“No fue pensado como una trilogía. Pero al escribir el proyecto nos dimos cuenta de que había muchas cosas en común entre los tres trabajos. Entonces, en el fondo sí es una trilogía, una trilogía improbable, porque estéticamente son muy diferentes”, dice Florencia Santángelo sobre Demasiado juntas, un espectáculo que se suma el martes próximo a la nutrida cartelera del Festival Temporada Alta en su décima edición.
Que Santángelo viva desde hace años en Río de Janeiro no ha impedido que desarrolle una serie de piezas junto a su colega Leonor Chavarría. Se conocieron en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) y, aunque después tomaron rumbos distintos, generaron una ficción continuada en la que son familia. Como explica Chavarría, detrás de cada proyecto hay un concepto común, que las moviliza, la pregunta sobre qué distancia necesitan para continuar queriéndose o, dicho de otro modo, cómo se construyen los afectos, qué sostiene un vínculo sano: “En Latencia (2017), ella estaba en un teatro carioca y yo en otra sala en Montevideo; hacíamos la obra al mismo tiempo y este tema que atraviesa los trabajos –ser hermanas– también estaba”.
Siguieron explorando las ausencias y la proximidad (virtual) en Dos hermanas, cuatro episodios que crearon en plena pandemia y que emitieron en YouTube. “Para mí es interesante pensarlo como trilogía porque realmente tienen ropajes muy diferentes. Latencia era un hecho teatral pero tenía un lenguaje escénico muy contemporáneo, tenía proyecciones, una conversación por Zoom, era muy tecnológico y en su composición era fragmentado, en tres tiempos, más performático. Después, Dos hermanas era un híbrido de teatro y cine”, continúa Santángelo.
La tercera entrega, Demasiado juntas, anuncia desde el título la ironía de compartir un cuerpo, ya que Santángelo y Chavarría componen a las siamesas Yvonne y Mabel, nacidas en el viejo circo criollo. Mientras las actrices explotan al máximo la tensión de la convivencia, en esta ficción metateatral se vuelve a colar lo audiovisual, ya que la acción transcurre dentro de un documental que están filmando.
Con una idea original bastante clara y algunas bitácoras de sus personajes, Santángelo y Chavarría recurrieron a Richard Riveiro para que diera forma a la dramaturgia y se encargara de dirigirlas. “A Richard lo conozco desde hace muchos años, porque trabajé con L’Arcaza, creo que cuando todavía estaba haciendo la EMAD, y la invitación surgió porque sé que escribe muy bien, porque él tiene una práctica continuada de trabajo colaborativo, y supe que sería una buena amalgama para lo que estábamos creando”, cuenta Santángelo. “Él tiene esa capacidad de escuchar mucho a los actores. Y en realidad esta invitación fue a un proyecto en el que ya sabíamos lo que queríamos. Es muy ingrato eso. Al mismo tiempo nosotras lo invitamos súper abiertas y dispuestas a que él se expresara”.
Arrancaron a trabajar en agosto, primero fueron horas en línea, a partir de lo que Riveiro escribió y que enviaron al programa Fortalecimiento de las Artes. “Hicieron una obra con L’Arcaza que se llamó La gran Pepino, que también pasaba en un circo criollo, y hay una cuestión muy interesante, que es el dominio de la comicidad, porque desde siempre supimos que esto era como un juego de cajas chinas: hay una capa que es el documental que ellas están grabando, otra capa que es la vida de ellas y otra que son los números que ellas hacían en el circo”, adelanta Santángelo. Encontraron el modo de ir intercalando todo sin detener el flujo ficcional y ambas hablan de un proceso “que ha sido muy delicioso, divertido, muy llevadero”.
Las dos destacan, además, la belleza y la funcionalidad del vestuario creado por Catalina Peraza, no sólo porque están en escena permanentemente, sino porque en esas capas de recuerdos que refieren, la historia va y viene en el tiempo: “Hay un desafío técnico, también, porque hay piezas pensadas para las siamesas y es muy difícil que funcionen: tenemos un calzón de cuatro piernas... y no es sólo la pieza sino diseñarla en función de que se pueda sacar y poner fácilmente y rápido”. Junto a los cambios de época, que van desde la infancia hasta la vejez, emergen distintos códigos, donde hay tramos “casi realistas”, aseguran.
Para componer a estas hermanas artistas, se inspiraron en las siamesas Hilton, que nacieron a principios de siglo, y figuran en la película Freaks (Tod Browning, 1932). “Trabajamos mucho desde lo espejado, cuenta Santángelo, “desde la visión del espectador. Está en los números y en la gestualidad; ya caminar juntas es todo un trabajo de investigación, ni qué hablar de moverse”.
“Hay un trabajo grande de coreografía”, agrega Chavarría. “Queríamos precisión”, sigue su compañera. “Queríamos generar esa ilusión no sólo porque están juntas sino porque se mueven al mismo tiempo, y que el espectador encuentre gratificante completar la imagen”.
Pero también les interesaba que cada una tuviera su personalidad, que no estuvieran fusionadas. “Hay un trabajo de balanza entre el estar juntas y tener cada una un carácter bastante despegado de la otra, porque claro, está el morbo: es una, son dos, están pegadas, sienten lo mismo. Usamos ese material porque sabemos que la curiosidad del espectador está puesta ahí, pero pasando por arriba, porque uno para uno mismo es neutro. Para ellas mismas, ellas son normales. Al mismo tiempo, viven en presencia de otro, porque han sido educadas para performar: saben que son observadas y se moldean para el ojo del espectador. Pero cada una –ya van a ver– tiene deseos diferentes”.
¿Qué tienen en común, a su vez, Santángelo y Chavarría? ¿Por qué insisten en trabajar juntas? Mucho de lo que vienen desarrollando desde sus épocas de estudiantes de teatro genera un diálogo arriba y abajo del escenario. Santángelo valora la continuidad del lenguaje que Chavarría despliega, la precisión de sus herramientas, incluyendo su inteligencia y su humor, y su “dedicación obsesiva al trabajo”.
Chavarría comparte conceptos y agrega que “los valores de Flor son importantes por la transparencia, en hablar lo que se tenga que hablar, en estar en el momento para tratar lo urgente del vínculo”. Dice que eso “aliviana el proceso en equipo”, por su capacidad para “trabajar y jugar al mismo tiempo”. Volver a encontrarse en un teatro es otra excusa para mantenerse cerca.
Demasiado juntas en la sala Verdi el 6 y 7 de febrero a las 20.30 con entradas a $ 100. Del 15 al 25 de febrero en el teatro Stella. Entradas a $ 400 en Redtickets (hay beneficios para Comunidad la diaria).
En puntas
Las estrellas del Colón, una gala de ballet que reúne a primeras figuras de la danza argentina, se presentará bajo la dirección de la prestigiosa maestra y coreógrafa Lidia Segni el viernes 9 a las 20.00 en el Auditorio del Sodre y el sábado 10 a las 22.00 en el hotel Enjoy de Punta del Este.
El espectáculo contará con la actuación del bailarín Jiva Velázquez, del teatro Colón, y de la bailarina Caterina Stutz, también integrante del cuerpo estable de la misma sala. Se los podrá ver interpretando los pas de deux de clásicos como El talismán y El corsario, con coreografía de Marius Petipa. De la gala también participarán los bailarines Romina Panelo, Emanuel Gómez, Julieta Morchio, Daniel Altamirano, Sol Rourich y Benjamín Parada.
Las entradas para el show en Montevideo están a la venta en Tickantel desde $ 850, mientras que las del este se consiguen en Suticket.