El estreno de una ficción nacional en televisión sigue siendo noticia. Y en la segunda mitad de setiembre se producirá un nuevo hecho noticioso, con la llegada a la pantalla de Canal 10 de Temporario, un proyecto que llevó a que el escenario del teatro El Galpón se transformara en un set de filmación.
Serán ocho capítulos unitarios que se desarrollarán en la misma locación: un apartamento de alquiler temporario al que llegarán diferentes personajes con sus historias. Se trata de una idea original de Esther Feldman, autora de series como Lalola o Los exitosos Pells, guionista de Okupas, y que en nuestro país escribió La oveja negra.
Pero para entender la existencia de esta serie hay que comenzar por una pandemia, un teatro vacío y “una actitud siempre muy proactiva que tuvimos en El Galpón frente a la realidad”, según cuenta su director, Héctor Guido. “A la realidad no hay que observarla en forma pasiva, sino que hay que aceptar sus desafíos y aggiornarte. No nos imaginábamos el teatro volviendo a lo de antes”.
Así comenzó la investigación de cómo mantenerse en comunicación con el espectador. Las primeras pruebas se hicieron con cámaras de seguridad. “Instalamos 14 cámaras en el escenario, se fueron calibrando. Lo hizo todo Guillermo Casanova”.
Casanova (Mamá era punk, El viaje hacia el mar) es el director general de Temporario. Ahora recuerda esas primeras experiencias: “Si había cámaras de seguridad que te agarraban el rostro y te mostraban quién eras, entonces la calidad tenía que ser alta. Empezamos a trabajar, a definirlo, y el streaming quedó muy bueno. Se volvió a cerrar el teatro y ahí empezamos a trabajar la idea de hacer teatro filmado”.
“Se hizo una reformulación de toda la técnica del teatro, viendo cuáles eran los puntos de contacto con el audiovisual”, agrega Guido. “Los iluminadores de teatro aprendieron a iluminar para una cámara; los que hacen escenografía, a hacer el arte para un set de televisión. Y ahí vino un largo diálogo con gente del cine, surgió esa gran familia que armamos entre gente del cine, dramaturgos, técnicos del audiovisual y el teatro. Vino la locura de transformar el escenario en un set de televisión”.
De Airbnb en Airbnb
Luego buscaron especialistas en contenidos. “Ahí conocimos a Esther Feldman. Le pareció muy innovador y nos propuso una idea concreta, que era hacer una sola escenografía. Lo definió en un apartamento, y que los contenidos y las historias fueran variando de acuerdo a quienes lo habitaban”.
En una reunión con José Miguel Onaindia, quien luego sería asesor artístico de la serie, Feldman habló de las posibilidades de generar ficción en Uruguay. “Generar un proyecto de ficción no necesariamente es imposible desde lo económico. Conté experiencias propias, como haber hecho En terapia o Variaciones Walsh, que fueron ficciones de media hora dentro de una única locación o escenografía”.
A eso le sumaría su experiencia personal: “Desde octubre del año pasado, que vendí mi casa en Buenos Aires, hasta el día de ayer, literalmente, que habité mi casa nueva, viví de un Airbnb a otro Airbnb. A partir de eso se me ocurrió este formato de una única locación, que es un apartamento temporario que van rentando diferentes personas y generando diferentes tipos de historias. Y hubo una coincidencia con que El Galón, desafortunadamente, con el parate del teatro estaba a la búsqueda de un proyecto de este tipo, nos juntamos y empezamos a pensarlo”.
Allí comenzó la convocatoria, señala Feldman. “Lo hicimos con valores artísticos y técnicos 100% uruguayos. Se convocó a dramaturgos y guionistas para generar las historias, yo trabajé en la supervisión del proyecto a nivel de contenido y José Miguel hizo el asesoramiento. Estoy muy feliz por la combinación con El Galpón, con Guido y toda la gente del teatro; con lo que se generó, tanto desde el contenido como desde el enfoque visual. Me parece que es una buena punta de lanza para empezar un camino”.
“En el llamado de los guiones todos dijeron que sí. Y cuando empezaron a llegar, empezamos a levantar la vara. Dijimos: ‘Hagámoslo un poco más cinematográfico’. En vez de hacerlo con cámaras de seguridad lo hicimos a una cámara, con una buena cámara, con buena fotografía y un desarrollo más televisivo y cinematográfico”, contó Casanova. Los convocados fueron Gabriel Calderón, Pablo Stoll, Laura Santullo, Rodolfo Santullo, Carlos Morelli, Federico Borgia y Marcos Acuña.
