En el último concurso oficial de carnaval, Mi Vieja Mula terminó en el puesto 13 de su categoría. Ni esa clasificación ni las muchas suspensiones de sus presentaciones en el concurso (por lluvia, por covid o todo junto) les impidieron convertirse en la murga más popular de la última edición del carnaval.

Los 1.301 puntos que le otorgó el jurado no le permitieron clasificarse a la liguilla y fue a parar a un segundo pelotón de murgas, que queda olvidado en la tradicional noche de fallos, cuando se anuncian los ganadores.

Tampoco hubo papelitos al aire disparados por un cañón cuando les tocó subir al Teatro de Verano. “Lo que pasa es que Daecpu te regala el primero y el segundo te lo vende”, dijo un integrante de Mi Vieja Mula en referencia a Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay, que organiza el concurso junto a la Intendencia de Montevideo. “El primero no lo quisimos, así que el año que viene tenemos dos gratis”, continuó explicando acerca del cotillón previsto para los momentos de la presentación y la retirada de cada conjunto participante.

En paralelo a lo que ocurría en el Teatro de Verano, Mi Vieja Mula se convirtió en un fenómeno viral en las redes sociales desde que arrancaron los tablados. Por inusual entre sus pares y por su calidad artística llamó la atención de carnavaleros y no carnavaleros con su abordaje de la temática “Varones carnaval”. Lo mismo pasó con su cuplé sobre el Maestro Óscar Tábarez y con su alegoría sobre las endebles condiciones laborales de los ciudadanos extranjeros que trabajan en el reparto de comida rápida. La pegaron con su variada y atractiva musicalidad y con su chispeante humor.

Fue la única murga paritaria del concurso y recibió el premio a la “Igualdad de género” otorgado por Daecpu y Fábricas Nacionales de Cerveza. La agrupación salía vestida como una horda de inocentes turistas recién llegados al país y locos por fotografiar nuestra realidad. Su espectáculo Hola, Uruguay recibió el aplauso, las risas y el reconocimiento de espectadores de todos los barrios y a la murga se la comparó, no pocas veces, con la quijotesca Antimurga BGC.

Antes de su actuación en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre, la murga completa nos recibió en su local de ensayo.

“A mí me invitó un amigo. Yo estaba en una banda de cumbia”, cuenta Tensil Laurente, segundo en el coro, sobre su llegada al grupo. “Yo les escribí al Instagram y me dijeron que no había lugar, pero fui igual a un ensayo a ver si podía quedar como suplente y al final el titular nunca apareció”, relata Rocío Goñi, prima, una de las más nuevas del conjunto. “Yo entré por la hermana de Seba. En realidad, primero me gustó el grupo y después empecé a aprender a tocar los platillos”, confiesa Victoria Nogués.

Sebastián Mederos, responsable de textos y puesta en escena de la murga, piensa que quizá la distancia con las familias tradicionales de Momo, al contrario de lo que podría suponerse, terminó acercándolos a los orígenes del carnaval, “cuando una vecina se ponía una peluca y se disfrazaba de presidente”.

¿Con qué momento se quedan de este carnaval que pasó?

Mariano Reperger: Con el momento en que tuve que salir a dirigir la murga de la nada. Yo soy el director responsable, pero no salgo. Romina [Repetto, directora escénica] se agarró covid y en dos días teníamos que actuar. “¿Te animás a dirigir la murga?”, me preguntaron. Estuve a cinco horas de subir al Teatro de Verano, pero se suspendió la actuación.

Micaela López (sobreprima): Todos los tablados eran re zarpados, pero la segunda rueda del Teatro de Verano fue muy emotiva. Lloramos todes. Fue como “llegamos hasta acá”. Igual en los tablados tenés un goce que el teatro no tiene. En el escenario de la plaza Primero de Mayo había gente esperándonos de madrugada.

Mariano: El día del apagón fue muy fuerte. Y coincidió cuando hicimos por primera vez el cuadro de “Varones carnaval”. La reacción del público fue increíble.

Micaela: Y encima en el momento en el que estamos terminando de pronunciar “varones carna...” se corta la luz no sólo en el tablado, sino en el Palacio Legislativo y en toda la ciudad. Se apagó la ciudad. Parece que hubo una falla técnica.

Fabián Biramontes (segundo): Para mí nos caminaron.

¿Cuando empezaron a sentir que estaba pasando algo especial con la murga?

Micaela: Cuando nos empezaron a pedir fotos. La primera vez que fuimos a Atlántida, todavía no habíamos hecho tablados y la gente ya nos conocía de la prueba [de admisión].

Sebastián: En diciembre, antes de carnaval, hicimos una actuación con Metele Que Son Pasteles, y si bien nuestro espectáculo no estaba terminado, ya ese día tuvimos una muy buena respuesta de un público que era prestado. Para mí, fue tipo: “Esto que estamos haciendo puede estar bueno”.

Romina: Desde que arrancó carnaval, en Twitter y en las redes sociales empezó a correr mucho el nombre de la murga, y después, cuando vi gente del público cantando nuestras canciones, fue tremendo.

