¿Qué fue lo que hizo este pibe de 24 años para grabar este gran disco? Capítulo 2 es uno de los mejores del año. Ni bien lo bajé de Bandcamp y puse play, me mandó a encerrarme en un baño, rendido por el llanto que me despierta cada una de sus canciones, con las que pruebo mi temple por un rato, sin éxito.
Luego de un rato en la casa de Leandro, se me ocurre que este músico de rulos y lentes bien podría ser una versión más joven y algo (sólo un poco) más inocente de Rahad Jackson, el personaje desquiciado de Alfred Molina en Boogie Nights. Es cierto: aquí no hay un joven chino arrojando petardos en la oscuridad, nuestro entrevistado no tiene puesta una bata de seda color plata, y, por ahora, no empezó a sonar algo como “Jessie’s Girl”, de Rick Springfield, pero el resto nos hace viajar con facilidad a los decorados con los que Paul Thomas Anderson recreó el fin de la época dorada del porno en California. Leandro, como Rahad, es un aficionado del buen sonido al servicio de la música; lo que se dice, coloquialmente, un enfermo de las máquinas y los instrumentos con los que se pueden hacer o escuchar una canción.
Detrás de su sillón tiene un viejo equipo de audio alemán de marca Grundig a válvula, heredado de su abuelo materno. “Lo mandé restaurar y está andando divino. No sabés lo que suena; el volumen que levanta te despeina”. A un costado, la pared es de una pecera enorme donde aún viven dos peces. “El resto se me murieron y tengo que arreglar el tubo de luz”, dice, sobre el legado de Ricardo, su padre pescador, que falleció el año pasado y habita en todos los rincones de este lugar, en forma de trofeos, cuadros de hazañas, y pescados de plástico y cerámica como adornos protectores. Lo más suyo, me parece, es un piano que permanece encendido desde la mañana hasta que se va a dormir.
Estudió comunicación audiovisual e hizo un corto que se llama Un día en Las Toscas, con el que ganó un premio. También fue el responsable y compositor de la música para las obras de teatro Terrorismo emocional (Josefina Trías y Bruno Contenti) y Un drama escandinavo (Vika Fleitas, Alejandro Bello, Contenti), con las que ganó otros premios y, dice, aprendió un montón recorriendo todo el país como músico en escena.
Después, inspirado por la docente y curadora de arte Elena O’Neill y su llamador interés por la música hindú, se puso a estudiar museografía. Pero Leandro reconoce en la música su gran pasión. Recuerda cuán enganchado estaba con la sonoridad del movimiento indie local desde que descubrió a Pau O’Bianchi y sus Tres Pecados y hasta la explosión de Julen y la Gente Sola.
El primer regalo que le hicieron cuando nació fue una caña de pescar que todavía conserva, y fue su padre quien lo inició en el rock, en un instante que recuerda perfectamente: “Mi viejo. Curtió mucho Crosby, Stills, Nash & Young. Un día me puso ‘Suite: Judy Blue Eyes’ en Woodstock y me dijo: ‘Esto es lo más grande que hay’. Eso me quedó para siempre. Emmerson, Lake & Palmer, también. Y a los nueve o diez años ya estaba estudiando piano, que es mi instrumento principal y fue con lo que arranqué”.
El primero de sus LP como solista se llama Es Beb, y con la música pudo volver a recorrer el país como parte de la joven y mítica banda uruguaya Algodón. Este Capítulo 2, su segundo LP, lo editó bajo el sello rioplatense Queruza y está disponible para escuchar en todas las plataformas digitales.
“Para mí tiene pila del espíritu de Capítulo 2, como esa luz que por ahí no es dorada, pero es medio bronce, y cuando sale el sol te das cuenta de que es muy barrio”, dice sobre el barrio Larrañaga, un conjunto de manzanas “medio invisible”, entre Jacinto Vera, La Comercial y La Blanqueada.
“En sí acá no hay nada: tenés un lugar para tomar birra, dos panaderías y una carnicería en todo el barrio. Lo mismo que en Las Toscas”, dice, y recuerda el balneario que recortó para su cine y donde se fue a vivir su madre. Por eso ahora vive aquí, solo, donde se crio, cerca del club Urreta y rodeado de espacios verdes como las plazas John Lennon y Bob Marley.
