Una comedia negra, una secuela permisiva y desafiante se escenifica cuando los sepultureros de Hamlet reciben de Fortinbrás, el príncipe noruego que se quedó con la corona danesa, el encargo de enterrar a los muertos de la familia real. “El destino del país podría estar en manos de dos tipos miserables, que se debaten entre salvar la patria o caer en la codicia que hundió a su reino”, advierten los textos preliminares de Los sepultureros, una versión de la tragedia shakespeariana que se atreve a “jugar un juego compartido”, dice su autor, el director de teatro y cine, actor y músico, Rodrigo Spagnuolo, sobre esta tendencia a la reescritura de clásicos.

“O lo hacés de época o lo traés a esta, siempre va a ser algo nuevo. Podés hacer algo más de fiel al texto original o podés de alguna manera hablar sobre Hamlet tomándolo como si fuera un mito que nos une a todos, en general, a los teatreros y al público más ocasional, también”, opina Spagnuolo. Para eso se concentró en “los personajes más mundanos, más terrestres, más sórdidos, si se quiere, y al mismo tiempo, los únicos representantes del pueblo dentro de esta historia, que es una tragedia dentro de los muros de un palacio”.

En un entorno de ambiciones desmedidas, el espectador asistirá a la intimidad del trabajo de esta dupla malhablada con arranques de ira, que ostenta el poder definitivo. “Me pareció algo muy interesante desde lo simbólico, que tiene que ver también con la vigencia de Shakespeare, con que seguimos viendo traiciones similares y comportamientos ególatras, y la codicia y la locura, esa mezcla entre la pasión y el poder, cómo las dos cosas están vinculadas de una manera al sometimiento. Y en el caso de los sepultureros, a esa acción tan particular que tienen que es enterrar y desenterrar. Además, la premisa está dada porque Fortinbrás les mandó mover de lugar el panteón, porque ya no tiene que ocupar el lugar que considera el principal, como una humillación al reino, y al mismo tiempo tienen que enterrar a los otros muertos. Nos sigue costando interpretar la historia; pareciera que necesitamos enterrar los errores del pasado”, dice el director.

Entre lo tétrico de la tarea y un histrionismo que distancia, Spagnuolo encuentra que el espectáculo puede sumir a la platea en un vaivén de sensaciones, mientras la insta a mirar la muerte con otra cara. “Siempre que vas a encarar Hamlet estás haciendo un poco ese proceso de desenterrar algo, de darle vida a algo que ya fue trabajado. ¿Por qué lo vas a tocar? Si ya era tan perfecto, ya se hizo tantas veces. Bueno, porque me está haciendo reflexionar sobre cosas que tienen que ver con el presente. Entonces ahí hay un juego con un spin off, con la comedia negra, cuando encara los temas más tremendos de la forma más directa y, contrastadas, aparecen la risa y la emoción. Nos motiva, nos hace sentir vivos, nos permite jugar también con los arquetipos del teatro al hacerlo en una sala así, tan antigua, como la del Stella, que es tan divina, en ese marco de terciopelo rojo. En esta sala, una obra así, de alguna manera toca ciertos temas, como el teatro tradicional, la comedia del arte... siempre la pensamos para hacer acá, lo cual no quita que la llevemos, algún día, a un cementerio, por ejemplo”.

La estructura dramatúrgica rescata parlamentos del bardo, mientras “los personajes utilizan la cita como un recurso, para expresar cuestiones que tiene que ver con la historia que ellos van construyendo”, explica el autor. De esa manera se imbrican ambiente, estética y la propia musicalidad de la poesía, que utiliza la palabra para conmover.

Vocación multiplicada

Para buena parte del público, tanto en España, donde residió entre 2001 y 2009, como aquí, el nombre de Rodrigo Spagnuolo está asociado al teatro infantil. Desde 2013 está al frente de la compañía Granja de Piratas, mientras que al teatro “para adultos” lo frecuenta más espaciadamente.

