecuencias, como atestigua cada uno de los episodios que componen esta primera temporada de la primera serie de Netflix producida en Egipto.

No será la única temporada, ya que Paranormal adapta las novelas populares de Ahmed Khaled Tawfik –uno de los autores más leídos del país africano–, responsable de nada menos que 81 novelas sobre el personaje, que en Egipto es un fenómeno de lectura similar al de Harry Potter (por impulsar la lectura entre los jóvenes, no por incluir magos o academias de magia). Así que material no es algo que falte.

Ganas de seguir viendo aventuras del hosco Rafeet Ismail, esta suerte de John Constantine obligado y egipcio, tampoco.

Paranormal, de Amr Salama. En Netflix.