Su educación como cantante se inició en una escuelita de Todo Música y con una profesora con “voz rasposa” de la que no recuerda el nombre. Siguió con el cubano Eddy Peñalver: “Una eminencia en el canto soulero y de gospel. Estudié un par de años con él y me sacó bueno”, reconoce. “Tuve una época, muy de chico, en la que me agarró una locura por Ray Charles. Me obsesioné. Dejé de lado el rock y me centré en su música. Hasta ahora me acuerdo de memoria todas las letras de sus canciones. Y a partir de ahí, Marvin Gaye, Al Green, Sam Cooke y Stevie Wonder, que cuando estaba estudiando canto era mi máximo referente. Era muy maratónico cómo estudiaba, te exige. No es Leonard Cohen, que también me encanta, pero si querés cantar como él no vas a estudiar, vas al bar”.
“El tono personal del disco lo manejé a conciencia, en el sentido de que quería tener una especie de calidad, como de un mainstream de viejo, pero con una sensibilidad bien indie y under de la movida cortita montevideana que fue la que escuché en toda mi adolescencia”, dice sobre Capítulo 2. “Surge literalmente como un capítulo dos de mi vida. Estaba terminando la facultad, falleció mi viejo, corté con mi novia de muchos años, empecé a tener que lidiar con abogados, bardos familiares y juicios, y dije ‘ta, estoy en un capítulo dos a full’. Fue casi de un año para otro. Yo lo siento como un cambio de era. Tiene algo muy otoñal. De algo a punto de caer, y de dejarlo caer. No está desprovisto de dolor, pero tampoco de belleza”.
El tema “Re igual” abre otras puntas a su música: “Me inspiré mucho en Steely Dan, que está en mi top ten de bandas favoritas. Tengo a los Beatles –nadie los puede sacar de ahí–, Dylan es mi obsesión de toda la vida, y Steely Dan me fascina. Me gusta mucho el audio que lograban. No sé si fue la escuela de mezcla de los 70 en Los Ángeles o qué. Tenían un dolby o un denoiser con el que le sacaban el ruido al audio y quedaba todo sequito y prístino. Si hacés una cronología del uso de cinta para grabar, en los primeros discos de los Beatles escuchás de base un ruido de lluvia y el bajo, todo atrás, pero después de años de investigación y práctica del uso de cinta llegó un momento en que había tipos que la manejaban como unos cirujanos, y coincide con esa época de discos como Aja [Steely Dan, 1977]. Entonces era al mismo tiempo el declive y el punto más álgido en la calidad del uso de cinta. Después entramos en lo digital y un poco cayó. Ahora tal vez lo digital puede sonar tan bien como lo analógico. Siempre me pareció bellísimo cómo sonaba todo en los discos de Steely Dan, y con ‘Re igual’ pensé: ‘Necesito hacer un tema así, bien rock de yate; dad rock también le dicen. Compuse eso desde ahí. Tiene un solo larguísimo al final, puse a mi viejo roncando de fondo y un sample del disco Lalala de [Charly] García y [Luis Alberto] Spinetta; es del final de ‘Pequeño ángel’, cuando Luis dice: ‘Shhh, no hagan ruido que están todos dormidos’”.
Agenda
Hoy sábado
Ruidos Wild, Los Lunes y Especiados se presentan en Midas Music (Rondeau 1493). “The punk is back”, anuncian. Entradas: $ 150.
La cantautora Camila Ferrari (de Los Dobers) es la responsable de abrir una nueva fecha del ciclo Trampolín en Sociedad Urbana Villa Dolores. Reservas al teléfono 092 497 986.
Por entradas agotadas, Milongas Extremas agrega una función hoy a las 21.00 en La Trastienda (Fernández Crespo 1763). Entradas: $ 650 y $ 750.
Domingo
Paul Higgs propone Sesiones al sur a las 20.00 en Montevideo al Sur (Paraguay 1150).
Grupo Antillano festeja su aniversario 55 en Chains Pub (Soriano 827). Únicos 100 lugares “para disfrutar de todos los clásicos de esta banda”. Entradas: $ 465 en Redtickets.
Para el 24 de agosto
DJ RC (hip hop) y DJ Vanderike (funk) animan Agrooveración fiesta a las 20.00 en el Teatro de Verano de Parque del Plata. Entradas anticipadas: $ 150.
“¿Tenés ganas de escuchar clásicos de rockabilly, folk & doo wop?”. Club 74 presenta a Elvis Peyo Barrios (Peyo Barrios y Erre Melián). Convención 1241. Entradas a $ 330 en Redtickets.