Ahora lo podemos decir: esta serie tenía todos los boletos comprados para el fracaso. Tomaba a un villano icónico de las películas de los años 80 y lo presentaba como un antihéroe (o un antivillano), al tiempo que nos mostraba los defectos de uno de los personajes más queridos del cine, del que, además, no nos interesaba conocer su futuro. ¿Daniel-San como vendedor de autos? Por favor, tengo cosas más importantes que hacer.
Para peor, Cobra Kai debutó en 2018 en pleno auge de las plataformas, dentro del intento de Youtube de presentar contenido original, algo que duró menos que una flatulencia en un cesto de mimbre. Sin embargo, casi cuatro años después seguimos hablando de una serie que se apoya en la nostalgia (nadie va a negarlo) para contar nuevas historias, que tienen mucho de ochenteras, ya sea por sus protagonistas o por cierta inocencia y moralidad de las que Los Sopranos y Breaking Bad nos habían hecho perder la costumbre.
Después de cuatro temporadas, Johnny Lawrence (William Zabka) continúa siendo nuestro principal punto de vista. Aquel jovencito que se comió una grulla en la cara y al que el señor Miyagi salió a defender viene intentando reconstruir su vida laboral, amorosa y familiar, con las dificultades de ser parte de una ficción televisiva. Es decir, luego de cada éxito ocurrirán calamidades nuevas.
Daniel LaRusso (Ralph Macchio) comenzó como un simple antagonista, la vuelta de tuerca de la historia original, pero con el correr de las temporadas logró que su personaje volviera a ser querido y que incluso se aliara a su némesis en más de una oportunidad. Siempre sacándose chispas y siempre encontrando calamidades detrás de los éxitos. No se olviden.
Mientras tanto, la serie consolidó un karatekidverso que contó con apariciones especiales, cameos celebrados y actores que, sin grandes proyectos en la actualidad, aceptaron subirse a un camión que cada vez tiene una mejor recepción. Temporada a temporada vimos llegar a John Kreese (Martin Kove), Chozen Toguchi (Yuji Okumoto) y hasta el mismísimo Terry Silver (Thomas Ian Griffith), con Elisabeth Shue dándose una vueltita en el papel de Ali. Si estos nombres no representan mucho para ustedes, busquen la trilogía original.
Si algo se le puede criticar a Cobra Kai, después de tantos episodios (¡40!) y tantas alegrías, es que un elemento narrativo se vuelve algo repetitivo, aunque no desentona de la ochentería y el mismísimo origen de la serie. Me refiero a la redención.
La serie existe para redimir a Johnny y desde entonces ha tenido numerosos villanos, empezando por el mismísimo Daniel-San. Pero tarde o temprano empezamos a verlos con otra luz, a entender de dónde sale tanto enojo, y finalmente los vemos aprender de sus errores. Esto está genial y ojalá el mundo funcionara de la misma manera, pero eso crea un “vacío de maldad” (ponele) y obliga a la llegada de nuevos villanos, que recorrerán caminos de redención similares.
Con todos sus clichés, su olor a años 80 y sus ciclos inevitables de violencia (ahí sí se parecen al mundo real), Cobra Kai vuelve periódicamente a Netflix para mostrarnos el lado bueno y el lado malo del karate, con sus héroes imperfectos y sus villanos que tienen un costado honorable. Incluso Terry, calculo, si le damos un tiempo.
Cobra Kai, con William Zabka y Ralph Macchio. Cuatro temporadas (40 episodios de aproximadamente 30 minutos). En Netflix.