Sin embargo, se mueve en varias disciplinas, como el audiovisual y las artes plásticas, donde coincide y retroalimenta las obras de su madre, la artista plástica Virginia Patrone, que se encargó de la escenografía y el vestuario de varios de sus montajes, mientras que él realizó videos para las muestras de ella. Dice que están acostumbrados a trabajar juntos y que la sincronía, el compañerismo y la diversión los unen: “Fue mi principal educadora en el arte, desde niño, porque lo impulsó. Siempre me sentí muy seguro en lanzarme a experimentar en todo, cuando arranqué con la música, a tener bandas, y con el teatro, igual”, cuenta el dramaturgo, que, más que un camino académico en un área específica, apostó a una formación y a una capacidad de adaptación constantes. Y, como los artistas de circo, observa cierta continuidad de linaje en los caminos que van tomando sus hijos.

Cuando regresó al país, resultó seleccionado por la convocatoria Tierra Adentro del Programa Laboratorio del INAE con su proyecto Identidad Antídoto, del cual surgió La huella de Sepé (2011), un proyecto que recuerda como “muy raro y muy entretenido”, una obra teatral itinerante y una serie documental coproducida con TNU. Actualmente, su rutina más fuerte es escribir guiones para cine y series, a veces por encargo, otras en proyectos propios.

Ahora lo ocupan, entre otras tareas, su primer proyecto de largometraje en solitario, el thriller de época Amalia y el diablo, que ganó un Fondo de Desarrollo del ICAU en 2020, y las colaboraciones con Alejandro Bazzano, uno de los directores de La casa de papel; el último trabajo de ese tipo fue una serie para México, Se llamaba Pedro Infante, y aunque no puede adelantar más, cuenta que están trabajando en un largo que escribieron a cuatro manos, que sería una coproducción mayoritaria española con una participación minoritaria uruguaya.

Spagnuolo reconoce que el trabajo de escritura puede ser muchas veces solitario, pero promete: “Mientras haya letra, seguiremos dando ideas”.

Los sepultureros, en el teatro Stella D’Italia (Mercedes y Tristán Narvaja), viernes y sábados a las 21.00 y domingos a las 19.00, a excepción de este sábado, que habrá una función especial en el teatro Macció de San José a las 21.00. Entradas a $ 600 en RedTickets y 2x1 para Comunidad la diaria.


Reponen Muchachas de verano en días de marzo

La versión escénica de la novela homónima de Alicia Migdal vuelve por cuatro únicas funciones a Sala Verdi, del 19 al 22 de setiembre, jueves a sábado a las 20.00 y domingo a las 19.00.

Un universo femenino dialoga, evoca e imagina instantáneas de las historias que pudieron haber sido. Momentos mínimos, gestos, la madre y la hija, las muchachas del hoy, los naufragios. Muchachas de verano en días de marzo es una traducción de la obra de Migdal, pero es también una nueva escritura con dramaturgia y dirección de Leonor Courtoisie, con dirección en reposición de Elaine Lacey.

Artistas en escena: Inés Rocca y Gimena González. Entradas generales: $ 500 (2x1 con Comunidad la diaria) en venta por Tickantel y en Sala Verdi (Soriano 914, teléfono de boletería: 1950 3220).

Nueva dramaturgia española

Habrá lecturas dramatizadas en la sala Blanca Podestá del teatro Agadu (Canelones 1122) el 18, 19 y 20 de setiembre, de 19.00 a 21.00, con entrada libre. Se trata del proyecto Interautor Teatro, del que participan Agadu y la Fundación SGAE, que tuvo su primera edición en 2023.

Los autores españoles y las piezas que se presentarán la semana entrante aquí son Ana López Segovia con Las bingueras de Eurípides, José Padilla con Dados, y María Goiricelaya, la responsable de Filtro, con Nevenka. Las lecturas dramatizadas se realizarán nuevamente en colaboración con la Comedia Nacional y la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático.

Los dramaturgos uruguayos seleccionados para esta edición son Alejandra Gregorio, sugerida por la Comedia Nacional, Estela Golovchenko, sugerida por la EMAD, y Fernando Schmidt, ganador del premio Cofonte.