Feldman destaca la variedad de historias recibidas. “Hubo diferentes formas de trabajar, diferentes conexiones, diferentes propuestas. Gente con más experiencia audiovisual, gente con experiencia teatral... Con cada uno se trabajó el no repetir contenidos, y que mantuvieran dentro de lo posible su manera de escribir. Mi rol fue acompañar a quienes tenían menos experiencia audiovisual, discutir el contenido con quienes sí la tenían, y tratar de que el programa tuviera una unidad. Eso es algo que se tiene que ver”.
Guionistas
Stoll evalúa su experiencia con el guion que le tocó escribir: “El trabajo tenía que ser un poco autoral, por eso llamaron a muchos tipos de guionistas para que cada uno aportara un poco de su mirada, sin perder de vista que es una cosa para televisión abierta, que no es lo que se está escribiendo últimamente”.
“Todas las últimas cosas que escribí fueron para plataformas. En la serie que dirigí en Colombia (Ruido capital, de Movistar Play) nadie se preocupaba del rating o el horario. Era una cosa bastante autónoma. Esto tenía otro cariz, desde ese punto de vista. Y una cosa que estaba buena era trabajar en relación a los demás. Sabiendo que no lo iba a dirigir, que no es una cosa que me ha pasado mucho, y sabiendo que los actores tampoco los iba a elegir yo. Está bueno porque es escribir para una compañía, que vos escribís los papeles y la compañía se encarga de repartírselos. Eso me pareció que estaba bueno y nunca lo había hecho”.
A la hora del guion, pensó en la premisa. “Es una casa que no es su casa, están de prestado; eso era lo que me parecía más interesante para escribir. Qué tipo de personaje podés encontrar en ese lugar. Están esperando algo o haciendo un trabajo por fuera; no van ahí a quedarse por lo linda que es la casa. Buscar por ese lado fue lo más interesante; de hecho, escribí tres guiones hasta que uno dio con el tono y con el resultado”.
Y adelanta: “Hay tiros, hay un fantasma, cosas así. Lo que no hay son dos hermanos en una fábrica de medias. En ese sentido, no sé si es lo que se supone que debería haber hecho”, dice en referencia a la historia de Whisky, la película de 2004 que codirigió con Juan Pablo Rebella.
Con los textos escritos llegaría el turno de que trabajara el elenco, que integraban actores y actrices de El Galpón. Guido lo explica: “Hicimos procesos de ensayos extensos, para ver cómo hacíamos que el lenguaje teatral se adaptase al lenguaje de una cámara. El actor y la actriz de teatro trabajan con una energía y proyectando para un espectador que se encuentra a 20 filas del proscenio. Entonces proyecta su voz, trabaja el gesto... Hay una energía muy particular en el teatro”.
“Lo importante era que el lenguaje audiovisual aceptara el teatro, y que el lenguaje teatral aceptara el audiovisual. No se trata de que nosotros ahora somos actores de televisión, ni que la televisión está filmando teatro. Estamos buscando un lenguaje identitario de este casamiento, de esta armonía que hemos tratado de encontrar”.
Casanova suma una anécdota de lo que sería la “luna de miel” entre esos lenguajes. “Hubo cosas cómicas, como cuando se sentaban cuatro en una mesa y los cuatro se ponían mirando a la platea, automáticamente. O cuando tenían que decir algo importante y no miraban a los ojos, sino a la platea. Pero una vez que empezás a trabajar, el actor es uno solo. No es que hay un actor de televisión, un actor de cine o un actor de teatro. El actor está acostumbrado a trabajar más en teatro, cine o televisión. Pero hay dos tipos de actores: el bueno y el malo. Cuando el actor es bueno, se adapta muy fácilmente”.
El director general también reflexiona sobre esa unión desde el punto de vista del lenguaje audiovisual. “Uno en teoría dice: ‘Qué bueno sería mostrar la platea en el medio del drama, o al final’. Plano final, paneás y está toda la platea iluminada, como para decir: ‘Estás en el teatro El Galpón. Esto no es televisión. Esto no es cine’. Es muy fuerte. Pero cuando lo hicimos, era romper demasiado la cuarta pared, y eso lo vamos a tener que ver en el montaje”.
“Hay muchas cosas que tenemos que probar, experimentar y ver qué es lo que queda. Pero queremos mostrar que es el teatro El Galpón y que ante el caso de urgencia estamos haciendo cosas para televisión. No nos dejan actuar, no nos dejan salir en teatro, salimos en televisión. Es la militancia de El Galpón y está buenísimo. Salimos a pesar de todo”.
