“Hablar de qué es capaz el carácter humano cuando se torna una bestia hambrienta es algo que Shakespeare ha hecho con una sabiduría que atraviesa los tiempos y nos llega como algo de hoy”, sostiene el director brasileño Fernando Philbert, convencido de la circularidad de la historia. “Cambian los personajes, pero los hechos de dominación, guerra y conspiración tristemente se repiten”, concluye el montajista, que este sábado estrena su versión de Ricardo III con el elenco de El Galpón junto con algunos invitados remarcables.

Es ineludible presentar a Philbert citando sus comienzos como asistente de dirección de Domingos Oliveira y, sobre todo, recordando que fue mano derecha de Aderbal Freire Filho (1941-2023), un director que estuvo largamente vinculado a la escena local, al punto de ser considerado casi un galponero más. Fue Héctor Guido, en nombre de la institución teatral, quien le propuso a Philbert inaugurar la temporada 2025 con un Shakespeare.

“Siempre digo que quien elige es el teatro. Es como una metáfora, porque el teatro siempre sabe. Guido fue gran amigo de mi maestro Aderbal Freire Filho. Por más de 20 años trabajé con Aderbal, siempre me hablaba mucho de Montevideo, de El Galpón. Y si bien no tuve la suerte de venir acá antes, estuve acompañándolo. Por ejemplo, una de sus últimas puestas, La palabra progreso en boca de mi madre sonaba tremendamente falsa, del franco-rumano Matei Visniec, que montó en 2018, es una obra que elegí junto con él”, cuenta en diálogo con la diaria.

La trama de esta obra se concentra en Ricardo, duque de Gloucester, jorobado y deforme, que planea conseguir a cualquier precio el trono que ocupa su hermano. “Fue escrito en 1593, pero habla de una situación que se vive hoy, de los gobernantes que no logran escuchar la diferencia, escuchar a la gente, y la guerra surge como un camino fácil. Los asesinatos, las muertes, la corrupción, las fake news, todo lo que se puede hacer para tener el poder. Ricardo empieza diciendo ‘yo no sé vivir en tiempos de paz’”. En este punto, dice Philbert, la obra se torna contemporánea: “Pero no preciso colocar elementos modernos como un celular. La adaptación decide mostrarlos como si fuesen gente que está caminando ahora por la calle. Saqué algunas cosas que correspondían a la historia de Inglaterra para fortalecer ese carácter del hombre que busca el poder y lo que hacen quienes lo rodean, la batalla de cada mujer por mantener su vida, sus hijos, frente a los errores de los hombres. Busqué contar de una manera verdadera, que le da una potencia”, adelanta.

Este gaúcho, nacido en Porto Alegre en 1986, destaca además la fuerza del colectivo, de los intérpretes, del encuentro generacional. “La forma de actuación local creo que es un poco por la forma particular de Montevideo: la gente tiene una manera más calma de tomarse el tiempo, tal vez también por esta costumbre, por ejemplo, de tomar mate. En Brasil somos millones, y cuando pensamos una escena, nos zambullimos de cabeza. A veces no escuchamos como deberíamos. Acá los actores se toman más tiempo para caminar en el escenario, de profundizar, de observar. Estoy aprendiendo mucho haciendo esta apuesta”, asegura.

Sobre qué consejos de Aderbal aplica en sus montajes, Philbert resume: “Lo conocí en el 2000 y se convirtió en mi gran maestro, casi un padre; trabajé con él hasta su muerte, hicimos juntos 15 obras o más. Mientras desarrollaba mi carrera como director, siempre había una situación en la cual me acordaba de lo que él decía: ‘Calma, Fernando, confía en el teatro’. O que no tuviera prisa en resolver un problema, porque se puede convertir en un gran camino. También conservo pequeños dibujos. Cuando hice Hamlet con Aderbal y el personaje pedía una espada, hizo venir a un actor desde el proscenio y darle en la mano a Hamlet la espada. Yo hago lo mismo acá con una daga”.

Pero además de tomar de su experiencia, Philbert hace presente a Aderbal Freire en el propio espectáculo, resignificando una pieza de utilería. Así lo cuenta: “El primer día que llegué a El Galpón salí a recorrer los espacios y encontré una sala con sillas, mesas, y un triciclo. Guido me dijo que Aderbal lo había utilizado en la puesta de La palabra progreso... Y este juguete entró en una escena de Ricardo, porque la presencia de Aderbal es constante en mis puestas: en el lenguaje, es así, natural, y esta es una manera que tengo de hacerle un homenaje”.

Primeros actores

En el reparto de este Ricardo III figura Levón, a quien el brasileño define como “una perla preciosa que se encastró con una belleza profunda en la puesta”, y está convencido de que su personaje es más peligroso que Ricardo. “Es el lord de Buckingham, quien va conduciendo a Ricardo en la batalla por la corona, y tienen una luz y una oscuridad. Levón, con todo su conocimiento, con su tono, viene con esta fuerza que me encantó desde la primera vez que lo escuché. Tenemos un proceso de ensayo muy bueno, incluso hay veces que mantengo a los actores presentes en escena y les doy a elegir, cuando estén en ese momento, entre ser el actor o ser el personaje. Levón me cuestiona si el público va a comprender eso, y yo le digo que sí. Proponemos una poética escénica que va a tomar cuerpo en la medida en que el espectador sea inteligente. El teatro es crear una imagen que va a llegar. A veces no va a llegar a todos”, admite.

En cuanto a Gloria Demassi, otra de las invitadas, “es una fuerza de la naturaleza”, y Philbert dice que apenas la vio le “rompió la cabeza”. Tanto fue así que para su adaptación tomó fragmentos de otras obras de Shakespeare, “para que Gloria pudiera decir un parlamento de Macbeth y otra escena en la que se refiere a la guerra, como si fuera alguien que sigue observando los acontecimientos. Es una presencia muy fuerte, una actriz increíble, de una belleza que, cuando recorre el escenario, el teatro camina con ella”.

Philbert confiesa que le encantaría venir otra vez, intercalar la plaza montevideana entre sus puestas en Río de Janeiro y San Pablo. “El 6 de marzo vuelvo allá para estrenar Tres mujeres altas, de Edward Albee, y estoy con una adaptación que hice de Hamlet para un solo actor, un actor negro, para hablar del racismo, que en Brasil es muy fuerte”, cuenta este ocupado director, con una carrera que lo llevó a codearse con los más célebres actores de telenovelas y películas brasileñas. “Tengo 56 años y desde los 25 vivo adentro de una sala, ensayando, trabajando. Dirigí, por ejemplo, a Pedro Paulo Rangel, que fue uno de los intérpretes más premiados de mi país. Creo que el camino se va haciendo, porque no me propuse trabajar con nadie porque fuera conocido. Mi tiempo está involucrado a los proyectos que hago. Pero me encanta la magia de Montevideo; me siento en casa”.

Ricardo III, de William Shakespeare, con dirección de Fernando Philbert, va en El Galpón los sábados a las 21.30 y los domingos a las 20.00. Entradas: $ 600 (la diaria 2x1). Elenco: Héctor Guido, Gloria Demassi, Levón, Marcos Zarzaj, Pierino Zorzini, Lila García, Claudia Trecu de Lucía, Camila Durán, Andrés Guido, Claudio Lachowicz y Rodrigo Tomé.