“El país está viviendo una crisis de proporciones inéditas. Ante este panorama, hay que extremar las medidas de precaución. Mantenga dos metros de distancia de ellos, no los trate como personas porque no lo son. Si puede, córteles la cabeza”, se escucha en un mensaje oficial disparado desde una pantalla que pone a correr miedos primarios y miedos recientes, mientras transcurre la acción en El tema del verano, el nuevo largometraje del uruguayo Pablo Stoll Ward.

“Ana (Azul Fernández), Malú (Malena Villa) y Martina (Débora Nishimoto) seducen y despluman a chicos ricos, pero este verano su plan sale mal: los muertos no se mueren”, advierte la sinopsis de este “apocalipsis zombi”, filmada en José Ignacio en tono de comedia negra, protagonizada por tres actrices argentinas y con actuaciones de los uruguayos Daniel Hendler y Leandro Souza.

Un atardecer romántico, el viaje en una camioneta igual a la de Los Magníficos (Brigada-A) y una escena de baile con rock salvaje se suceden entre disparos y mordidas repentinas. “También hay un momento de cachetadas. Ese golpe a mano abierta tiene una inspiración muy Bud Spencer”, admite el director, en diálogo con la diaria, mientras recuerda noches de reestrenos en el cine ABC, de Constituyente y Minas.

El tema del verano tiene mucha tele y, sobre todo, películas que vi en VHS”, explica Stoll. “Mi consumo de películas de terror siempre fue una cosa más personal, mi esposa no se cuelga mucho. Cuando era más chico el plan era juntarnos con amigos y ver toda la saga de Martes 13 en una sola noche”.

Entre las primeras películas de zombis que viste hay una en particular con la que, según contaste, no pudiste dormir por varios días: Virus –también conocida como El infierno de los muertos vivos– (Bruno Mattei, 1980).

Esa apareció la primera vez que sacamos películas en un videoclub. Tres o cuatro compañeros de escuela fuimos a la casa de un amigo que había vuelto de Miami con una videocasetera; en ese momento era un artefacto de última tecnología. El videoclub se llamaba Tops y estaba en la calle Francisco Vidal. Era uno entre los muy pocos que existían y tenía muy pocas películas.

Una de las que sacamos era Virus, y la otra, que se llamaba Ninguna virgen en el colegio (André Farwagi, 1978), era una película alemana medio rara. En la tapa te anunciaba algo picaresco que nunca sucedía, como un porno soft pero sin la parte del porno. Esa la habíamos sacado para intentar ver una teta que no vimos, pero en Virus sí, hay un momento de un desnudo completamente delirante. En esa película, además, descubrí el mundo de los zombis, que en ese momento me dejó muy impresionado y me dio mucho miedo.

Y a pesar de eso seguiste el género a lo largo de tu vida.

Sí, siempre me gustaron las películas de zombis. También me pasó otra cosa medio casual: el primer libro que leí en mi vida sobre cómo hacer cine fue uno sobre el rodaje de El regreso de los muertos vivos (1978), de George Romero (Hacer películas: una guía para la producción cinematográfica independiente, de John A Russo, 1989).

Foto del artículo '“Marmota Chico y Javi seguro miraban películas de zombis”: Pablo Stoll Ward y el estreno de su nuevo largometraje, El tema del verano'

Está escrito por uno de los guionistas de Romero, que luego sacó otro montón de libros e hizo muchas películas. Ahí te cuenta sobre el proceso de un film que se sacó adelante con cuatro pesos, el impacto que tuvo y los errores que cometieron mientras se hacía. Me resultó muy formativo y me dio una idea muy clara de la producción cinematográfica, pero además me dejó muy entusiasmado.

De hecho, en el momento de hacer 25 watts (Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll, 2001) tenía más ganas de hacer 25 watts que una película de zombis, pero igual estaba viendo películas de zombis.

Es como que de los tres pibes de la película que iban al videoclub, al Leche (Daniel Hendler), que era el personaje más parecido a Juan (Pablo Rebella), no le gustaban las películas de ese tipo porque a Juan le parecían una boludez, pero los otros dos personajes, Marmota Chico y Javi, seguro miraban películas de zombis.