La viabilidad
¿Cómo sostener un proyecto tan complejo, partiendo desde un ámbito cercano, como el teatro, pero a la vez muy distinto? “Este proyecto es viable porque, primero, hay una inversión millonaria que ya está hecha, que es el escenario de El Galpón. Tenemos la parte de audio, de luces, hay un equipo técnico que siempre fue de primera a nivel teatral y que fácilmente fue aprendiendo y adaptándose al audiovisual”, opina Guido.
“Había algo muy importante: habíamos acordado con Canal 10 la posibilidad de tener pantalla para sacar esto, y no era menor comenzar un proyecto sabiendo que teníamos un canal de aire para salir”, remarca. “También hay que resaltar que hemos trabajado en coproducción con Lavorágine Films, aplicamos a los fondos del Programa Uruguay Audiovisual y los obtuvimos, lo presentamos en Montevideo Socio Audiovisual y ganamos. Si bien no empezamos con esa intención, terminó siendo muy beneficioso en el sentido de que obtuvimos fondos para poder realizarlo. Y nos puso a prueba, porque esos fondos tenían sus jurados”.
Guido es también consciente de las dificultades: “Sabemos que contamos con una realidad muy adversa. No estamos con políticas culturales que a esto le soplen buenos vientos, pero quizás en el audiovisual contemos con más fondos y más comprensión que los que tenemos en el medio teatral, que por el momento sigue estando muy solo en una realidad terrible”.
Temporario, en todo caso, no será un debut con despedida. “Nos proponemos que esta productora de contenidos para medios audiovisuales no sea circunstancial, sino que se integre al proyecto de El Galpón, y que podamos funcionar de aquí en más en forma simultánea la producción teatral, que nos permite cumplir con nuestra razón de ser y seguir produciendo contenidos para no estar ajenos en los grandes medios de comunicación”, dice Guido.
Feldman aporta su visión sobre un tema tan repetido en nuestro medio: lo reducido del mercado. “El mercado es el mundo. Claramente el mercado local es tu primera punta de lanza, pero si el contenido es universal... En cualquier plataforma ves ficciones producidas en Islandia, que en términos de mercado interno es igual que Uruguay. Seguramente habrá una diferencia de producto interno bruto, pero en términos de consumidores es exactamente igual. Y, sin embargo, ese contenido está en una plataforma y yo, desde Uruguay, me siento y veo no una, sino varias series. Entonces, me parece que la primera barrera que tenemos que romper es pensar que generás un producto que nace y muere dentro de las fronteras uruguayas”.
“Nadie puede garantizar los resultados. Yo creo que hay una gimnasia en el público de aceptar productos hechos localmente. Acá hay una calidad actoral suprema. Soy gran consumidora de teatro uruguayo, y muchos de los actores trabajan en las series que se hacen para el exterior. Hay que hacer que el público empiece a querer y a buscar a sus actores, a sus directores, a sus dramaturgos. Eso se ejercita, pero si hacemos un producto cada diez años es difícil generarlo”, dice la creadora argentina.
La clave está en marcar un recorrido. “Si vos vas a querer hacer una serie con efectos especiales, bombas y autos que vuelan por el aire... Cuanto más alta es la apuesta económica, más alta es la exigencia de éxito. Entonces, entrás en un embudo complejo. Creo que hay que hacer un camino. Yo uso una metáfora geométrica: un punto solo está perdido en el espacio. Trazás dos puntos y tenés una línea, y ahí se arma un camino. Lo difícil siempre fue llegar al segundo punto”, opina.
El director de El Galpón coincide en este aspecto. “El asunto es romper el hielo, y el desafío más grande es que esto tenga el apoyo de la gente. Que esto entre en una competencia de mercado, que la gente de teatro esté en ese plano ni pensamos, porque no trabajamos con competencias, y menos de mercado”.
Para el final, Guido utiliza imágenes de la actividad teatral para ilustrar su opinión sobre el papel de Uruguay en la industria audiovisual internacional: “No podemos dejar de analizar que la ficción nacional no existe. No sólo es innovador lo que estamos haciendo; es algo que involucra a los artistas uruguayos. Estamos siendo un país de servicios frente a las grandes productoras o cadenas internacionales que vienen a Uruguay por intereses puramente económicos, pero a nivel artístico no tenemos la palabra. Y acá lo que queremos es tomarles la palabra a esos medios para expresarnos nosotros y no ser un actor de reparto. Queremos ser protagonistas”.