Si todo sale según lo planeado, antes de fin de año quedará pronto –y disponible para su consumo digital– un extenso documento escrito que da cuenta de lo expuesto y sucedido en la primera edición del Congreso Académico Interdisciplinario del Carnaval del Uruguay (Caicu).
El evento, organizado por la Cátedra Unesco en Carnaval y Patrimonio y el Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la República (Udelar), transcurrió durante cuatro jornadas de setiembre en la Facultad de Ingeniería, donde hubo diez mesas de presentación y discusión de ponencias, dos talleres y cuatro propuestas artísticas, con la participación de 120 inscriptos, entre docentes, estudiantes, componentes y técnicos de conjuntos y representantes de organizaciones carnavalescas.
La dirección estuvo a cargo de los profesores Milita Alfaro y Gustavo Remedi y el comité académico del Caicu recibió 42 artículos para su exposición, con temáticas y propuestas tan diversas como “Incidencias del canto murguero en la salud vocal”, “Humoristas Los Choby’s desde la intertextualidad” y “Carnaval casero y artesanal versus lo mediático y la imagen hegemónica”.
El célebre director de murgas y docente Rafael Antognazza hizo del aulario polifuncional elegido para la ocasión un laboratorio de coros; con notable talento didáctico concretó un viaje en el tiempo para escuchar a los canillitas que inspiraron el canto murguero. Para su exposición “Sobre los límites al humor en carnaval: el caso Gayman”, la profesora Ana Gianela Turnes Riesco proyectó la imagen del vinilo El hijo del mellado, de Roberto Casablanca, y otra del capocómico Walter Cucuzú Brilcas en pleno desfile por 18 de Julio.
Chiara Miranda Turnes, fanática de La Mojigata desde los años en que iba al tablado del club Sporting con su madre a ver a la promisoria murga, se sabe de memoria la letra de “Mudanza”, de Contrafarsa, y admira el humor de Horacio Rubino y sus parodistas Momosapiens. Licenciada en Comunicación, actualmente trabaja como docente del Departamento de Metodología de la Investigación de la Facultad de Información y Comunicación, y como investigadora asociada a la Cátedra Unesco en Carnaval y Patrimonio. “Además, tengo un montón de amigos que salen en Murga Joven, porque esto es Montevideo y todo el mundo tiene un amigo que sale en Murga Joven”, agrega sobre su vínculo con el dios Momo, en diálogo con la diaria.
Recién recibida, coincidió con el ingeniero Iván Meresman Higgs, quien trabajaba en un proyecto sobre los toques del candombe, en la necesidad de seguir investigando sobre carnaval desde diferentes disciplinas y de propiciar un encuentro con otras personas con inquietudes similares. “Cada vez que presentaba algo de carnaval para un congreso, o una actividad académica, las primeras tres páginas del documento las usaba para volver a explicar la importancia del carnaval; era difícil encontrar un espacio para los que estábamos reflexionando sobre esta fiesta, hasta que surgió un convocatoria del Espacio Interdisciplinario de la Udelar para organizar eventos y dijimos: “Este es momento”.
De esa forma, en marzo de 2022 Miranda y Meresman empezaron a cranear el primer congreso del carnaval uruguayo. “El objetivo número 1 era crear un espacio de encuentro. Nos pusimos a buscar y encontramos un montón de tesis y trabajos de grado publicados sobre carnaval, pero los autores no se conocían entre sí”, explica Miranda. “Nos interesaba mucho poder integrar a todos aquellos con mucha trayectoria que ya venían trabajando en el tema y, al mismo tiempo, impulsar un espacio para los que recién se acercan al carnaval desde la academia”.
¿Qué diversidad encontraron en los trabajos que se presentaron para el congreso?
Sobre todo disciplinar. Lo más lógico era recibir artículos desde la historia, la comunicación y las ciencias sociales, pero también aparecieron algunos vinculados a la ingeniería, la tecnología médica (para el cuidado de la voz), la educación física y el arte.
