Con los estrenos casi paralizados por la pandemia de covid-19 entre 2020 y 2021, cualquiera podría llegar a creer que fueron años escasos en materia de buen cine. Y es verdad que al menos los grandes tanques estadounidenses estuvieron a salto de mata, postergando estrenos y retrasando rodajes, y que la cosa tampoco fue tan distinta para el cine más artístico o independiente.
Sin embargo, y de manera poco sorprendente para quienes siguen el constante flujo destacado en materia audiovisual escandinava, desde Dinamarca llegaron las mejores películas del año pasado. Tanto la ganadora del Oscar Otra ronda (Druk) con su retrato tragicómico de la crisis de los 40 y el gran consumo de alcohol que ocurre en el país europeo como la estrenada recientemente en nuestros cines Justicieros (que todavía se encuentra también en Netflix), con su particular relato de venganza, nos mostraron y reiteraron el estupendo nivel cinematográfico que constantemente entrega Dinamarca a todas las pantallas, amén de recordarnos qué inmenso actor es Mads Mikkelsen, en dos roles antagónicos por completo.
A las dos películas mencionadas se les suma, también en Netflix, Zona de choque, que voló más bajo que aquellas, pero que es una absoluta obra maestra y que demuestra que el mejor cine firmó el año pasado una trifecta en el país de los vikingos.
Imaginemos por un momento que el infame caso de George Floyd ocurre en Dinamarca y que la víctima es un inmigrante árabe llamado Talib Ben Hassi. La detención policial violenta termina con el detenido en coma, con la Policía en el punto de mira por su accionar violento y con el principal barrio de inmigrantes en pie de guerra.
La acción de Zona de choque se ambienta en el día después de ese suceso, cuando toca salir a patrullar. La orden de las altas esferas es simple: no entrar en el gueto de Svalegården salvo que sea imprescindible y dejar que las aguas se calmen, dado que estamos ante un barril de pólvora a punto de estallar.
Para reducir riesgos, el alto mando empareja al oficial Jens Hoyer (Simon Sears), calmado y medido, con su colega Mike Andersen (estupendo Jacob Lohman), quien es un cable pelado racista y agresivo. Obviamente, el control que Hoyer puede tener sobre Andersen es nulo y no tardamos nada en meternos en Svalegården para hacer un arresto.
La situación se desborda y cuando ya todo está muy muy mal, se informa que Talib pasó a mejor vida en el hospital. Estallan disturbios de inmediato y en todas partes –con particular foco, cómo no, en Svalegården– y el caos se impone en toda la ciudad. Es así que Hoyer, Andersen y el detenido casual que motivó su ingreso al gueto (Tarek Zayat) tratan de salir sin ser linchados por la creciente turba.
El resultado es un notable ejercicio de cine de acción y policial muy inspirado en la labor de maestros clásicos de acción estadounidenses. Remite, por ejemplo, a Asalto al Precinto 13, de John Carpenter y The Warriors, de Walter Hill, y en general, al tono y marco de las décadas de las décadas de 1970 y 1980, pero con estilo y espíritu propios en la labor de Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm, guionistas y directores debutantes de esta maravilla. El relato no se detiene nunca, la tensión es insoportable, la situación complicada y el planteo por completo a la altura.
Shorta, el título original de la película, significa “policía” en árabe, pero prácticamente no ha circulado con su título de origen, sino como Enforcement, El peso de la ley o Zona de choque, es decir, con títulos bastante genéricos que no contribuyeron a su destaque, lo que es una enorme injusticia.
Zona de choque, de Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm. 108 minutos. En Netflix.