En el famoso cuento de hadas de los hermanos Grimm “Hansel y Gretel”, los niños abandonados en un bosque iban dejando piedras y migas de pan para marcar un rastro y poder ser encontrados. Algo similar sucedió en 2023 en Colombia. Fue un caso que conmocionó al país y al mundo: cuatro niños quedaron perdidos en la selva luego de un accidente aéreo y fueron dejando marcas de su recorrido mientras vagaron, desaparecidos, durante 40 días.

Pañales, una mamadera, un chupete y hasta algo de comida fueron los objetos que daban pistas del recorrido de los cuatro hermanos Mucutuy, de entre 11 meses y 13 años. Viajaban en una pequeña avioneta que se estrelló en una zona remota del Amazonas colombiano. En el accidente murieron los tres adultos que los acompañaban, incluida su madre, miembro del pueblo indígena Huitoto.

Esta notable historia de la búsqueda, el rescate y la supervivencia se cuenta en Los niños perdidos, el documental de Netflix dirigido por el británico Orlando von Einsiedel, quien fue varias veces nominado y ganador del Oscar a Mejor documental corto en 2016 por Los cascos blancos, donde describe las dificultades y riesgos que sufren los voluntarios para salvar vidas en la guerra civil siria, en una acción que transcurre fuera del foco de los medios.

Inmediatamente después de que la avioneta se estrellara, dos grupos de rescate empezaron a buscarla frenéticamente por la zona, en gran parte dominada por las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El enorme esfuerzo militar, conocido como Operación Esperanza, implicó un minucioso rastreo a cargo de soldados de élite en helicópteros con megáfonos que reproducían una grabación de la abuela de los niños diciéndoles que se quedaran en un lugar y se mantuvieran cerca del agua. El segundo grupo estaba formado por voluntarios indígenas con un profundo conocimiento de la selva y que claramente no querían saber de nada con los militares.

Los realizadores de este intenso documental tuvieron la enorme ventaja de acceder libremente a ambos grupos de rescatistas. Así, con ingenio y solidez, reconstruyen la forma en que los dos grupos superan su desconfianza mutua para unir fuerzas.

El histórico enfrentamiento de las comunidades indígenas con el Ejército colombiano, el continuo sentimiento de menosprecio que los indígenas padecían del gobierno, el poder de las FARC y las diferencias culturales entre los grupos de búsqueda son representados con agilidad y rigurosidad, y el documental muestra cómo todos cedieron posiciones para unirse en la difícil búsqueda de los cuatro niños.

Mientras transcurren los 40 días de la búsqueda, vemos cómo la tecnología militar, que al inicio no tenía contacto con los rituales y costumbres indígenas, se va plegando a la experiencia, intuición y conocimiento sobre la selva de los nativos.

La verdadera heroína de la historia, sin embargo, es la mayor de los niños. La asombrosa Lesly, de sólo 13 años y con una pierna herida, mantuvo con vida a sus hermanos durante más de un mes: fabricó una caña de pescar, seleccionó frutas comestibles, entendió que la bebé era la que necesitaba más alimento, mató animales para defender a sus pequeños y montó refugios a medida que caminaban.

Los niños perdidos es ―no hace falta decirlo― emocionante. La travesía de los cuatro niños, que utilizan los conocimientos transmitidos por su comunidad indígena para encontrar alimento y refugio, funciona como relato paralelo al de la superación de las tensiones entre los militares colombianos y los pueblos nativos. La fotografía logra transmitir lo complejo de la búsqueda, junto a imágenes de archivo y testimonios de los protagonistas. El relato cargado de humanidad sirve también como denuncia de las condiciones precarias de transporte en las zonas rurales colombianas y de la falta de apoyo a las comunidades indígenas, cuyo legado es necesario preservar.

Los niños perdidos. 96 minutos. En Netflix.