“La Internacional Deportiva Roja nació durante la III Internacional, que se desarrolló en Moscú en 1921. La idea fue propuesta por Nikolái Podvoiski, un experto militar encargado de la preparación física castrense, que veía que con el desarrollo del deporte en la URSS [Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas], además de fomentar la salud en la población, se podía profundizar el entrenamiento físico-militar del Ejército Rojo”, explica Sánchez Blanco.

Según él, “a partir de la Revolución bolchevique, que dio origen a la URSS en 1917, se comienza a definir su lógica internacionalista más allá de las fronteras, que era la contracara de lo que estaba pasando en Uruguay, que en la década del 20 estaba en pleno momento de afirmación nacionalista, del concepto de nación. En ese marco, el Partido Comunista del Uruguay [PCU], a través de su órgano de prensa, que era el diario Justicia, atacaba permanentemente todo ese fervor nacionalista. Desde muchos sectores sociales había una mirada de confortabilidad, que aunque no fuera así eso era lo que la sociedad estaba dispuesta a creer, y de la misma manera Justicia, en procura de ese internacionalismo comunista que en ese momento estaba tratando de difundir, necesariamente va a ver otra cosa. Por ejemplo, mira la construcción del monumento de Artigas y discute la figura de Artigas. Critica además a la burguesía, a la que supone que impulsa la construcción de ese monumento, y el fútbol es parte del paquete: consideraba a los dirigentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol [AUF] representantes de la burguesía interesados en el fútbol como medio de alienar a las masas”.

Para los comunistas la lucha de clases se tenía que dar en todos los planos, y es así que en la década de 1920 en Uruguay surgió la Liga Roja de Deportes, que desarrollaba sus torneos de fútbol en paralelo a la AUF y a la Federación Uruguaya de Fútbol, que nació del cisma del año 1923 y siguió existiendo hasta el laudo Serrato del año 1925. En esta Liga Roja participaban equipos cuyos nombres inequívocamente remitían al nuevo orden social que pretendían. Entre otros clubes, competían en este torneo Leningrado, La Internacional, La Comuna, Hacia la Igualdad, Libertad, Soviet, Guardia Roja, Canillitas Rojo, Deportivo Volga y Alas Rojas.

Alejandro Sánchez

Alejandro Sánchez

Foto: Andrés Cuenca

Integrantes de estos equipos y de otros clubes fueron los que conformaron el equipo uruguayo que participó en las Espartaquiadas celebradas en Moscú en agosto de 1928.

El hombre nuevo y el deporte

Los primeros Juegos Olímpicos Obreros se desarrollaron en Praga en el año 1921 con el auspicio de la Asociación Gimnástica de Trabajadores de Praga, y en ellos participaron deportistas de 13 países. Algunos años más tarde, en 1925, se celebraron en la ciudad alemana de Fráncfort los primeros juegos organizados por la Internacional Deportiva Obrera Socialista, entidad que fue creada en Lucerna, Suiza, en el año 1920. Luego vinieron las Espartaquiadas de Moscú de 1928 –las primeras organizadas por la Internacional Deportiva Roja–, que tuvieron una segunda edición en Berlín en 1931, instancia en la que no participó ningún deportista uruguayo. Las Espartaquiadas tomaron dicha denominación en homenaje a Espartaco, el célebre esclavo tracio que lideró una gran rebelión contra la República romana entre los años 73 y 71 antes de Cristo.

Los últimos Juegos Olímpicos Obreros se celebraron en la ciudad belga de Amberes en 1937, y tuvieron la peculiaridad de que fue el único evento de este tipo que fue organizado conjuntamente por las dos asociaciones, la Internacional Deportiva Obrera Socialista y la Internacional Deportiva Roja. Según explicó Sánchez, esto respondió básicamente a dos razones. En primer lugar, ambas entidades entendieron que debían dar una respuesta contundente al Comité Olímpico Internacional (COI), que en 1936 había organizado los Juegos Olímpicos en Berlín, capital de la Alemania nazi. Además, la organización conjunta se debió a que en 1936 los Juegos Olímpicos Obreros se iban a realizar en la ciudad de Barcelona, pero no pudieron llevarse a cabo porque dos días antes de su comienzo se produjo el sublevamiento militar contra el gobierno de la Segunda República Española que dio inicio a la guerra civil de ese país.

En el espíritu de las Espartaquiadas había varias premisas que diferenciaban nítidamente este evento de los Juegos Olímpicos convencionales celebrados por el COI: no se exaltaban los sentimientos nacionalistas, ya que el único himno que se tocaba era “La internacional”, y la única bandera que se izaba durante las competencias era la roja, símbolo del movimiento obrero; no se buscaba ponderar la competición extrema, sino la superación; se rechazaba la comercialización del deporte, y se propugnaba el amateurismo del deportista. Los ideólogos de las Espartaquiadas pretendían que el deporte estuviera al servicio de las masas, lo que significaba que todas las personas tuvieran la posibilidad de practicarlo, y por medio de este y los consiguientes contactos internacionales, poder alcanzar la paz mundial.

