No estoy seguro de si alguna vez vi otra película taiwanesa. Sin duda, cabe agradecerle a Netflix su búsqueda incesante de novedades para su catálogo en diferentes partes del mundo, que permite el acceso a películas y series a las que años atrás sólo hubiéramos podido conocer mediante festivales internacionales o algún ciclo puntual en Cinemateca.
Puede que The Pig, The Snake and The Pigeon pase algo desapercibida, confundida entre el restante cine asiático que ofrece la plataforma (mayoritariamente coreano), pero sería una pena. Porque aunque la película dirigida por Wong Ching-po abreva de la ola de cine de acción y policial asiático contemporáneo, tiene particularidades que la hacen distintiva y muy interesante.
Empecemos por nuestro protagonista. Chen Ku-lin (Ethan Juan) es un criminal de carrera, audaz y temerario, que mantiene en vilo a la Policía y a las pandillas rivales. Su gran momento de gloria es el inicio de esta historia: Chen liquida a un poderoso jefe rival en el velorio de otro capo criminal (también liquidado por Chen) ante la inacción de la mismísima Policía, que custodiaba el evento. Este golpe de mano lo pone en la mira de criminales y policías, por lo que Chen se esconde por un tiempo, hasta que todo se calme.
El problema es que todo demora mucho en calmarse y con apenas 15 minutos de película nos reencontramos con Chen muy venido a menos, todavía escondido tras cuatro años de aquel gran triunfo. Y, para colmo de males, un chequeo médico le da peores noticias: tiene un masivo cáncer de pulmón y apenas seis meses de vida. Urgido por su doctora a terminar sus días sin tener que estar huyendo, Chen va a entregarse, pero mientras espera que lo atiendan en la jefatura –la burocracia de las oficinas públicas es internacional– ve en un viejo cartel en la pared la lista de los criminales más buscados de Taiwán. Y él es nada más que el número tres. Eso no puede ser. Así, Chen se propone la titánica tarea de encontrar y eliminar a la serpiente y a la paloma, los dos criminales más buscados por encima de él –quien es, evidentemente, el cerdo–, lo que no será una tarea sencilla, puesto que ambos llevan años desaparecidos.
El plan de Chen es sencillo: llegar a ser el número uno y entonces entregarse. La ejecución tendrá muchos pasos y sus bemoles.
En un formato episódico, esta gesta protagonizada por un criminal moribundo en busca de fama es todo lo violenta, dinámica y sorprendente que puede esperarse del cine asiático, pero con la salvedad de incluir –porque viene de Taiwán– aspectos como erotismo y religión, censurados en otras partes, como China.
Muy bien actuada por un elenco de –para mí– ilustres desconocidos, incluye un par de escenas para el recuerdo (el enfrentamiento de Chen con toda una secta religiosa es de culto) y entretiene siempre por cómo está filmada, por las muchas vueltas de tuerca de su argumento, por combinar desfachatadamente violencia, drama y comedia negra.
Así, Taiwán dice presente en la actual ola popular de cine asiático. Conviene no dejarla pasar, vale mucho la pena.
The Pig, The Snake and The Pigeon. 135 minutos. En Netflix.