Madre Coraje y sus hijos gira alrededor de las peripecias de Anna, quien recorre diversos frentes en la Guerra de los 30 Años (1618-1640) para comerciar y sacar provecho a las necesidades que genera el conflicto. Aunque necesita de la guerra, también es víctima de ella, como el resto de los personajes que integran la obra que Bertolt Brecht escribió en 1939. En Uruguay se estrenó por primera vez en 1958 bajo la dirección de Laura Escalante, con China Zorrilla en el rol protagónico.
85 años después de que Brecht escribiera esta reflexión sobre la guerra, los tambores bélicos continúan sonando y el director Sergio Luján convocó a Gabriela Iribarren para que encarnara a una nueva Madre Coraje, con sus virtudes y sus mezquindades. La actriz, que trabajó con textos de Brecht y como docente se ha especializado en la obra del autor, se entusiasmó, pero al principio tuvo dudas: “Yo estaba muy apretada de tiempo, estábamos haciendo giras con Ana contra la muerte, de Gabriel Calderón, viajando mucho, y tenía dudas sobre mi disponibilidad para abordar un trabajo tan enorme. Era un elenco muy grande y no me resultaba nada cómodo estar condicionando a todo el mundo a mi agenda. Pero Sergio Luján fue muy convincente, me contó qué quería y por qué. Ponerle el cuerpo a Brecht obviamente me motivaba, así que empezamos a trabajar en octubre del año pasado”.
Si bien Luján tiene antecedentes en puestas más performáticas, esta versión es bastante clásica.
Sí, en lo que refiere al texto, a la historia, al abordaje, se puede decir que es una propuesta clásica, en el mejor de los sentidos. Toda su propuesta de montaje también respeta al teatro brechtiano, en cuanto a un dispositivo escénico a la vista, al distanciamiento, a la ironía, a las contradicciones que atraviesan a los personajes. Fue un trabajo enorme, pero es una belleza.
Madre Coraje es un personaje complejo. ¿Cómo fue pensarla desde el presente?
Es increíble la vigencia del mensaje antibélico en el mundo de hoy, lleno de guerras que se van sofisticando pero que en realidad son la barbarie absoluta. En este aspecto hago un enlace con Rosa Luxemburgo, un cuerpo junto al río Spree [espectáculo de María Dodera en el que Iribarren interpretaba a la revolucionaria polaca]. Ese fue un proyecto con deliberada intención de reivindicar el teatro político como género y también de reivindicar a Rosa como una mujer que se opuso a la Primera Guerra Mundial, lo que tuvo unos costos enormes para ella y para sus compañeros.
Lo que me parece maravilloso de Brecht es esto de poner al ser humano en sus circunstancias. Madre Coraje encarna el mundo de las contradicciones que se generan cuando una persona está en la circunstancia de la guerra. Trabaja esa línea de contradicciones permanentes donde, por un lado, ella comercia con la guerra, es parte consciente de ese engranaje que denuncia, pero es lo que le permite subsistir. Y siente que cumple una función honesta, que está sirviendo a la tropa y que cuestiona el orden, cuestiona el imperio, cuestiona lo que está ocurriendo. Pero también, con sus limitaciones, se subleva contra la hambruna y contra la muerte de inocentes. En definitiva, es la puja por la vida y por la supervivencia.
También me impacta mucho el corte de género que tiene la obra, pensando que fue escrita en 1939. A través de su hija Catalina denuncia las violaciones, el uso de la mujer como botín de guerra. Y también está la maternidad: Madre Coraje concibe a sus hijos como propiedad, siente que en esas circunstancias le pertenecen y los tiene que cuidar. Como a su carreta, que es otro personaje, y a sus mercancías.
Como preámbulo vemos proyectadas imágenes que muestran algunos aspectos de la violencia política que atraviesan nuestra historia.
Es la mirada de Sergio Luján, que es argentino pero hace 22 años que vive en Uruguay. En esas imágenes trata de expresar el horror de la violencia y muestra todas sus caras. La guerra como tal, el terrorismo de Estado, la actitud de quienes desde lo civil maquillan o apañan esas situaciones. Acá hubo guerras, murió gente, es una parte de nuestra historia. No aparece el genocidio charrúa, pero podría estar. Nuestra historia, como la historia de la humanidad, también se ha construido a partir de las guerras, de la muerte, del horror y del sacrificio, sobre todo de jóvenes.
Tiene que ver con la historización que postula Brecht. Somos producto de nuestra historia y lo tenemos que entender para saber dónde estamos parados. Estamos en un país que está sufriendo un retroceso, donde la derecha está en el gobierno y el avance de las derechas es mundial; donde las izquierdas han “fracasado” en sus intentos de cambiar el sistema capitalista. Pero en términos históricos estamos en el devenir. Seguramente esto va a traer otras reconstrucciones de esa izquierda que debe sobreponerse a sus derrotas, y me parece que es muy coherente esa historización. Creo que Sergio Luján ha sido muy fiel a los preceptos brechtianos.
