Basta de misterios sombríos, al menos por un rato. De las mismas ganas de divertirse que produjeron las películas de Entre navajas y secretos con el detective Benoit Blanc, llega una serie que mezcla un asesinato, personajes coloridos y una persona al mando de la investigación que se encarga de volverlos locos a todos.

No, Ryan Johnson no tiene nada que ver con La residencia (The Residence), la serie de Netflix. De hecho, es una producción de Shondaland, la compañía comandada por Shonda Rhimes, quien creó series como Grey’s Anatomy y Scandal, pero también ayudó a que existieran otras como How to Get Away with Murder y Bridgerton. Pero ambos son entretenimientos livianos que por un momento nos hacen olvidar de los documentales de true crime y los titulares de la prensa del mundo.

Pergeñada por Paul William Davies y basada en un libro de no ficción acerca del funcionamiento de la Casa Blanca, La residencia es un “¿quién lo hizo?” que comienza con una muerte en la residencia oficial del presidente de Estados Unidos. Más exactamente, durante una cena en honor a Australia en la que Kylie Minogue animó a los presentes con su música (pero sólo después de que fallara el artista originalmente contratado).

La aparición de un cadáver motiva la llegada de una detective extravagante, que ya tiene fama de ser la mejor del mundo, y que para variar cargará con varias obsesiones, como la de observar pájaros. Pero no estamos ante otro detective defectuoso (como Holmes, Monk, el propio House): la Cordelia Cupp que interpreta Uzo Aduba (de Orange is the New Black) termina siendo un faro de sanidad dentro de un mundo con toda clase de locuras, algunas lindas y otras no tanto.

Más allá de que se trata de una serie de ficción con un toquecito whimsical, nos permitirá conocer el funcionamiento de un edificio tan complejo. No se hablará mucho de la seguridad (los presentes ya fueron revisados al ingresar al perímetro), pero sí veremos a un montón de profesionales y expertos en los oficios más diversos mantener a la Casa Blanca de una pieza. Aunque, hablando de piezas, en una hayan encontrado el cadáver de Giancarlo Esposito.

A lo largo de ocho episodios que corren con la agilidad necesaria, veremos a Cordelia formar una pareja despareja con el agente del FBI Edwin Park (Randall Park) y entrevistar a las decenas de personas que estaban trabajando o disfrutando de la música de la señora Minogue. Se trata de un misterio posmoderno, construido sobre la base de la edición, que intercala pedacitos de las diferentes entrevistas (que no interrogatorios), flashbacks y toda clase de momentos empapados en comedia.

Para eso la serie cuenta con un reparto en el que se destacan particularmente Ken Marino como el asesor presidencial, Edwina Findley como la mayordoma con tendencia al alcohol, Bronson Pinchot y Mary Wiseman como dos cocineros en pugna, Al Franken como senador estadounidense (que lo fue) y Susan Kelechi Watson como la sucesora del fallecido, pero créanme que hay decenas de personajes más, y la serie se encarga de que no te pierdas nunca.

La comparación con las investigaciones de Benoit no es caprichosa (si hasta se lo nombra en la serie) porque los valores de producción también están cuidados y zafan saludablemente de los estándares grisáceos y demasiado ordenados de la actualidad. Claro que, como en casos similares, tendremos que acompañar a la señora Cupp mientras descarta una gran cantidad de sospechosos, algunos que podríamos descartar por lo que venimos viendo en la serie. Pero en todos los casos el disfrute siempre pica un pelín más alto que la lógica formal.

Sobre el final sufre una pequeña caída, con un penúltimo episodio que es el “menos bueno” de todos y una resolución que se hace un poco larga incluso dentro de este verosímil recargado. Sin embargo, así como Benoit sigue volviendo, no queda más que esperar el regreso de Cordelia Cupp. Esperemos que, por una vez, Netflix haga lo correcto y no sea culpable de un cancelacidio.

La residencia. Ocho episodios de entre 50 y 90 minutos. En Netflix.