Un día, 17 años después, los X-Men regresaron a la televisión haciendo de cuenta que solamente habían transcurrido unos meses. Claro que contaban con la ventaja de ser personajes animados, y aun así a algunas voces se les nota el paso del tiempo.

En diciembre, 14 años después del último episodio (más allá de un cortometraje pandémico), volvieron los personajes de la queridísima serie Monk, con evidencias inevitables del paso del tiempo en los rostros y los cuerpos, pero, al igual que los mutantes, con una historia que captura a la perfección la idea original. Y ahora podemos verla en Uruguay.

Antes de empezar a hablar de Mr. Monk’s Last Case: A Monk Movie, debemos quitarnos nuestros anteojos de nostalgia. Con todo el afecto que le tenemos al personaje interpretado por Tony Shalhoub durante 125 episodios –emitidos en TV abierta y ahora disponibles en Netflix– nunca se trató de una serie premium, sino de la compañía perfecta para cuarenta y pocos minutos en los que un detective con toda clase de fobias resolvía un asesinato a la vez.

Ver este telefilm, disponible en alquiler digital en servicios como NS Now o similares, es como volver a encontrarse con un amigo y repasar una vez más aquellas cosas que los mantuvieron unidos durante ocho años. Ni más ni menos que eso.

Adrian Monk está de regreso y descubrimos que todo el progreso que había logrado al resolver de una vez por todas el asesinato de su esposa Trudy (Melora Hardin) se esfumó con la pandemia de coronavirus, lo cual tiene bastante sentido conociendo al personaje: es creíble que se hiciera un test de covid cada 20 minutos. A esto se le suma el fracaso de un contrato editorial que le hubiera permitido costear la boda de la hija de Trudy, lo que deja a Monk convencido de que lo mejor es terminar con su existencia.

Aunque la serie era liviana, siempre tuvo un condimento melancólico, pero quizás nunca tan intenso como en estos 97 minutos en donde vemos al protagonista planificar su muerte. Será otra muerte, la del novio de la joven, la que lo mantenga vivo y afilado para tratar de resolverla. Del asesino conocemos su identidad: es un Jeff Bezos de cabotaje interpretado por James Purefoy, que no tiene problemas en asesinar (o mandar asesinar) a aquellos que se ponen en su camino.

La fallida boda es la excusa para que el viejo equipo se reúna en San Francisco: Natalie (Traylor Howard), Randy (Jason Gray-Stanford), Stottlemeyer (Ted Levine, el Buffalo Bill de El silencio de los inocentes) y hasta el terapeuta Neven Bell (Héctor Elizondo) tendrán una última oportunidad de lucirse.

Como en los viejos tiempos, en formato más extenso pero sin que ello los obligue a una aventura cinematográfica, podremos disfrutar de Adrian Monk recorriendo las escenas del crimen, moviendo sus deditos en el aire o tocando una sucesión de objetos mientras intenta resolver qué ocurrió y llevar ante la Justicia al multimillonario. No faltará la ocasión de usar la frase “es una bendición y una maldición” o “esto fue lo que pasó” antes de explicarnos cómo se cometió tal o cual delito.

Monk funcionaba mejor cuando no era un evento, cuando llegaba 16 veces por año con 16 casos que se resolvían en tres cuartos de hora (una hora completa si era con tandas) y su asistente, los amigos de la Policía y el encargado de su salud mental lo acompañaban en cada uno de los pasitos. El mérito de Mr. Monk’s Last Case: A Monk Movie es que se trata de un episodio especial que nos permite imaginar un universo en el que el detective defectuoso continúa resolviendo casos. Quizás en una serie animada hubiera sido más sencillo.

Una última cosa, porque no puedo dejar de mencionarlo: cuando maratoneaba la serie, llegaba un punto en el que no era que pensara como Adrian Monk, pero sí como los guionistas, y eso me permitía descubrir cómo se había perpetrado el crimen antes de que terminara el episodio. Me volvió a pasar con la película.

Mr. Monk’s Last Case: A Monk Movie, con Tony Shalhoub y gran elenco envejecido. 97 minutos. En alquiler digital.