Tuvimos miradas muy distintas y creo que eso estuvo bueno. De todos modos, hay una predominancia de ciertas áreas. Armamos una mesa de escuelas de samba y de miradas sobre el candombe, pero fueron las únicas dos mesas de categorías en las que no se habló de murga. Parecería que la murga se lleva todas las miradas. Es cierto que es la expresión más popular del carnaval, que tiene un montón de conjuntos en el concurso oficial y está en los encuentros de murgas feministas y en otros proyectos alternativos. Es natural que llame particularmente la atención, pero hay muchísimo para estudiar sobre el resto de las categorías. Quedamos súper felices porque se presentaron muchos trabajos, pero hay temas que se repiten y otros que cuestan mucho.
A priori, una de las primeras tensiones que uno podría imaginar en una actividad de este tipo es la del encuentro de una expresión popular como el carnaval, inserta en un ámbito poco habitual en nuestro país como el académico.
La integración del comité académico que evaluó los trabajos presentados fue súper diversa, con gente que viene haciendo carnaval desde hace mucho, pero en algo que coincidimos todes es en que la discusión sobre carnaval en la academia tiene que ser con quienes hacen carnaval. La Universidad tiene algo para aportar en la conversación, pero no tiene una verdad. Por suerte, participaron en el congreso personas que hacen carnaval desde distintos roles, aunque no tantas como personas que lo viven desde la academia. Hay que tener en cuenta que fue el primer congreso, pero la certeza es que la discusión no puede ser a puertas cerradas.
El eje temático vinculado a los cambios del carnaval fue de los más atrapantes, según lo que vi de las discusiones que se generaron.
Con lo que más nos quedamos del congreso fue con las preguntas. Por ejemplo, hay que investigar mucho más sobre el humor en carnaval. Desde una perspectiva más personal, creo que lo que está pasando con el carnaval es que está creciendo y significa muchas más cosas que antes, porque no es que estén desapareciendo ciertos estilos ante la aparición de otros. La manera en que las diferentes manifestaciones están conviviendo es otro gran tema de discusión. El concurso ya no tiene la predominancia de unos años atrás. Ahora hay un montón de circuitos ocurriendo: Murga Joven, Más Carnaval, Carnavalé, lo que hacen las organizaciones barriales, y eso sólo en Montevideo. Creo que esa transformación habla de un crecimiento. Luego hay que ver quiénes pueden participar y quiénes quedan afuera. ¿Son los mismos requisitos si sos mujer o si sos varón? ¿Qué pasa con la profesionalización, quién vive del carnaval? Nos quedaron muchas discusiones y debates para seguir dando.
¿En qué creés que puede aportar al carnaval un congreso de este tipo?
Me parece que la Universidad tiene mucho para aportar en estas discusiones desde la mirada del conocimiento científico, con sus reglas y normas. El congreso puede ayudar a visibilizar que hay gente pensando en estas cosas, por ejemplo, cuando el gobierno, o la propia Universidad, tiene que tomar decisiones.
Si hay algo que hizo el congreso fue poner el foco en ciertos asuntos a los que hay que dedicarles mayor atención. También es un espacio de encuentro y un llamador que avisa que existen otras personas que están pensando en esta fiesta y creando conocimiento sobre el tema.
Nadie discute la relevancia del carnaval dentro de nuestra cultura. Pero sigue costando que se acepte como un fenómeno a estudiar.
Otra temática en tensión fue la popularidad del carnaval.
