El texto obtuvo una mención en el Premios Nacional de Literatura del año pasado en la categoría Dramaturgia Inédita. Melanie Catan comenzó a escribirlo en un taller con Leonor Courtoisie y Florencia Zabaleta, un grupo que luego devino en un colectivo y que se autodenomina Once Mujeres y un Fuego. Bastantes proyectos salen de ahí, colaboran entre ellas. En No hay piezas de repuesto en El Cairo, la pieza premiada, Luz Viera dirige y Catan decide vestirse de su personaje, que a partir de este estreno quizá pueda leerse como un díptico, con su anterior Pudiéramos y la nieve. Habrá dos funciones, el martes 3 y el miércoles 4 de octubre, en la sala Balzo del Auditorio del Sodre. Melanie Catan apuesta a que sea toda una experiencia.
Del mismo grupo en 2022 se dio a conocer Bella Unión. Era otro tipo de propuesta, pero igualmente partía de la creación y de la biografía, apunta. También Lucía García, otra de las Once, montó Eucalipto blanco. “No todos son unipersonales”, dice Catan. Hay una voz protagonista, pero cada una con su propio estilo, explica: “Como que se planta la semilla ahí y vamos colaborando”.
En su caso, viene trabajando con la autoficción desde hace mucho tiempo. De hecho, su tesis de maestría en estudios teatrales fue sobre ese asunto, basada, sobre todo, en la obra de Sergio Blanco. “Siempre fue un género que me movió las fibras muchísimo. Después del máster traté de terminar este texto un poco olvidado, y antes de esta hice otra obra, Pudiéramos y la nieve, que integra esta serie autoficcional. La estrené en junio, en El Galpón, con Sofía Rivero como protagonista Ambas comparten el personaje principal. Mi idea era que el proyecto saliera en el mismo año, que se pudieran ver las dos propuestas. La primera contaba la historia de Denisse en sus relaciones vinculares más ligadas al amor, y acá está el mismo personaje, que esta vez lo interpreto yo, y está lo vincular en relación con la familia”.
El título refiere a una mujer que rastrea en su pasado y sus raíces, y se da cuenta de que algunas piezas no le gustan y las quiere sustituir. “Si ves uno y otro espectáculo, tienen muchas cosas en común, aunque están ubicados en distintos lugares del personaje en su vida”, explica Catan.
“Las escribí en momentos totalmente distintos; con esta que hago ahora me llevó casi tres años decir ‘está pronta’. Fueron dialogando muchísimo, hasta que en un momento me di cuenta de que ambas formaban parte del mismo universo y quise establecer el proyecto desde ese lugar. Tal vez es un guiño más para mí, como artista, que para los espectadores, que las van a ver en distintos momentos. Pero no partió desde la génesis, eso de ‘voy a hacer dos obras así’, sino que me fue sucediendo, como si una obra no le diera el tiempo al personaje de existir y necesitase otra vida, en otro tiempo y en otro espacio, para seguir desarrollándose”.
En la anterior estaba segura de que quería que lo hiciera una actriz en concreto. Con esta fue distinto. “Por ejemplo, hablo de mi papá y de todo lo que de alguna manera representa mi familia. Cuando yo tenía 17 años mi papá falleció, y entro también en ese relato. Me parecía que necesitaba ponerme a mí misma en escena para que la historia tuviera un valor más grande para mí. Como una suerte de transformación a través del teatro. Como si yo necesitase habitar la escena para construir mi presente y mi pasado. Como que si yo no entraba en juego, no sentía que iba a haber una modificación o que iba a interpelar mi propio trabajo. Desde ese lugar me pongo en escena con este monólogo”.
Fue entonces que arregló con Luz, que había estado viendo la evolución del trabajo en el taller que iniciaron juntas. Para ese entonces Melanie ya estaba en Barcelona cursando su máster y en esa “sintonía y concordancia” empezaron a entablar la dinámica de actriz y directora. Viera venía de dirigir El desmontaje (Florencio a mejor unipersonal 2021, nominada a Mejor texto de autor nacional), de Jimena Márquez, y Hanami, de Danna Libermann.
“Luz viene haciendo un trabajo lindo con mujeres que quieren realizar monólogos y que hablan desde lo personal. Creo que ella de verdad está metiéndose en un lugar de acompañamiento brutal, y como tiene mucha sensibilidad, entiende mucho y en las tres oportunidades las tres escribimos pero queremos estar en escena. No a cualquier persona le das tu texto y decís ‘confío plenamente en vos’. Ella también tiene algo muy generoso de acompañarte y proponer para ver qué te parece. Es un vínculo artístico muy lindo, horizontal”.
Instalar la duda
Catan, que ha incursionado además en la poesía y en las artes visuales, cursó la Escuela de Acción Artística Luis Trochón, a continuación completó la Escuela Multidisciplinaria de Artes Escénicas y al mismo tiempo se licenció en Comunicación Audiovisual, por lo que actualmente se identifica con un híbrido entre lo teatral y lo audiovisual, ya no con el género musical. “Pero sí soy muy musical en esencia, mis obras siempre tienen música en vivo y una sonoridad que está dentro de la trama, por eso es necesario para mí el vivo”, explica.
Ese requerimiento de llevar música a distintos escenarios le demandó un esfuerzo extra, como cuando el año pasado La mudanza, una obra para toda la familia, fue premiada por el Fondo Fortalecimiento de las Artes, lo que implicaba recorrer los barrios de Montevideo. “Fue caótico, porque aparte de los músicos, los actores llevaban vinchas con micrófonos, pero era necesario y valió la pena el esfuerzo”, recuerda.
En este caso, el diseño sonoro, al igual que la interacción con una pantalla, fueron insumos innegociables: “Luz es bailarina y trabaja mucho desde el cuerpo, pero esto no es teatro físico en absoluto. Yo lo enmarco mucho en la posverdad, como lo que viene después de la verdad, que tal vez es la actriz en escena mucho más desnuda y con un código de romper la cuarta pared”, adelanta la autora, “pero con un lenguaje que hace que el espectador ya no sepa cuál es la persona y cuál el personaje. Entra en esa lógica en la que se cruzan los caminos. Es un género que se está empezando a desarrollar y para mí es muy interesante. Ya deja de importar qué es la verdad y qué es la mentira, lo que importa es cómo lo estás viviendo, y en un punto todo recuerdo es construir una nueva narrativa”.
No hay piezas de repuesto en El Cairo en la sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre, el martes 3 y el miércoles 4 de octubre a las 20.30. Entradas a $ 600 en Tickantel y boletería del teatro.