Las historias de batallas legales de simples ciudadanos contra fuertes poderes corporativos siempre son atractivas para ser contadas. En el 2000, la ganadora del Oscar Julia Roberts interpretó brillantemente a Erin Brocovich, una madre soltera y empleada de una oficina de abogados que investigó y llevó a juicio a la gigante Pacific Gas and Electric Company por la contaminación de la que era responsable en California. Este film de Steven Soderbergh marcó una bisagra en las películas que narran luchas judiciales y morales contra enormes empresas.
Ahora Netflix suma a su catálogo otro impactante caso real, El precio de la verdad (Dark Waters), una película de suspenso legal de 2019 protagonizada por un elenco de lujo: Mark Ruffalo (quien es también productor), Anne Hathaway, Tim Robbins y Bill Pullman, entre otros. Este drama ambiental está dirigido por Todd Haynes y se basa en la investigación The Lawyer Who Became DuPont’s Worst Nightmare, llevada adelante por el periodista Nathaniel Rich y publicada por The New York Times en 2016, la cual denuncia la contaminación del gigante químico DuPont Corporation en Parkersburg, Virginia.
Luego de una larga serie de extraños sucesos, enfermedades y muertes abruptas que ocurren en este pequeño pueblo y después del desesperado pedido de un granjero al que se le han muerto 190 vacas; el obstinado y modesto abogado corporativo Rob Bilott (Ruffalo) se carga de manera personal una investigación judicial que dura casi 20 años. Al principio Bilott se mostraba reacio a aceptar el caso, dado que el prestigioso estudio para el que trabaja atiende justamente clientes corporativos; pero se encuentra con una evidencia innegable y, cuanto más indaga, comprueba que más grande es el problema.
Bilott descubre que DuPont, una de las compañías químicas más grandes del mundo, durante los últimos 40 años ha estado arrojando desechos tóxicos en Parkersburg (que es además su ciudad natal), envenenando a animales y personas, entre ellas los trabajadores de la planta. Pero ha montado un macabro plan: ocultar la evidencia científica que demuestra que ellos saben que esa basura química causa muertes, defectos de nacimiento y tumores.
La película tiene una potencia abrumadora y es un relato aterrador de las artimañas corporativas que desnuda el poder de las grandes empresas, con el miedo que instalan en los posibles denunciantes como su mejor aliado. Con una acertada pericia narrativa, el director desentraña una historia que deja el sabor amargo de pensar que estamos siendo envenenados a diario sin saberlo, y con una justa melancolía nos muestra el alcance de la corrupción a gran escala que ninguna denuncia parece poder parar.
Rob Bilott es un héroe común, un abogado expuesto a una encrucijada ética que usa su tenacidad para averiguar qué es el producto que DuPont ha estado usando, el ácido perfluorooctanoico (PFOA) y cuáles son sus efectos (después de esta película, seguramente nos replanteemos el uso del teflón). Se narra cronológicamente un proceso legal durísimo en el que se le hace frente a una corporación que sistemáticamente ocultó valiosa información de salud pública.
Con un Mark Ruffalo impecable, interpretando a un íntegro abogado que pone en peligro su futuro profesional, su familia y su propia vida en aras de la verdad, la película nos sumerge en las profundas y turbias aguas legales de este escandaloso drama real que involucra corrupción y encubrimiento. Con un guion lo suficientemente sólido como para condensar un caso increíblemente largo y complejo, El precio de la verdad es un apasionante thriller de David contra Goliat tan real como necesario.
El precio de la verdad. 126 minutos. En Netflix.