HBO Max incluye en su catálogo un documental de 2019 llamado Desangrando a Silicon Valley (The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley), que en los últimos días ha recobrado relevancia. ¿Por qué? Porque la Justicia estadounidense encontró culpable de fraude a la empresaria Elizabeth Holmes, la “inventora” del título, al menos del original en inglés. La “desangradora”, vamos. Tenemos hasta setiembre para conocer la sentencia, pero mientras tanto podemos conocer las circunstancias que la llevaron de ser la heredera de Steve Jobs a la protagonista de un escándalo.

Pero hay dos cosas que ni siquiera la Justicia podrá sacarle a Holmes de su lista de comparaciones con el capo de Apple. La primera es la omnipresente polera negra y la segunda es el personalismo. Porque Theranos, la empresa que fundó y que logró conseguir cientos de millones de dólares de inversionistas privados, era la empresa de Elizabeth Holmes. Y esos ojos enormes que casi no pestañeaban eran, al menos en el mundo del marketing, gran parte del gancho de la empresa.

¿Y la empresa? La empresa prometía algo que parecía imposible. Porque lo era. Con una gotita de sangre y con la ayuda de una máquina del tamaño de una impresora láser hogareña, Theranos prometía decenas y decenas de resultados sobre el funcionamiento de tu cuerpo, que permitirían detectar o prevenir enfermedades y malos funcionamientos del organismo.

Holmes se dedicó a vender la idea, porque así comienza esta clase de proyectos, como podrán haber visto en la maravillosa comedia llamada (justamente) Silicon Valley. Los poseedores de las chequeras escuchan un sueño y arriesgan de acuerdo al potencial de ese sueño, que en su momento fue amplificado por charlas Ted, entrevistas en grandes medios y comentadas movidas de prensa. El mundo quería creer en el próximo gran avance de la medicina y la mujer de la polera no tenía intención de llevarles la contra.

Con la forma de crónica de una muerte anunciada, el documental dirigido por Alex Gibney nos muestra una empresa con un perfil cada vez más alto, que comienza a generar mentiras cada vez más grandes para seguir captando el dinero necesario para la fabricación de una máquina cada vez más alejada de cualquier realidad. Holmes enredaba sus declaraciones cual vocera del gobierno de Trump, mientras las primeras pruebas de los análisis eran realizadas con máquinas de la competencia. Más caras y mucho más grandes, por supuesto.

Lo cercano en el tiempo y la exposición de la fundadora de Theranos hace que podamos seguirla de cerca, con muchísimas filmaciones en las que intentamos descubrir qué esconden esos ojos demasiado abiertos y cuánto se cree Holmes de su propia mentira. Porque al final de cuentas lo que hay es una compañía que gastó un montón de plata y no ofreció contraprestaciones. Por eso la Justicia encontró a esta mujer culpable de fraude a los inversores... pero no al público. A ese podés engañarlo todo lo que quieras, como tenemos bien claro.

La parte formal del documental es prolija, acompaña, logra que entiendas la historia. Pero es la historia la que te engancha y te mantiene en vilo mientras esperás que de un momento a otro le corran la cortina a la Polera de Oz y revelen a la tramposa mujer que se escondía detrás.

Desangrando a Silicon Valley, dirigida por Alex Gibney. En HBO Max con suscripción o paquete en NS Now o similares.