Es una discusión que está muy viva. Por ejemplo, ¿la profesionalización es buena o es mala? Por un lado, implica cumplir con requisitos más altos para participar en el concurso, pero permitió que se empezara a valorar y a pagar por ciertos rubros que antes se dejaban de lado, como la puesta en escena, los vestuarios, los maquillajes, la musicalidad, donde también hay formas de decir. Luego hay que ver cómo vive este cambio cada uno. En ese sentido también podríamos hablar de la espectacularización del parodismo. Un encuentro como el de este congreso ayuda a no quedarse en la charla del bar o el tablado de “che, ahora hay que poner un montón de plata para sacar una murga”. Pensemos realmente las diferentes aristas del problema. Pasa lo mismo con la televisación. Hay conjuntos que dicen que les da mucha visibilidad y pueden llegar a todo el país; otros, que para salir bien necesitás todavía más dinero.
Al carnaval en Uruguay es habitual que se lo asocie con una pasión difícil de controlar. ¿Cómo juega esa faceta a la hora de abordarlo desde la academia?
Creo que la respuesta tiene dos partes. Desde lo metodológico, adhiero a ciertos postulados de la epistemología feminista que hablan de que el conocimiento lo construimos siempre desde una cierta mirada. Buscar una objetividad no tiene que ver con fingir que no existe esa mirada, sino con explicitarla. Es decir, si nos interesa el tema es por alguna razón y desde ahí se construye el conocimiento. Por otro lado, pasa que si empezás a ver la lista de todas las personas involucradas en el congreso, fuimos muy poquitos los que nunca salimos en carnaval. Y es lo primero que te preguntan. Cuando le comentás a alguien que estás investigando sobre el tema, te preguntan: “Ah, ¿y saliste?”. Por lo general, la inquietud viene de habitar ese espacio.
Yo no salí, pero me siento parte como espectador.
Yo también reivindico ese lugar. No debe faltar esa mirada.
¿Un congreso jerarquiza el carnaval?
Creo que sí. Y la intención también fue jerarquizarlo en el espacio que nosotros habitamos, que es la Udelar. Hay un montón de conocimiento construido sobre carnaval. En el periodismo, por ejemplo, hay gente que sabe muchísimo. En la Udelar también hay gente investigando desde hace mucho tiempo, que ha abierto un camino increíble y ha luchado para poner el tema sobre la mesa. La Universidad está en el debe con el estudio de nuestra cultura popular. El carnaval es una parte muy importante y hay mucho más para aportar. Nuestra voz es una más, pero no ha estado todo lo presente que podría estar. Hay muchísimos debates vivos que están pasando ahora, y como institución la Udelar está llegando tarde. Gente como Milita Alfaro y Gustavo Remedi viene desarrollando líneas de investigación desde hace mucho tiempo, pero como universidad falta que se diga: “El carnaval nos importa, es parte de la cultura uruguaya y merece ser estudiado”.
¿Cuánto crees que influye en esa dificultad que el carnaval siga siendo percibido como una expresión artística de baja calidad?
Eso todavía existe, tal vez menos que antes. Para el congreso tuvimos muchísimo apoyo, pero sigue habiendo algunas personas en Uruguay que piensan que no es un digno objeto de estudio.
Estudiar la cultura todavía levanta algunas cejas, y sobre todo la cultura popular. Mirás las líneas estratégicas de la ANII [Agencia Nacional de Investigación e Innovación] para financiamiento de becas y no hay nada donde pueda entrar el carnaval. Por otra parte, corresponde reconocer que el congreso recibió apoyo de la Intendencia de Montevideo, el Municipio B, la Intendencia de Canelones, el Museo del Carnaval y el Ministerio de Turismo.
Supongo que la buena experiencia del congreso servirá de impulso para una nueva edición.
Cuando terminamos el congreso, la primera sensación del grupo de organización fue: “Qué bien que hicimos esto”. Ahora, con muchísimos aprendizajes nuevos, nos estamos planteando hacer el siguiente congreso en 2025. Hay gente que no se animó a participar y quedó re manija, y personas que se enteraron sobre la fecha. El balance es muy positivo y lo más importante es que ahora tenemos un nuevo espacio para seguir discutiendo sobre carnaval.