En una entrevista anterior con la diaria, cuando terminaste el rodaje de El tema del verano, dijiste que en esta película “el punto de vista está puesto un poco más en los zombis”. ¿Podés volver sobre esa idea?

En el mundo de las películas zombis hay una cosa que puede estar buena, pero en un punto también embola. Se daba mucho en la serie The Walking Dead. En ciertos momentos era como “ya pasaron cuatro capítulos y no vi un puto zombi”. Ya entendí que el mundo tiene problemas políticos, que se especula con el manejo del agua y que la codicia humana se despierta en algún momento. Todo bien, es parte del género ese trasfondo social.

Me parece súper valioso y me encantan muchas películas de ese tipo, pero no era por el lado que yo quería ir. La idea de esta película es arrancar con el punto de vista de la víctima de la epidemia, o de la situación. O sea, del muerto vivo. Por eso inventamos unos muertos vivos que en un momento son conscientes de su condición y de a poco van enterándose de que están muertos, empiezan a normalizar el hábito de comer gente hasta que pierden toda conciencia y se convierten en un monstruo.

Así que, respetando ciertos códigos del género, te diste la libertad de moldear tus propios zombis.

Sí. Es decir, hay películas en las cuales el zombi tiene un punto de vista, como una que se llama Warm Bodies (Jonathan Levine, 2013), en la que el zombi protagonista habla con una voz en off todo el tiempo, pero tampoco queríamos llevar la película a ese lugar, porque era un embole.

Acá los zombis cuando se despiertan no entienden bien qué les pasó, esa idea nos interesaba. Y además, sin espoilear demasiado, los zombis terminan haciendo su vida de zombis.

En ese sentido, da la sensación de que, por lo menos algunos, son zombis con códigos.

¿En el sentido de a quién se comen?

Ahí va.

Sí, como zombis con agenda, digamos. El fotógrafo de la película (Manuel Rebella) decía que eran medio zombis, medio vampiros. Esa cosa de a quién nos comemos y a quién compartimos, pero también hay decisiones que tienen que ver con conveniencias del guion. No quisimos quedar presos de ninguna regla. Algunos pasan más rápido a la condición de zombi que otros, pero lo que más nos gustaba era que tuvieran algún tipo de idea de lo que estaban haciendo y de su condición de zombis.

La película tiene algunas referencias locales muy directas.

No sé. En realidad, eso les pasa a todas las películas uruguayas. A no ser que vos quieras hacer algo en contra de eso, siempre terminás filmando lo uruguayo porque vivís acá.

Foto del artículo '“Marmota Chico y Javi seguro miraban películas de zombis”: Pablo Stoll Ward y el estreno de su nuevo largometraje, El tema del verano'

Esta película siempre fue pensada como una historia de personajes que transcurría en un lugar externo a ellos, y terminó siendo la de tres argentinas que llegan a una casa en José Ignacio.

También estaba la idea de que fuera como regional. En el verano, en Uruguay, se da esa interacción de que vienen muchos argentinos, o algún chileno, y en lugares como Punta del Este se da esa contradicción de que, de repente, en una casa de ricos ninguno es realmente rico, y el que llegó como artista se queda trabajando de casero.

Por otro lado está el tema de las armas. Leí en una entrevista que el tipo que mata zombis con un bate de béisbol tiene sentido en lugares en los que el béisbol es parte de su cultura. Acá un bate de béisbol hubiera quedado raro. Por eso buscamos cosas que no fueran exógenas a nosotros, como los mates y los termos.

Con el Garza (Adrián Biniez, coguionista de la película junto con Stoll) nos reímos un poco de esas cosas. Además, a él, que es argentino, le causa mucha gracia la devoción que tiene el uruguayo por el mate. Yo no soy tomador de mate, pero siempre me pareció que las bombillas podían ser armas mortales.

