La actriz, guionista y directora británico-estadounidense Amber Sealey, conocida por varias buenas producciones, como Ted Bundy: la confesión final (2021) y No Light and No Land Anywhere (2016), se ha puesto al frente de un proyecto diferente en su filmografía. El silencio de las palabras está basada en la novela homónima de Sharon M Draper y fue guionada por Daniel Stiepleman, ganador del premio Humanitas, otorgado a las producciones que promueven la dignidad humana y la libertad, por La voz de la igualdad (2018).
La película se centra en Melody Brooks (Phoebe-Rae Taylor), una adolescente de 12 años con una parálisis cerebral que le impide caminar y hablar y que ha estado relegada a la misma clase de educación especial durante los últimos siete años y desea desesperadamente socializar y aprender con los otros grupos.
Gracias a la doctora Katherine Ray (Courtney Taylor), Mel puede empezar a asistir a la clase de Historia con los estudiantes de sexto grado, además de ser aprobada para una unidad de mecanografía. Se enfrenta así a un nuevo y desafiante mundo; además, enseña a los demás cómo tratar su discapacidad con respeto y empatía.
A través de un relato sensible pero sin golpes bajos (su voz interior es narrada por la actriz Jennifer Aniston, dado el fanatismo de Mel por Friends), la película nos da una mirada introspectiva y cruda sobre varios aspectos de la condición de su protagonista, como las barreras del sistema educativo y el caos al que deben someterse las personas con discapacidades en una realidad que no está ni hecha ni adaptada a ellas. También conocemos su micromundo: sus amorosos y sobreprotectores padres Diane (Rosemarie DeWitt, de Mad Men) y Chuck (Luke Kirby, el mismo Ted Bundy), su inquieta hermana menor Penny (Emily Mitchell) y su mascota Ollie. Mel es fuerte, ingeniosa y divertida y deja muy claro que odia la compasión; tiene un sentido del humor ácido y toma su propia discapacidad con entereza e ironía (“una de las cosas que odio son los traseros en la cara, ya que la gente no me ve”).
Sin ser retratada como una víctima indefensa, sino como una chica brillante y curiosa, Melody interpela y expone a todos a sus propios prejuicios sobre las personas con capacidades diferentes, resignifica el concepto de qué es “ser normal”, revela la bondad de muchos y también la crueldad de otros y sufre lo difícil que es crecer cuando la gente subestima sus habilidades. Todo su trayecto en esta nueva etapa apunta a que lo que realmente necesita superar son circunstancias externas: abusos de poder por parte de médicos y compañías de seguros, carencias de inclusión escolar, y malos compañeros y profesores que intentan limitarla. A pesar de que su lucha por mayor autonomía es genuinamente emocionante y da voz a quienes no la tienen, la historia se centra más en cómo su condición afecta a quienes la oprimen que en mostrar sus profundos cambios internos. Melody inicia su adolescencia con una voz propia para poder decir que siente, que desea y que opina; se frustra cuando es ignorada, desea ser aceptada por sus pares y que reconozcan sus cualidades.
La combinación de la increíble actuación física de la debutante Phoebe-Rae Taylor, acompañada por el monólogo de Aniston, consigue dar profundidad y cercanía al personaje de Mel y es uno de los puntos fuertes de la película.
Otra de sus fortalezas es que, a pesar de su temática, es una película sencilla y cálida que logra transmitir una óptica esperanzadora y desromantizada de la discapacidad. Los momentos que muestran el dolor, la soledad y la falta de empatía hacia Melody son realmente duros, pero el guion, inteligente y sólido, nunca la deja en un lugar de desprotección, sino que le da fuerza y empodera su personaje. La película invita a repensar nuestra forma de prejuzgar la discapacidad y reconocer los verdaderos talentos de las personas. “Las discapacidades no frenan a los alumnos; las escuelas, sí”, se dice en un momento que condensa el mensaje del film.
El silencio de las palabras. 107 minutos. En Disney+.