Si pensamos que Drácula es, junto a Sherlock Holmes, uno de los personajes literarios más veces adaptados al cine (y a teatro y a radio), es de suponer y esperar que en algún momento de su larga carrera haya empezado a agotarse. Yendo todavía a más: es de esperar que el vampiro, como monstruo, haya empezado a quemar sus cartuchos en algún momento (y sí, son más de 100 años de adaptaciones). Es así que incluso temprano en el siglo XX, el vampiro como monstruo esencial –con su castillo, sus adláteres, sus poderes, etcétera– ya comenzó a incluir derivaciones que buscaban en un principio ser simplemente novedosas, pero también abrieron la puerta a un tipo de cine –o tipo de monstruo, incluso– mucho más libre, atorrante y feliz.
Ya en 1948 el vampiro (en esa ocasión nada menos que el Drácula de Bela Lugosi) había cruzado caminos con Abbott y Costello, se enfrentaría con Billy The Kid en 1966, sería Blacula cómo parte del blaxploitation en 1972 y 1973, o se combinaría con artes marciales y secretos ancestrales chinos en esa maravilla de la Hammer de 1974: La leyenda de los siete vampiros dorados (que es, en gran manera, el antecedente directo de la película que nos ocupa hoy).
Como sea, el vampiro como monstruo ha abrazado fervorosamente el sincretismo con otras leyendas o la mixtura con otros géneros –comedia, acción, ciencia ficción– para ganar sangre fresca (único chiste de vampiros que me permito en toda la reseña, prometido) y sostenerse todavía más en el tiempo (lo que ha hecho con todo éxito). Este proceder, que sin duda no es para todos los gustos, es lo que alimenta directamente el nuevo film de Netflix: Day Shift.
El peor turno de ocho horas para eliminar vampiros
Nuestro protagonista es Bud Jablonski (entregado al asunto Jamie Foxx), un limpiador de piscinas de la soleada Los Ángeles que en realidad esconde un secreto: es un cazador de vampiros. Tal y como descubrimos en la primera secuencia de la película dirigida por JJ Perry (un especialista en escenas de acción –que es lo que más nos importa– que hace aquí su debut como realizador), Jablonski esconde en su equipo un verdadero kit de estacas y armas automáticas, dado que en esa casita simpática de los suburbios habitada por una abuelita también se esconde un vampiro centenario dispuesto a devorarlo en un tris tras. El asunto es que Jablonski, aunque es muy bueno en lo que hace, no pasa por un buen momento: segregado por el sindicato de cazadores de vampiros (sí, hay uno de esos), opera por la libre y cobra mucho menos de lo que podría por su trabajo (que se mide aquí por la antigüedad de los colmillos de los vampiros cazados), lo que genera grandes problemas económicos que derivan en que su esposa –o casi exesposa, andan en eso– esté pensando en mudarse y llevarse con ella a su hija.
Por tanto, Jablonski trata de regresar al sindicato y cobrar mejor, así sea por los días que la madre de su hija le ha dado como ultimátum para recolectar el dinero. De hecho, el título de la película es el turno al que obligan a nuestro héroe a trabajar y que es, lógicamente por tratarse de cacería de vampiros, el menos jugoso a la hora de encontrar presas. El problema –de Jablonski y de todos– es que una poderosa vampira legendaria (Karla Souza) anda orquestando un plan que le permitiría caminar –a ella y a todos los vampiros– a la luz del día y, con ello, conquistar el mundo humano.
La sinopsis deja claro que no estamos ante ninguna genialidad o innovación furiosa del concepto, pero la gracia está en la comedia de humor, muy físico, aprovechando que inexplicablemente todos los vampiros son medio ninjas, tremendos contorsionistas y cada cacería desemboca en una escena de acción estupendamente bien ejecutada. La comedia se desarrolla a medida que Jablonski (y Seth –un estupendo Dave Franco–, el representante del sindicato al que obligan a llevar consigo) va enfrentándose a más y más enemigos, en una lucha que se torna de pronto personal.
Lo mejor de Day Shift pasa cuando abraza su alma de película de clase B, cuando deja jugar a sus secundarios –el mencionado Franco, un gran Snoop Dogg en el papel de un veterano cazador, y la dupla de hermanos cazavampiros que componen Steve Howey y la estrella de artes marciales Scott Adkins– y cuando uno apaga el cerebro y disfruta de un pasarrato por momentos idiota pero, sin duda, efectivo. Lo dicho: no es para todos los gustos, pero hay días en los que uno no pide otra cosa.
Day Shift. 113 minutos. En Netflix.