Micaela: Y no eran familiares.

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¿Con qué actitud entraron al carnaval 2022?

Romina: Con una actitud súper humilde, sorprendiéndonos por todo, sabiendo que somos un grupo nuevo de gurises que estamos aprendiendo.

Sebastián: Hay algo que nos pasó en el Desfile Inaugural que grafica muy bien nuestra actitud. Cuando termina el desfile y dan los fallos por la radio, empiezan a nombrar a cada murga y sus puntajes y a nosotros no nos nombran. Nos habíamos quedado hasta las siete de la mañana para escuchar ese momento y pensamos: “Bueno, nos habrán descalificado”; lo único que hicimos fue subir unos tuits en clave de humor. Después, hablando con Fabián Cardozo, [presidente de aquel jurado] nos dijo: “Menos mal que ese olvido me pasó con ustedes, porque con cualquier otro conjunto hubiera sido un drama en Daecpu y llamadas para aquí y para allá”.

¿Esperaban la respuesta que tuvo el repertorio?

Micaela: Yo personalmente no dimensionaba lo que pasó. La reacción fue tan zarpada que nos parecía inexplicable. Una persona subió el video de “Varones carnaval” y tuvo como 15.000 visitas. O con un chiste de la presentación, que era tipo “Daecpu, 3.000 dólares”, la gente se moría de risa. Para mí, teníamos cosas más graciosas.

Romina: Podés tener una idea, pero hasta que no la sacás a la calle no sabés realmente qué va a pasar. El cuplé de Tabárez lo teníamos de relleno, pero funcionó muy bien y terminó nominado como uno de los mejores del carnaval.

Sebastián: Con lo que teníamos cierta certeza era con la propuesta estética. Sabíamos que iba a hacer ruido lo de hablar como turistas extranjeros todo el espectáculo. Me acuerdo de que en la prueba de admisión nos preguntaban: “¿Van a estar los 45 minutos hablando así?” Y después, en la primera rueda del concurso, la reacción de la gente fue muy buena, pero había algunos que decían: “No los soporto”.

Romina: Nosotros íbamos preparados para cierta resistencia dentro del público y, sin embargo, nos sorprendió recibir tanta aceptación.

Sebastián: Después de la primera rueda hubo una integrante del jurado que nos dijo que después de vernos se tuvo que tomar un Perifar.

Farala Estrugo (puesta en escena): Pasa que hay gente que tiene que ir a terapia.

¿Cómo nació la idea de los turistas?

Sebastián: La murga tiene una manera de encarar sus espectáculos que es desde un personaje. Trabajamos sus contenidos, su musicalidad, cómo habla, cómo se para en escena. Pensamos en un personaje medio naíf o tonto; ya habíamos hecho el ejercicio de hablar con otro acento cuando hicimos un espectáculo en el que cantábamos como una chirigota de Cádiz.

¿Para ustedes terminó carnaval?

Romina: Para nosotros el carnaval no terminó y yo estoy colapsando. Si nos va bien y pasamos la próxima prueba de admisión no va a terminar hasta marzo o abril del año que viene.

Mariano: Y ahí vamos a empezar a preparar el festejo de los 11 años.

Victoria Nogués (platillera): El uruguayo es tan amargo que necesita carnaval todo el año.

Micaela: El carnaval es muy adictivo. En los últimos días decís: “No puedo más”, pero enseguida, cuando podés descansar un poco, pensás: “OK, ya me aburrí, quiero volver”.

Federico Araújo (primo): Hablá por vos, que tenés 20 años, Micaela.

Lucía Domínguez (sobreprima): Esto de que el carnaval para nosotros no termina tiene que ver con nuestro grupo. Yo tengo ganas de ver a mis compañeros y pienso: “Hoy cuando llegue al ensayo quiero un abrazo”. Siempre les escribo que los extraño.

Micaela: Es una palomada, pero somos como una familia. A ellos los veo más que a mis padres.

Sebastián: Cuando se fue armando el colectivo hubo una búsqueda de determinado perfil de persona. Me acuerdo de un sábado que llovió y no tuvimos tablados y nos juntamos igual. El grupo es un espacio de contención y amistad.

¿Cuando arrancaron se querían parecer a alguna murga en particular?

Sebastián: Yo estaba en la murga La Novia de Kanela, que después se separó, y algunos de aquel grupo armamos Mi Vieja Mula. Quisimos hacer algo parecido pero con más organización. La Mojigata, Queso Magro e incluso Agarrate Catalina –en sus primeros años– fueron murgas de referencia. Pero el hecho de habernos formado, en parte, dentro del proyecto Murga Joven ayuda a ir hacia un lugar genuino, y en un momento nos empezamos a acostumbrar a hacer un estilo muy propio. Tal es así, que nos llegaron a decir: “Está buenísimo lo que hacen, pero no son una murga”, y eso nos llevó a dar una prueba de admisión como humoristas”.

¿Y cómo les fue?

Sebastián: Espantoso.

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Tenían mucho humor.

