Quizás este ejercicio sirva para entender el momento de la industria cinematográfica estadounidense. Imaginen una película protagonizada por Cameron Díaz, que obviamente ya pasó por su momento de mayor popularidad, pero no deja de ser una actriz reconocida a nivel mundial. Lo mismo con Jamie Foxx, con la diferencia de que es un poco más difícil escribir su nombre y su apellido de memoria.
Ahora imaginen que toman a estas dos estrellas y las hacen protagonizar una comedia de acción, de esas en las que una gran parte del juego se define en la química entre los actores y la otra en las set pieces, las escenas de acción que marcan los puntos más importantes de la trama. Que alcanza con que esta última sea funcional al entretenimiento.
¡Imaginen la cantidad de dinero que podría costar algo así! Y ahora imaginen que se estrena directamente en Netflix. No imaginen más. Calculo que en algún momento de este ejercicio se habrán dado cuenta de que estamos hablando de De vuelta a la acción (Back in Action), la más reciente película de Díaz y Foxx, que llegó hace poco tiempo a la plataforma de la ene roja.
Este es el nuevo mundo en el que vivimos. Los ejecutivos de Netflix entienden que lo más conveniente para la compañía es que este film sea uno más de los incentivos para suscribirse a la plataforma, o para no desuscribirse. Así que conviene encontrar un televisor medianamente bueno y medianamente grande, y acompañar a dos estrellas desde nuestro living (o el sitio en el que se encuentre el televisor medianamente bueno y medianamente grande).
Algunos, con razón, podrían argumentar que Netflix ha realizado estrenos limitados de algunas películas, para cumplir con los requisitos mínimos que le permitan competir por los premios de la Academia. Creo que no voy a sorprender a nadie si les digo que esta película, simpática y vertiginosa, no está llamada a llevarse un Oscar en ninguna de las categorías. En la de cortometrajes ya arrancaba perdiendo, porque dura casi dos horas.
Todo comienza con Emily (ella) y Matt (él), un par de espías en medio de la típica misión para salvar el mundo. Hay un castillo, una fiesta, en fin: los condimentos esperables en esta clase de aventura. Después de buenas coreografías de peleas y una set piece interesante, ellos deciden hacerse los muertos y comenzar una familia lejos de tantas disputas entre naciones abocadas a la conquista global.
Pasan 15 años y nos encontramos ante una familia nuclear, no por el poderío atómico, sino por su constitución. Un enredo familiar relacionado con la hija adolescente los convierte en fenómenos virales, así que Emily y Matt terminarán volviendo a entrar cuando pensaban que ya estaban afuera. Al mejor estilo de Michael Corleone.
Lo que sigue es un guion que no reinventa el género (al malo lo vi venir desde Kamchatka) y que aprovecha la billetera en todo momento. La persecución está bien filmada y tiene autos que se revientan, la madre de Emily resulta ser una actriz cotizada, esa clase de cosas.
En los últimos tiempos se está hablando cada vez más de cierto “modelo Netflix” que está pensado para personas que tienen la tele prendida mientras hacen otras cosas. Por eso (dicen) los personajes explican en voz alta lo que está pasando, para que la gente no se pierda. De vuelta a la acción no cae en esos abismos, y perfectamente podría haber pasado por las salas comerciales. Eso sí, nadie debería esperar algo cercano a lo que hace Tom Cruise cada vez que lleva sus misiones imposibles al cine.
Miremos a estos dos mientras esperamos una nueva misión de Tom Cruise.
De vuelta a la acción, 114 minutos, en Netflix.