Si a las siempre adictivas historias navideñas de viajes en familia que salen mal les sumamos buen cine catástrofe más una impronta nórdica, tendremos como resultado algo muy parecido a la intensa miniserie de cuatro episodios La Palma. Creada por el equipo de las películas de cine catástrofe The Wave (2018), The Wake (2018) y The Burning Sea (2021), este producto noruego se inspira en un hecho real ocurrido en setiembre de 2021 en España y recrea la hipótesis del tsunami posterupción de Cumbre Vieja, uno de los volcanes de la isla de La Palma, en el archipiélago de Canarias del océano Atlántico.

Lo que se inició con una serie de temblores, en pocos días se transformó en una catástrofe de lava, humo y destrucción que arrasó 1.200 hectáreas (con daños estimados en 500 millones de euros) y dejó a más de 7.000 desplazados. Fue otro ejemplo del mal manejo de las autoridades españolas en la evacuación, que tiene similitudes con lo que pasó durante la DANA ocurrida en Valencia en noviembre de 2024.

Con una buena combinación de cine de desastre y drama familiar, la serie sigue las vacaciones de un matrimonio disfuncional formado por Fredrik (Anders Baasmo) y Jennifer (Ingrid Bolso Berdal) y sus hijos Sara (Alma Günther) y Tobías (Bernard Storm Lager). La relación de Fredrik y Jennifer pende de un hilo, Sara es una adolescente antisocial y la neurodiversidad de Tobías se ha convertido en un punto de compleja discordia. Para alivianar el tirante clima doméstico, deciden viajar a su hotel preferido en La Palma, sin saber de un peligro inminente e invisible: Marie (Thea Sofie Loch Næss), una joven científica noruega, descubre señales de que un volcán, que se encuentra en el epicentro de la isla, está a punto de entrar en erupción y provocar un mortal megatsunami.

A medida que la trama avanza, con una cuota justa del suspenso propio del género y el agregado de drama humano, vemos cómo, al contrario de otras historias apocalípticas, la serie tiene una fuerte base científica y el respaldo de estar basada en un hecho real, lo que la hace más creíble. Se muestra cómo ese peligro parece ser avisado a tiempo pero en parte negado por las autoridades (se deja en claro el buen trabajo del Instituto Geológico local, que tuvo un rol determinante en la prevención), así como el choque cultural entre los lugareños (quienes creen conocer mejor el comportamiento de estos fenómenos en su isla) y los turistas que los invaden.

Hay algo de su cinematrografía, su banda de sonido y su narrativa que por momentos hacen que La Palma parezca un documental, por lo que no está de más recalcar que es una ficción creada desde la visión de un turista noruego. La construcción de los personajes, bastante estereotipada (la científica altruista, el marido apagado, la esposa empoderada y harta) matiza correctamente la catástrofe natural con el complejo entramado de las relaciones humanas (desconexión matrimonial, conflictos adolescentes, amor homosexual, crianza de un niño con TEA). La erupción del volcán y el posterior caos atraviesan a la familia y a todos, los reformula, explora sus reacciones y decisiones ante un desastre inminente, enfocándose en el visceral instinto de supervivencia y los dilemas suscitados por aquello que no podemos controlar.

La Palma resulta un intenso y efectivo espectáculo audiovisual con una ajustada rigurosidad histórica. Con potencia emocional, retrata el enfrentamiento con lo imprevisto, la subestimación de los fenómenos naturales y el rol de la ciencia como respuesta a todo. Si le sumamos a esto una inteligente mezcla de thriller y drama, y una fotografía, dirección de arte y efectos especiales impecables, se comprenderá por qué la miniserie se ha vuelto viral.

La Palma. Cuatro capítulos de 45 minutos. En Netflix.