La primera edición de Un globo de Cantoya tiene 11 años, pero la editorial decidió reeditarlo para que volviera a estar en los anaqueles de las librerías. Es uno de los primeros títulos de Criatura, que este año cumplió 12 años, y el que inauguró su catálogo de literatura infantil y juvenil con presentación en tapa dura. Más allá de que no es una novedad, es también una nueva oportunidad de recomendarlo y leerlo (por primera, segunda o enésima vez).

La reedición no modifica el texto pero aprovecha a corregir algunos detalles en el diseño y presenta una portada nueva, en la que no es uno sino varios los globos que flotan en el aire, en una variedad que da pistas sobre la historia y funciona como una foto que al mismo tiempo es adelanto y síntesis.

Incluso antes de empezar a leer, ya sorprende gratamente el cuidado en los detalles: un formato poco habitual, tapa dura, buena calidad de papel y las ilustraciones de Alfredo Soderguit, coloridas como los globos a los que refiere el título, que recorren la historia y juegan con la transparencia y la luminosidad.

Estructurado en ocho capítulos, Un globo de Cantoya apela a la mejor tradición de la narrativa infantil, con un relato intenso en el que dos niños llevan adelante la acción. Con una estructura narrativa y un conflicto claro, Laura Santullo (El año de los secretos, 2013) regala una historia conmovedora y poderosamente infantil. Ambientada en México, seguramente abreva en la infancia de la autora en aquel país en este rescate de una tradición por demás bella: los globos de Cantoya del título –cuyo nombre se inspira en Joaquín de la Cantolla y Rico, primer aeronauta mexicano– son unos globos construidos en papel de china (nuestro papel cometa), que se caracteriza por los colores vivos y la liviandad, que se elevan al cielo, impulsados por fuego, llevando atado un deseo que, según la leyenda, el globo hará que se cumpla.

La historia trata de sueños y deseos, de niños y fútbol, y de esas encrucijadas en las que no hay más remedio que elegir y tomar decisiones; es decir, el proceso de la madurez. Está impregnada de México en las palabras –el sobrenombre Chamuco de uno de los personajes principales, la leyenda que rodea al globo de Cantoya, la descripción del lugar donde transcurre la historia–, pero la trama es tan universal como los temas que se tejen en ella: el amor, la vida y la muerte, el destino –y la posibilidad o imposibilidad de incidir en él–.

Con una estructura clásica y personajes bien delineados tanto en sus características como en su funcionalidad narrativa, Un globo de Cantoya presenta una historia potente y emotiva en la que el protagonista –y quien asume la voz de narrador en primera persona– se enfrenta a un dilema en el que se ponen en juego deseos y sentimientos centrales en su vida. Por otra parte, la escritura precisa de Santullo siembra aquí y allá pequeñas historias –la del Chamuco, la de quienes hacen cola para hacer volar globos con sus deseos, la del propio Cantolla y Rico– que le dan espesor y que acogen estas pequeñas tribulaciones de niñez y final de campeonato en un universo de microhistorias que conviven en la simultaneidad.

La lectura de Un globo de Cantoya es disfrutable desde lo inmediatamente sensorial porque es un libro bello, equilibrado en la puesta en página, que obliga en su formato apaisado a detenerse en la lectura, a darle un lugar incluso desde el apoyo del libro en las manos. Pero, por supuesto, lo principal ocurre en la inmersión en un texto conmovedor que sacude en algún momento, que hace aflorar las lágrimas, que plantea una historia de amistad y comprensión y pone en cuestión las nociones de lealtad y traición para darlas vuelta y complejizarlas en la tensión de qué deseo hacer prevalecer. Es también un texto potente en la precisión de la selección léxica, en la maestría para manejar el ritmo y la información, para decir y no decir y dejar interrogantes e hilos sueltos con finales para completar, para permitirnos transitar junto con el protagonista sus dudas y decisiones.

Hay, en el fondo y antes que nada y todo el tiempo, una mirada al mundo de la infancia generosa en fantasía y justa en la medida en que no resta densidad ni posibilidades de lectura, ni sobreprotege de las tristezas y derrotas de la vida. Hay, también, magia y realidad apretadas como tesoros en los puños pequeños de sus protagonistas.

Un globo de Cantoya, de Laura Santullo y Alfredo Soderguit. 52 páginas. Criatura, 2023. $ 690.