Si el oeste estadounidense ha sido siempre salvaje, el año 1857 bien puede competir para ser su pico, al menos en el que sería años más tarde el estado de Utah, que es donde se ambienta nuestra ficción. Por ese entonces y en ese lugar se orquestaba lo que se conoció luego como “la guerra por Utah”, el enfrentamiento que tuvo de un lado al gobierno de Estados Unidos todavía en proceso de ensamble (preso de conflictos internos que no tardarían en derivar en la guerra civil) y, por otro, a la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, o sea, los mormones liderados por Brigham Young –segundo presidente de dicha iglesia luego de su fundador y principal profeta, Joseph Smith–, quienes consideraban que, luego de años y años de persecución, este lugar les correspondía por decreto divino y que, por lo tanto, nadie mejor que ellos para gobernarlo.
Las tensiones habían crecido por ambas partes, a lo que se sumaba la lejanía de cualquier otro punto civilizado y la presencia del tercer vértice de este triángulo en conflicto: la tribu Shoshone, los habitantes originarios del lugar, que miraban con los mismos ojos tanto a los mormones como a los soldados de la caballería estadounidense. Sumemos a traperos, buscadores de oro y aventureros desesperados puestos en este mismo contexto y nos podemos hacer una idea de lo que vamos a encontrar en American Primeval, la nueva serie de Netflix creada por Mark L Smith (el guionista de la multipremiada The Revenant) y el director tan adrenalínico como viril Peter Berg (en el que debe ser, históricamente, su mejor trabajo, lejos).
Y sin embargo, American Primeval juega con la historia y propone una suerte de prólogo, los prolegómenos a esa guerra encarnizada que duraría más de un año y se cobraría un buen número de vidas. Y para ilustrar este prólogo opta por reconstruir uno de los hechos más vergonzosos de esa guerra –y, supongo yo, de la propia historia de los mormones– que es la masacre de Mountain Meadows. Este incidente, que en nuestra miniserie es el puntapié de largada para la historia de todos los personajes, fue el cobarde asesinato de 120 colonos –algunos mormones entre ellos– a manos de la Legión Nauvoo, nombre con el que se conocía a la milicia armada de la iglesia mormona en el lugar. El brutal asesinato de hombres, mujeres y niños es disimulado por los mormones como un ataque indio, y es entonces que comienza esta danza macabra compuesta por los ocho episodios de American Primeval, en la que atacantes, sobrevivientes y otros vuelven a tener cruces que terminan usualmente en más sangre y muerte.
Tenemos por un lado a Sara Rowell (Betty Gilpin), una mujer del este –poco acostumbrada a estas latitudes– que viaja al oeste con su hijo, Devin (gran secundario de Preston Mota), y logran sobrevivir al ataque a la caravana de colonos sólo por la casual intervención de Isaac Reed (estupendo protagónico de Taylor Kitsch), un montañés criado entre indios. Por otro lado está Abish (Saura Lightfoot-Leon), una mormona que se libra de milagro de la muerte y encuentra refugio entre los belicosos shoshones. Luego está su marido, Jacob (Dane DeHaan), el último entre los sobrevivientes, que queda malherido y al cuidado de sus propios atacantes, los mormones. Mormones que son representados por el mismo Brigham Young (Kim Coates) y dos de los comandantes de su Legión Nauvoo, Wild Bill Hickman (Alex Breaux) y James Wolsey (Joe Tippett, gran robaescenas). Enfrentado a ellos, el capitán del ejército Edmund Dellinger (Lucas Neff) y sus tropas. Y este listado sólo repasa algunos de los personajes que van a protagonizar esta historia, aunque de más está decir que no todos van a terminar vivos en ella.
Quizá lo más interesante del relato pase por el Fuerte Bridger, un lugar de paso y zona neutral para todos los enemistados –soldados, mormones e indios– comandado, justamente, por el que resulta ser el mejor personaje de toda esta serie: Jim Bridger (Shea Whigham). El personaje histórico es sencillamente fascinante y aquí, suerte de eje moral de todo lo que ocurre a su alrededor, se le saca muchísimo jugo.
Con todas estas piezas, American Primeval construye su negrísima visión del salvaje lejano oeste, con indios terribles, mormones aún peores, desvalidos colonos y muerte, muerte por doquier. Demuestra la tremenda fuerza del género wéstern, que bien hecho sigue dando mucho de sí (tiene varios puntos de contacto con el último opus de Kevin Costner, Horizon: An American Saga, pero con el plus de haber entendido que este tipo de relato funciona mejor en miniserie), sobre todo cuando abraza desvergonzadamente tanta crueldad y falta de compasión con sus personajes. Algo que es, por otra parte, simplemente riguroso en lo histórico, dado que el Oeste no se ganó con abrazos y empatía con el prójimo, sino con plomo, traiciones y muerte. De todo eso, American Primeval va sobrada, pero también de personajes inolvidables, estupenda reconstrucción histórica, batallas y sacrificios, todo en un resultado notable.
American Primeval (Érase una vez en el oeste). Miniserie de ocho episodios de 36 a 63 minutos, en Netflix.