En otra entrevista contaste que a partir de tus 17 años te propusiste filmar algo todos los años. ¿Qué tiene para vos ese ejercicio independientemente del proyecto?

Es como no perder el músculo del rodaje, pero sobre todo es una cosa que me gusta mucho hacer: filmar, planificar el rodaje, los ensayos, todas cosas que después odio, pero en el momento en que las tengo que hacer me encantan. Me gusta editar, ver lo que filmé, y todo el proceso de compartirlo. La idea era no dejar de filmar nunca. Hace poco me di cuenta de que el año pasado no filmé, pero hice El facilitador, que fue un trabajo que implicó una edición muy grande y compensó esa falta. Creo que fue de los pocos años en los que no filmé, incluso en pandemia hice un comercial para Defensor Sporting.

Decís que esta es otra de tus comedias. Desde afuera se percibe como un volantazo en tu carrera hacia otra dirección. ¿Cómo lo vivís?

Entiendo que desde afuera se pueda ver así. El cine que hago ahora no está lejos del cine que consumo, el cine que hice antes tampoco. Sigo viendo películas como Whisky (Rebella y Stoll, 2004), sigo viendo películas que se parecen a Hiroshima (2009) y sigo viendo, y siempre vi, películas que se parecen a El tema del verano. Por ese lado, para mí el encare no es tan distinto, aunque soy consciente de que existe una cosa muy gringa que se fue imponiendo de generación en generación, de géneros y de tribus de esos géneros.

En algún momento también lo viví con el rock. Esa cosa de que tenés que usar tal remera según la música que te guste. O sea, dejame de joder. Yo me pongo la remera que se me canten las pelotas, y no importa si no me sé el nombre del cantante de la banda. Eso me parece esencial en contra de los fundamentalismos pelotudos.

Esa cosa de “¿sos del palo?”. Andate a cagar. Yo hago lo que se me canta, y lo que sí puedo aportar en cualquier cosa que haga, incluso en El facilitador, es un punto de vista que tiene que ver con el humor, o con aportar para que pienses un poco más las cosas desde lo absurdo y no tanto desde lo solemne.

Yo soy consciente de que ninguna de las comedias que hice –porque así las considero– son reideras al estilo de La pistola desnuda, pero el tono al que quiero llegar siempre se ubica cerca de ese lugar. En 25 watts el género con el que balancea la comedia sería el coming of age, en Whisky, el drama humano, y acá, las películas de zombis y de robos, pero igual el corazón sigue siendo comedia.

A la vez, la película intenta rebelarse en contra de las etiquetas. Porque el cine no es eso.

O sea, ¿sos de los que piensan que cada director puede hacer sólo un tipo de películas, o te parece que las películas son películas y punto? Yo prefiero seguir variando y no quedar encasillado en ningún género. Me parece que puede estar bueno seguir ese camino. Al que le guste, bien, y al que no, todo bien.

Foto del artículo '“Marmota Chico y Javi seguro miraban películas de zombis”: Pablo Stoll Ward y el estreno de su nuevo largometraje, El tema del verano'

En 2012, a propósito de tu videoclip del tema “Los muertos” de Eté y los Problems, decías: “Está bueno jugar un poco con la idea de que todos nos vamos a morir”. Se me ocurre que algo debe estar conectado con esta película.

Sí, de hecho, cuando hice el video, el guion este ya estaba en la vuelta, cocinándose, y la idea de la película era esa: ¿cuál es la diferencia entre estar vivo y estar muerto?

Incluso en algunas de las primeras versiones del proyecto el tema final era “Los muertos”, y yo había pensado que tuviera una versión más rockera o más playera. Las películas tienen procesos largos. Después la música fue para otro lado, y estoy re contento con lo que hizo Luciano Supervielle con la banda de sonido. Creó una música alucinante y les dio su impronta a los temas que hizo el Garza.

El tema del verano al final son dos.

Claro, está el tema de ese verano con el que arranca la película, y el tema del verano zombi.

El tema del verano, de Pablo Stoll Ward. Funciones en Cinemateca, Movie Montevideo, Life Cinemas y Grupo Cine.