La productora Christy Hall, conocida por el guion de la película sobre la violencia de género Romper el círculo y cocreadora de I Am Not Okay With This, hace un interesante debut en la dirección con la minimalista Papi. Fue escrita inicialmente para teatro, y queda claro en su impronta íntima, narrada en tiempo real y ambientada íntegramente en un viaje en taxi desde el aeropuerto JFK de Nueva York hacia Manhattan, en la que brillan la carismática Dakota Johnson (50 sombras de Grey, Am I OK?) y el dos veces ganador del Oscar (por Río Místico y Milk) Sean Penn.

El personaje de Johnson no revela su nombre y es simplemente girlie, una joven que regresa de un viaje a Oklahoma que no parece ser ni de trabajo ni de placer y que se toma el primer taxi que encuentra en el aeropuerto. Penn es Clark, el taxista, un veterano charlatán que lo ha visto todo y está feliz de que su pasajera no esté sumergida en su celular, sino dispuesta a conversar. Ambos personajes, durante un nocturno y atascado viaje, bajan la guardia y se cuentan intimidades que quizá no les revelarían a otras personas.

A medida que el trayecto avanza, la trama explora la genuina e inesperada conexión entre dos completos desconocidos, que se centra en la problemática historia de Johnson, una mujer que parece haber superado traumas pasados para construir una carrera como informática, pero que guarda profundas heridas de abusos y abandonos. Ella le permite a Clark, a quien inicialmente es fácil identificar en un rol de terapeuta urbano, conocer sus miedos y fracasos. Clark es divertido y va guiándola en la charla con preguntas sobre su vida; ella le presta atención, él se siente visible y rápidamente se establece un interesante vaivén entre dos personajes muy diferentes y una dinámica de poder entre un hombre y una mujer que conciben el mundo de forma muy distinta.

Ambos son inteligentes y su charla inicial muestra su rapidez mental, doble sentido y, por momentos, tensión sexual. Cuando el diálogo se profundiza, sin embargo, el clima cambia por completo y nos lleva, con tono calmo y personal, a reflexiones sobre relaciones, machismo, sexualidad, igualdad y vínculos familiares.

Hay estallidos de honestidad de parte de ambos. Clark habla más que girlie pero ella revela más: los maltratos de su hermana, el abandono de sus padres, sus sentimientos acerca de la mirada sobre las mujeres y cómo es tratada por los hombres (durante el viaje recibe mensajes picantes de un tal “L”). Ninguno es arquetípico en su rol: girlie no se siente amenazada por las preguntas directas de Clark (algo esperable para cualquier mujer dentro de un taxi en la noche) y su complejo pasado la convierte en la compañera perfecta para las declaraciones de él, un hombre mayor “vieja escuela” que le ofrece una perspectiva masculina sobre las infidelidades. Su relación oscila entre lo platónico (es probable que no vuelvan a verse) y lo cálido de una amistad, y muestra cómo un encuentro fortuito con un desconocido puede resultar transformador y revelador.

Papi es una historia mínima y sin estridencias que se desarrolla a fuego lento y que está brillantemente interpretada. Con silencios, miradas en primer plano –la mayor parte del tiempo se ven por el espejo retrovisor– y un lenguaje corporal casi coreografiado, la directora aprovecha la intimidad forzada del espacio reducido del taxi y la utiliza para crear la idea de una conexión profunda y no sexual entre la pareja. El desconocimiento mutuo, en definitiva, les permite ser sinceros e ingeniosos, y asumir que están igualmente atravesados por la soledad y el desamor.

Melancólica y conmovedora gracias, en gran parte, a la enorme química de sus protagonistas, la película tiene algo de Taxi Driver (en la escena final, Cybill Shepherd y también en un diálogo sobre la lluvia, que es un homenaje directo a este ícono del cine). Si Antes del amanecer es la representación de dos personas que pasan de desconocidos a íntimos, Papi la subvierte y quizá la supera.

Papi (Daddio), 101 minutos. En Max.