La actriz y escritora holandesa Halina Reijn debutó como directora en 2022 con la comedia de terror y humor negro Bodies Bodies Bodies. Especialista en narrar con gran habilidad universos en los que el poder y el sexo se entrelazan, Reijn dirige ahora Babygirl, un brillante thriller erótico que navega en la turbiedad de lo prohibido desde una perspectiva femenina, con el consentimiento como eje central.

El largometraje, presentado y ovacionado en el Festival de Venecia 2024, tiene a la enorme e interminable Nicole Kidman como protagonista (entonces ganó la Copa Volpi a la mejor actriz). Explora el deseo sexual en las mujeres y pone en discusión la idea de amigarse con lo débil, lo defectuoso y lo vergonzoso de una misma.

Sexy, oscura e impredecible, Babygirl hace una minuciosa radiografía de Romy Mathis (Kidman), una exitosa y trabajólica directora ejecutiva de Tensile, una empresa de automatización robótica neoyorquina. Tiene dos hijas adolescentes, Isabel (Esther McGregor, hija de Ewan y actriz en La habitación de al lado) y Nora (Vaughan Reilly, Los juegos del hambre) y está casada con Jacob (Antonio Banderas), un amoroso director de teatro. A pesar de su alto cargo, está alejada del arquetipo de jefa maltratadora –de hecho, es agradable con su asistente ejecutiva, Esme (Sophie Wilde)–, pero necesita tener todo bajo control, y el ingreso del joven y atractivo Samuel (Harris Dickinson, El triángulo de la tristeza) como pasante impacta y desordena por completo su mundo de orden y método.

La primera escena, con gemidos de Romy de fondo, marca la atmósfera de la película: luego de tener sexo con su esposo, él le dice apasionado “te amo” y ella le responde lo mismo pero con un tono vacío mientras se levanta, y luego se masturba mirando pornografía en otra habitación. Está claro que ella tiene intensas fantasías y deseos que su esposo no satisface.

Nadie está más confundido ni es más complejo que el personaje de Kidman. Por un lado, es admirada en el trabajo por su serenidad y determinación y por ser casi tan robóticamente perfecta como las máquinas de la empresa, mientras que en su casa es una devota esposa y una madre presente. Por otro lado, hay algo que desea y no tiene: transgresión.

Lo que empieza como un recreo erótico de oficina con el pasante termina en un profundo juego de poderes que desafía e invierte los roles de género. ¿Eso la convierte en una ejecutiva empoderada que usa a un subordinado para su satisfacción sexual, o en una víctima de un varón sádico y chantajista que pone en juego su carrera? Romy no tiene mucha idea, y eso contribuye a que el vínculo entre ambos sea tan excitante e hipnótico.

La película explora con oscuridad, provocación y tensión ante la sumisión, la brecha de poder, los límites del placer y el dolor. Samuel pone a prueba los mecanismos de sexualidad reprimida de Romy, quien se excita siendo degradada y deseada de igual manera. También son temas la falta de diálogo sobre sexo en las parejas, el alto precio que las mujeres pagamos por el éxito profesional, la infidelidad, la vulnerabilidad psicológica y la pérdida de control.

Desde la perspectiva femenina de la construcción del deseo sexual y la libido no convencional, la película analiza cómo la relación de Romy con Samuel, por el hecho de haber consentimiento y verticalidad laboral, no se considera abusiva aun cuando la posición de poder de Romy hace que sea inherentemente ilícita.

Babygirl es inteligente y absorbente, se sumerge elegantemente en los vaivenes de negociar los límites del otro y los propios, en los prejuicios sobre el deseo y en las dinámicas de poder modernas. Harris Dickinson probablemente sea la estrella joven más talentosa de hoy, y Nicole Kidman demuestra, una vez más, que es la mejor de su generación. El drama que conforman, genuinamente erótico y rebuscado, deja un potente discurso sobre el empoderamiento femenino: “Si quiero que me humillen, le pagaré a alguien para que lo haga”.

Babygirl. 114 minutos. En Prime Video.