Fue todo un shock, para la afición de Star Wars que no habla español, enterarse por la serie Ahsoka de que en el universo de la saga hay otra galaxia. Para nosotros es insignificante, porque gracias a una grandiosa traducción –en lo sonoro– hablamos de la “guerra de las galaxias”, en plural. La gente prendida a lo literal, en cambio, se queda con aquella leyenda que pasaba planeando al comienzo de la primera película y anunciaba que todo ocurría “hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana...”. Una: una sola.

Como sea, esto no es un documental, sino fantasía heroica (con una pizca de ciencia-ficción), así que lo único que importa de esa otra galaxia es que es un lugar que está todavía más lejos. ¿Y qué es lo que hay allí? Un general muy malvado y un jedi muy altruista, exiliados hace años. Los malos quieren impedir que el general retorne a la galaxia original y los buenos quieren traer a su amigo.

La acción se sitúa un poco después de que el Imperio liderado por Palpatine cae y se restaura la República. Es, no cabe duda, el universo de La guerra de las galaxias, aunque la mayoría de los personajes no son los centrales, sino otros. Casi todos tuvieron destaque en la serie animada Rebels, que describió, durante cuatro temporadas, las tribulaciones de un grupo clandestino de opositores al Imperio: el jedi a medio terminar Kanan Jarrus, la capitana Hera Syndulla, la mandaloriana Sabine Wren, el pequeño aprendiz Ezra Brigder. Aunque sus historias ocurrían entre lo que contaban las entregas importantes de la saga, estos simuladores B tenían esporádico contacto con los héroes posta. De ellos, la más frecuente era la casi jedi (secundaria incompleta) Ahsoka Tano, aprendiz de Anakin Skywalker/Darth Vader.

Estos personajes de Rebels no aparecen en las películas del núcleo principal (los episodios IV-VI) y debe circular alguna explicación de por qué faltaron a las batallas más importantes que libró la Alianza Rebelde (hay avistamientos lejanos de su nave, según los más fieles), pero reaparecen ahora, cuando el Mal ya fue derrotado –o no: el imperio siempre contraataca– en la serie Ahsoka. Tanto esta como Rebels fueron creadas por Dave Filoni, que habrá visto un filón propio para explotar.

Y tenía razón. Aunque lentamente, la cosa funciona. Con calma, asistimos a aspectos novedosos de la relación entre maestro y aprendiz gracias al fantasmita de Anakin, que retorna para culminar la educación de Ahsoka, y gracias a las enseñanzas de la protagonista a Sabine Wren, que viene a ser la primera aspirante a jedi que tiene cero conexión con “la Fuerza”, esa mágica energía que convierte a algunos elegidos en superhéroes.

A no confundir la novedad de una jedi sin Fuerza con un alejamiento de lo sobrenatural. Al contrario: son brujas y zombis los grupos más llamativos de esta serie. Agreguemos a esto que el representante de la racionalidad –entendida como frialdad, cálculo, distanciamiento emocional– es el malvado. El azulado general Thrawn, que también tenía protagonismo al final de Rebels, es una especie de Hans Landa del subdesarrollo y apenas sostiene dentro de cuadro la fama de genio bélico que lo precede. Podrá ser inteligente, pero sabio, no. Los únicos sabios son los jedi.

En todo caso, no hay que esperar de Ahsoka una continuación del giro al realismo que fue la serie Andor, sino más bien una intensificación de lo fantástico: luchas con espadas, colecciones de robots humanizados y religiosidad primitiva. Sin embargo, aunque no sea su objetivo principal, Filoni y Jon Favreau (el creador de la admirable The Mandalorian) están montando tantas y tantas historias heroicas alrededor del núcleo de Star Wars que terminan por reforzar la noción de que la lucha, compañeros, es colectiva.

Ahsoka. Ocho episodios de 50 minutos. En Disney +.