En una era en la que Netflix decide si renovar una serie al minuto y medio de haber subido la temporada completa (exagero... son como tres minutos), parece raro que se estrene una serie pronta para sorprender a los espectadores al final del primer episodio. Como cuando los Thunderbolts, el cómic de Marvel que inspiró vagamente la actual película, revelaba al final del primer número que todos aquellos superhéroes nuevos que habían aparecido para suplir a los famosos (desaparecidos en otra dimensión) eran en realidad supervillanos con personalidades nuevas. Pero no me quiero ir por las ramas comiqueras.
Paradise, serie disponible en Disney+, era promocionada desde sus tráilers como uno de esos misterios de asesinato: el jefe de seguridad del presidente de Estados Unidos encuentra al mandatario asesinado y se convierte (por supuesto) en sospechoso. Sterling K Brown como el agente a cargo del bienestar presidencial y James Mardsen como el occiso eran suficiente condimento para comenzar a ver la serie. Si quieren hacerlo, dejen de leer en este punto, vean el primer episodio y luego regresen.
¿Ya volvieron? Muy bien. Lo que la campaña de expectativa no contó es que la acción transcurre en un sitio muy particular. Ya de arranque la ciudad en la que vive el (ex) presidente Bradford parece idílica, hasta por la paleta de colores, pero no todas las ficciones tienen que construir el mismo verosímil. Sin embargo, para el final del episodio se despachan con la primera sorpresa de muchas: ese asesinato ocurrió en un búnker gigantesco, construido en lo más profundo de una cueva en Colorado, para salvar a unas pocas miles de personas de una catástrofe global. ¿Qué tul?
Semejante volantazo convierte al misterio no solamente en uno criminal o detectivesco (con el agente Collins a cargo de la investigación, entre otras cosas para demostrar su inocencia), sino que abre otras preguntas que la serie irá contestando. ¿Cómo funciona ese pequeño micromundo? ¿Quién maneja el poder en las sombras? Y la más importante: ¿qué pasó para que llegaran hasta ahí?
Uno de los aciertos de Paradise es que no juega a retacear información. Las respuestas llegan, y si no termina de entenderse todo es porque surgen preguntas nuevas, no porque se arrastren demasiado (excepto la del “qué pasó”, que es el motor de la serie). Hay melodrama, especialmente en la relación entre Collins y Bradford, contada a través de numerosísimos flashbacks que pueden afectar el ritmo de la historia. Hay acción, no mucha, excepto algún momento de ansiedad armamentística yanqui. Hay buenas actuaciones, porque una ficción de este tipo, que no llega a ser “maravillosa”, se sostiene con actores que puedan elevar un guion que no escapa a los clichés.
Es, además, una de esas series en las que las respuestas (o las nuevas preguntas) te dejan con toda la disposición para ver el capítulo siguiente, sea apretando una tecla o dejando que inicie automáticamente. Hay un pequeño detalle, y es que a veces esos cliffhangers (como se les dice) no están en la última escena sino en la penúltima, y uno se pregunta por qué no podrían haber terminado el episodio unos minutitos antes para que fuera redondo. Hay un último cliffhanger al final de la temporada, y me es grato anunciarles que tendremos una segunda tanda para saber cómo sigue.
Si andan en busca de una serie que no necesariamente vaya a estar nominada en los próximos premios de la televisión, pero que supla sus escasas carencias dramáticas con buenas actuaciones y mucho corazón, puedo recomendarles que se encierren en una cueva durante unas ocho horas y traten de deducir quién mató al presidente de los sobrevivientes del apocalipsis. Y si la van a recomendar, eviten dar este último datito para que los demás se sorprendan como ustedes.
Paradise. Ocho episodios en Disney+.