Hablando de teatro político, hoy en día se habla de que cuando se postulan ciertos discursos o tesis también debe haber coherencia en la forma en que se producen esos discursos. También se cuestionan ciertas jerarquizaciones como la de la dirección.
Creo que la forma de producir y la forma de hacer son también decisiones políticas. Acá en Uruguay no nos damos cuenta de la dimensión que tiene el movimiento del teatro independiente, que ya tiene 80 años y que es único en el mundo, donde los artistas producen, construyeron sus teatros... Con todas las complejidades que tiene, como todo lo que se aborda de manera colectiva. Pero también hay roles. En Madre Coraje, Sergio Luján es el director del espectáculo, es quien tiene la responsabilidad de la obra total, es quien conduce un proceso y es un creador. Pero a la hora de estar parados en el trabajo somos todos imprescindibles, y no es un lugar común, es real. Me parece que la manera de hacerlo hace al resultado, y creo que cuando esa coherencia existe se dan resultados muy potentes. Porque sabemos que ese mundo que creamos es realmente de todos y de todas. Eso genera una energía productiva que vos de pronto no podés decodificar pero que hace a eso que vivís como una experiencia desde la platea y desde el escenario. Porque vos podés hacer un teatro de género político, por llamarlo de alguna manera, pero con un sistema absolutamente vertical y autoritario, y eso empieza a generar otras contradicciones que creo que como artistas tenemos que tener la capacidad de ver. El medio a través del cual creás y la coherencia con los fines que tenés también hacen a una calidad artística.
Hablabas de algunas de las derrotas de las izquierdas. Actualmente sos la presidenta de la Comisión de Cultura del Frente Amplio. ¿Se ha hecho un balance sobre las políticas culturales? ¿Se ha hecho autocrítica de las visiones contrapuestas sobre la cultura y de los enfrentamientos mientras se ocupaban lugares de gobierno?
Sí, y de la conciencia de la necesidad de esa autocrítica es que se genera esta comisión, así como la Comisión de Género y la Comisión Afrodescendiente Antirracista. Son las tres comisiones nuevas que hace tres años venimos funcionando para tener ámbitos específicos en temas que son centrales pero que siempre quedan marginados en las agendas políticas.
La fisura entre el mundo del arte y la cultura y el mundo de la política es un producto de la dictadura. Porque en la constitución del Frente Amplio como fuerza política se tuvo como aliados al movimiento teatral y artístico, que fueron parte, al igual que trabajadores y trabajadoras, de la base social de la fuerza política. Lo que pasa es que la dictadura quebró a la cultura uruguaya y eso hizo que los mundos se fueran separando. Y eso hace que sea muy difícil hoy para alguien que viene del arte y de la cultura, en su sentido amplio, acercarse a una estructura política que se ha tradicionalizado. Que esos mundos puedan dialogar es parte de un proceso de reconstrucción necesario y es a lo que apuntamos desde la comisión. Con total humildad y con la participación de todos los sectores y de las bases estamos trabajando en darle el lugar a la cultura en el proyecto político.
Lo primero que hicimos fue un acopio de todo lo acumulado, porque estaba disperso. Estudiando todos los aportes conceptuales e ideológicos que se han hecho desde el punto de vista programático en este proceso posdictadura y haciendo una revisión de lo hecho por el Ministerio de Educación y Cultura hemos visto los hallazgos y las cosas buenas, pero también todo lo que no hemos hecho. Y ante la emergencia cultural en que creemos que estamos, las herramientas han sido insuficientes. A partir de ese proceso de reflexión, hoy tenemos un programa en el que la cultura es uno de los ejes principales.
En ese eje lo primero que surge es buscar una nueva institucionalidad. Se hace imprescindible un rediseño que actualice la denominación del ministerio, que pasará a llamarse Ministerio de las Culturas, las Artes, los Patrimonios y la Educación. Se hace imprescindible crear un Sistema Nacional de Cultura, algo como el Sistema Nacional Integrado de Salud, que articule las políticas culturales en los tres niveles de gobierno. Para eso se necesita un incremento presupuestal que también está previsto en las bases programáticas. Y una Ley Nacional de Cultura y Derechos Culturales, que es una herramienta que necesitamos para regular lo que se vaya a hacer desde los gobiernos. También, por supuesto, está el costado de la profesionalización, el desarrollo de las industrias culturales, la internacionalización. Porque acá tenemos riqueza y tiene que salir, pero lo tiene que hacer a través de instrumentos que sean democráticos, que comprendan la diversidad.
Hemos estado en permanente diálogo con las organizaciones sociales y las comunidades territoriales. El centralismo en Uruguay es un tema cultural que no se da solamente desde Montevideo hacia el resto de los departamentos, sino que también se da y se expresa desde las capitales departamentales hacia las localidades. También hay asimetría entre lo urbano y lo rural. Ha sido un trabajo político permanente, en territorio. Estos son temas que cuesta muchísimo instalar, pero estamos trabajando con mucha convicción, con mucha pasión, sabiendo que es una herramienta imprescindible para que cualquier transformación pueda ser sostenida en el tiempo. No bastan las transformaciones materiales, que son imprescindibles, tienen que generarse condiciones culturales para sostenerlas.
