El lugar es Las Vegas. La situación es una bomba atómica subastada al mejor postor. Nuestros protagonistas son un comando especial de la CIA integrado por soldados y especialistas que vienen rastreando dicha bomba desde hace meses. La operación sale perfecta. Los vendedores de la bomba (rusos malos, en el primero de los llamadores nostálgicos a los 80) son detenidos y la bomba es desactivada; nuestros protagonistas festejan. Uno se pregunta qué está pasando, si apenas vamos 20 minutos del primer episodio y todo el relato que parece que compone esta nueva serie de Netflix ya aparenta estar resuelto.

Es que la verdadera historia está por comenzar, puesto que la bomba desactivada resulta ser un señuelo. La verdadera sigue en manos de villanos todavía sueltos y con un reloj ya corriendo, y nuestros héroes no se encuentran en condición alguna de hacerse cargo puesto que el festejo fue tan, pero tan intenso –todo tipo de drogas, litros y litros de alcohol y una fiesta de decenas de miles de dólares a cargo de los contribuyentes– que están, como el título indica, hechos polvo.

Así, a medida que nuestros protagonistas tratan de rescatarse de la borrachera y la resaca para poder salvar la ciudad, es que Hechos polvo desarrolla su relato de comedia y acción, mezclando clásicos del cine más gamberro de los 80 como Despedida de soltero (Neal Israel, 1984, con un jovencísimo Tom Hanks) o Weekend at Bernie’s (Ted Kotcheff, 1989) pasadas por el tamiz de ejemplos similares más recientes como Hey, ¿dónde está mi auto? (Danny Leiner, 2000) o ¿Qué pasó ayer? (Todd Phillips, 2009), en una innumerable selección de momentos y homenajes bastante bien integrados en su propio relato, un relato que condimenta su comedia desatada con mucho sexo y mucho gore (sorprendentemente explícitos para ser una producción de Netflix, que suele ser bastante mojigata sobre todo con lo primero).

El equipo –integrado por un combo de artistas televisivos como Shelley Henning, Nick Zano (Steel en Legends of Tomorrow), Terrence Terrell y Paola Lázaro, pero reforzados por un inolvidable C Thomas Howell como el más detonado de todos estos especialistas: el desactiva-bombas Haggerty, drogón profesional y técnico experto con sus tan sólo ocho dedos– deberá perseguir la bomba a lo largo de una interminable noche en la que no faltarán las vueltas de tuerca, las sorpresas, los romances, los golpes y porrazos, los vómitos y todo tipo de escatologías, así como los tiros, la sangre y la violencia.

Es real que la serie no logra sostener en todos sus episodios la intensidad que propone –va de más a menos y bien que puede sobrar alguno de sus ocho capítulos–, y queda flotando en el aire la sensación de que una película hubiera funcionado mejor para contar la misma historia. Esto no es demérito para afirmar que divierte, en todo caso, y que bien vale la pena darle una chance, pero las carcajadas más fuertes las vamos a encontrar en sus primeros episodios.

Hechos polvo. Ocho capítulos, de 44 a 57 minutos. En Netflix.