Sebastián: Sí, mucho humor y crisis de identidad, y nos dijimos: “Capaz que es cierto que no somos una murga”. Lo volvimos a intentar y nos fue mal otra vez, pero en el fondo sirvió para decir: “¿Qué onda? No, somos una murga que hace las cosas desde otro lugar”. Y volvimos a Murga Joven y no pasamos al Teatro de Verano. Ahí dijimos: “Cerremos todo”. Pero a la vez hubo otra cosa que nos sirvió para crecer. Nosotros ensayamos en Montevideo y también en la Costa de Oro, y nos propusimos participar en el carnaval de interior. Entonces, esa mezcla de la escuela de Murga Joven con las actuaciones en otros espacios nos ayudó a lograr que nuestras ideas fueran entendidas y que resultaran igualmente amigables en públicos muy distintos, como el del carnaval de San José y el de un tablado en Montevideo. Eso nos permitió crear una forma de hacer murga que puede parecer transgresora. Pero igual, ahora no sé a qué se parece. Se parece a Mi Vieja Mula.

¿Cómo se sostiene un grupo artístico?

Micaela: Con amor. Desde mi perspectiva, en Mi Vieja Mula se da un tipo de amor que es el que une a las personas desde el respeto. De otra forma, no se puede mantener un vínculo durante tanto tiempo sin generar algo tóxico.

Romina: Lo que dice Mica es cierto, pero me parece que hay otra pata muy importante y es que nunca perdemos el foco en que este es un grupo artístico. Nos recontra queremos, pero al ensayo se viene a ensayar. Tenemos toda una planificación: el ensayo empieza a tal hora, todo funciona, se avanza y se rueda. Yo participé en otros colectivos en los que el director llegaba tarde y terminabas ensayando lo mismo que la vez pasada. Esas cosas van desgastando a un grupo y eso acá no pasa. Nosotros no perdemos de vista el objetivo y vamos todos para ahí.

Farala: También hay una motivación desde lo artístico. Queremos expresar algo. Y tenemos una afinidad estética; entre Roma [Romina] en la dirección y armando arreglos con Seba, que es el que escribe, por ejemplo. Compartimos determinados gustos o intereses y creo que eso mueve mucho.

Fabián Martínez (segundo): También es muy importante la confianza del grupo en quienes llevan adelante el proyecto. Viene Seba y nos dice: “Tenés que hablar como si no supieras español y con esto la vamos a romper”, y ta, si no confiás en esa persona, no se puede.

Fabián B: Lo del amor está bien, pero no alcanza. Tenemos un equipo creativo muy talentoso que sabe lo que quiere decir y cómo lo quiere decir.

Lucía: Ya que estamos armando la esencia de la murga como Las chicas superpoderosas, le agregaría una pizca de sentido de pertenencia. Somos un grupo defendiendo la misma cosa y tenemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro para estar atentos en qué se necesita, qué falta. Te sentís parte del proyecto y lo sacás adelante desde tu rol.

¿Tienen reglas para el funcionamiento de los ensayos?

Lucía: No se toma alcohol ni se fuma porro durante los ensayos.

Fabián M: Y después tampoco.

Sebastián: Eso es porque somos unos amargos.

¿Cómo recibieron el reconocimiento a su espectáculo de figuras como Raúl Castro?

Sebastián: Está buenísimo. Carnaval no es sólo Daecpu, pero dentro de ese entorno, recibir el reconocimiento de gente como Raúl Castro o Eduardo Rigaud –que fue muy elogioso con nosotros– nos encanta y lo sentimos como un respaldo para llevar lo que hacemos a algo más grande.

¿Qué pasa cuando se abre el telón en el Teatro de Verano? ¿Sensaciones?

Micaela: Inmensidad. Te sentís diminuto e inmenso al mismo tiempo. Ves un montón de gente que te fue a ver, y no es sólo tu familia. Cuando te bajás es alucinante.

Fabián M: Yo sentí como un grado de inconsciencia consciente. Estaba muy calmo por todo el trabajo que veníamos haciendo y porque íbamos a mostrar algo de lo que estábamos sumamente convencidos. Yo me sentí liberado. Como que no éramos nosotros, éramos esos turistas guarangos que se suben a un escenario. De hecho, cambiamos algunas cábalas que teníamos para no entrar con esa euforia de “vamos, nosotros” con la que muchas veces suben los conjuntos.

Sebastián: Nosotros laburamos mucho en esos momentos previos a la actuación. Ya sabemos que vamos a estar nerviosos. Entonces, el mismo día de la actuación el espectáculo ya tiene rodaje; en lo único que hay que trabajar es en la gestión de esos nervios, que siempre van a estar, para colocar esa energía en el lugar que más nos sirva. Acá no precisábamos abrazarnos, ni gritar “¡un, dos, tres, equipo!”. Estos personajes nos pedían otra cosa más relajada. Antes de actuar, nos pusimos a jugar con los periodistas detrás de escena y eso ya nos colocó en un lugar distinto.

Micaela: Igual re estábamos “¡vamos, nosotros!”, pero al mismo tiempo, re calmos.

Mi Vieja Mula, 10 años. El martes 21 a las 20.00 en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. Entradas: $ 400 por Tickantel.