La Federación Uruguaya de Teatros Independientes ha denunciado la falta de funcionamiento de la Ley de Teatro, que se votó en 2019. Pero en ese momento el Frente Amplio todavía estaba en el gobierno y pudo haber instrumentado esa ley antes de que asumiera un gobierno que podía no tener interés en hacerlo.
Sí, pasa eso. Es muy loco igual lo de la ley, porque fue aprobada por unanimidad en el Parlamento, lo único que se tiene que hacer es reglamentarla y ejecutarla. Creo que no tuvimos el reflejo como comunidad artística de poner en dimensión el problema. Son las debilidades del sistema político, pero también son las debilidades nuestras, como organizaciones. Nuestra supervivencia como artistas nos insume la mayor parte de la energía vital y tenemos grandes dificultades para organizarnos, para luchar por nuestros objetivos. Si bien somos parte del PIT-CNT, creo que tenemos que trabajar hacia la interna para llevar adelante nuestra lucha. Sin lucha no hay nada, no habría Ley de Ocho Horas, no habría voto de la mujer. Y para que esos derechos se constituyeran murió mucha gente a lo largo de la historia. Creo que tenemos que ver los déficits del sistema político, que no termina de comprender el valor que tiene el desarrollo de la cultura para la vida de un pueblo, para su felicidad, para su libertad, en el sentido real y profundo de la palabra.
Si bien el Frente Amplio tiene una responsabilidad, también es quien más ha hecho en materia de cultura. Que ha sido en dimensión de bonsái ya lo vemos. Se han hecho cosas muy buenas pero con un alcance pequeño. Bueno, ahora es momento de amplificar eso. Pero también tenemos que hacer una autocrítica como comunidad artística y cultural y pensar que nuestra organización es imprescindible. Yo creo que hay que ver las dos partes.
De este gobierno yo no me esperaba otra cosa. Sigue sus líneas privatizadoras, sus líneas antisindicales. Ve a la cultura como una forma de cooptación de públicos.
Es inevitable, hablando de políticas culturales, pensar en Argentina, en donde en nombre de la libertad de mercado se vive un proceso de desmantelamiento de la institucionalidad cultural que muestra su fragilidad, cuán fácilmente se puede destruir.
Es como decía Simone de Beauvoir, otro personaje maravilloso que tuve la suerte de hacer con María Dodera: los derechos de las mujeres están siempre prendidos con hilos. Los de la cultura también. En cualquier intersticio histórico son los que van a caer. Eso es lo que se está demostrando ahora en Argentina, que es una locura. Pero es algo que trasciende a Argentina, es un fenómeno mundial. Las derechas y las ultraderechas están felices de tener ese ensayo en ese país tan maravilloso y tan rico. Y creo que las izquierdas nos tenemos que unir. En este país, cuando se formó la CNT, la vertiente anarquista y la vertiente comunista pudieron acordar y dialogar para crear la central sindical. Tenemos que volver a dialogar y articular para crear algo nuevo. Creo que las izquierdas no nos hemos repuesto del todo de algunas derrotas, pero lo vamos a hacer; quizá no lo veamos nosotros, pero va a pasar. Hoy el poder político es un poder subsumido al poder económico, que a su vez está concentrado en el uno por ciento de la población. Estamos en ese momento de la humanidad bisagra en el que, como decía [Antonio] Gramsci, entre un viejo mundo que muere y un nuevo mundo que aún no ha nacido, surgen los monstruos.
La hegemonía cultural hoy en día la tienen el mercado y el neoliberalismo.
Totalmente, muy por el contrario del diagnóstico que el neoliberalismo hace, y eso habla un poco de su precariedad a la hora de interpretar a Gramsci. Pero creo que este momento muy terrible va a dejar una semilla para que nazca nuestro proyecto de izquierda, que no puede ser el que fue, tiene que ser otro. Para eso tenemos que tener claro cuál es nuestro posible y humilde aporte y meter toda la entrega desde el arte, que es una herramienta maravillosa para crear comunidad, en donde el ser humano parece que pone lo mejor de sí. También la política es una herramienta que construye comunidad, pero hay que trabajarla.
Madre Coraje y sus hijos. Dirección de Sergio Luján. Con Gabriela Iribarren, Susana Anselmi, Sebastián Silvera Perdomo, Martín García, Gabriela Fumía, Lucía Senra, Julio Persa, Emilio Gallardo, Federico Torrado, Daniel Chestak, Juan Enciso, Paola Gago, Alejo Martínez, Mauricio Delgado. 135 minutos. La obra emprende una gira por distintos puntos del territorio en el marco del Programa de Fortalecimiento de las Artes.