Sánchez contó a la diaria que para su investigación sobre los Juegos Olímpicos Obreros de 1928 se basó principalmente en el mencionado diario comunista Justicia, ya que hasta donde pudo saber no hay archivos del PCU que contengan información sobre el evento, del que tampoco halló referencias en otros diarios montevideanos de la época. Pero además, Sánchez contó con la colaboración de otro profesor de Historia, Camilo Montelongo –sobrino de Néstor Pájaro Montelongo, ex jugador de Wanderers, Peñarol, Nacional y la selección uruguaya–, cuyo campo de interés académico es el arte y la cultura de Rusia, y además vivió en Moscú y habla fluidamente ruso, quien realizó el trabajo de traducción de periódicos soviéticos de la época. De esta manera, entre los dos pudieron llevar adelante la trabajosa tarea de desentrañar el fixture del torneo de fútbol de las Espartaquiadas moscovitas.

El evento comenzó el 11 de agosto de 1928 –un día antes de la finalización de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, organizados por el COI– y contó con representaciones obreras de 14 países (Alemania, Argelia –más allá de que aún no era formalmente una nación independiente, sus atletas fueron aceptados–, Finlandia, Austria, Suiza, Suecia, Inglaterra, Francia, Noruega, Uruguay, Checoslovaquia, Estonia, Argentina y la Unión Soviética) que compitieron en 21 disciplinas deportivas, entre otras atletismo, fútbol, ciclismo, natación, halterofilia, lucha libre, remo y tiro.

Claro está que antes de llegar a competir en Moscú, la Liga Roja tuvo la trabajosa tarea de reunir los fondos para enviar a su delegación al evento. Como no podía ser de otra manera, en esta campaña de recolección de dinero a través de rifas el diario Justicia estuvo a la vanguardia. Tanto en el triunfo olímpico del fútbol en los Juegos Olímpicos de Colombes como en el de Ámsterdam, desde las páginas de Justicia se criticaron los apoteósicos festejos que surgieron en el Centro de Montevideo. Por ejemplo, un día después de la imposición del equipo uruguayo sobre el argentino en Ámsterdam, se dijo: “Ayer fue un día de delirio patriótico fomentado por la burguesía. El triunfo fomentó un desborde motivado por todos los medios de acción y propaganda de que dispone la burguesía”. Ese mismo día, según consigna el historiador Andrés Morales en su libro Fútbol, identidad y poder 1916-1930, desde las páginas de Justicia se decía: “Frente al desborde del deporte burgués tenemos a nuestra Federación Obrera Deportiva, la Federación Roja del Deporte, empeñada en un trabajo penoso pero infatigable para obtener los recursos necesarios a fin de enviar a Moscú, a la Espartaquiada, a su team representativo”.

Afiche de Gustav Klucis para las Espartaquiadas de 1928 en Moscú

Afiche de Gustav Klucis para las Espartaquiadas de 1928 en Moscú

Sánchez contó a la diaria que además de las colaboraciones de los afiliados al PCU y de allegados, para llegar a Moscú la Federación Roja contó con el aporte de una importante suma de dinero por parte del comité organizador soviético.

El representativo uruguayo, según crónicas de la época, jugó con una camiseta roja con una hoz y un martillo en el pecho, porque el celeste era el color de la selección de la AUF, es decir del representativo del fútbol de “la burguesía”. Uruguay comenzó el torneo derrotando 3-0 a la selección de la República Socialista Soviética de Turkmenistán, luego venció 3-1 a Finlandia y en las semifinales cayó 7-1 con el equipo ucraniano. El torneo terminó siendo ganado por el equipo de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Pero Sánchez cuenta que el diario Justicia –que había fustigado implacablemente las exaltaciones nacionalistas que se dieron luego de las gestas olímpicas– también cayó en algunos lapsus nacionalistas, como por ejemplo en su edición del 25 de agosto de 1928, cuando tituló “Unión Soviética primera, Liga Roja de Uruguay segunda”. “Pero lo que pasó en realidad”, desarrolla Sánchez, “es que los dos finalistas fueron repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania, entonces Justicia se agarró de eso y afirmó que entre todos los demás, Uruguay fue el primero; así, lo que se dio fue un viso de nacionalismo solapado que apareció de la mano del fútbol”.

Sánchez, por otra parte, contó que la delegación de esas Espartaquiadas se limitó únicamente al equipo de fútbol, ya que no encontró registro alguno de la participación de deportistas uruguayos en otras disciplinas. Los integrantes de aquel equipo, de acuerdo a las investigaciones realizadas por el historiador, fueron 15: Manuel Mallo (9/9/1905), Tácito Campistrous (16/7/1903), Constante Zígaro (7/2/1906), José Mallo (6/7/1903), Florentino Piccini (27/10/1904), Francisco Stifano (22/9/1904), Rafael Danten (7/12/1907), Aurelio Pintos (28/4/1900), Miguel Souza (17/5/1907), Rafael F Le Pera (13/1/1906), Bartolo Solsona (22/3/1907), Rodolfo Fernández (22/4/1905), Domingo Sevilla (2/1/1907), Ulises Villar (29/12/1907) y Víctor Enrique Castro (13/4/1902). Acompañó a la delegación Ángel Labanga (2/4/1898), y esta fue presidida por César Reyes Daglio (8/2/1902).

El final de la Liga Roja y de las Espartaquiadas

La participación de la Liga Roja de Deportes en las Espartaquiadas de 1928 fue su momento cúlmine.

Pocos años después, en 1933, el golpe de Estado de Gabriel Terra significó el fin del torneo de fútbol del PCU. “La izquierda en general y el PCU en particular fueron perseguidos, entonces los intereses pasaron a ser otros, las preocupaciones también y la liga se disolvió sola”, afirma Sánchez.

Lo mismo pasó con las Espartaquiadas. Luego de la ya mencionada instancia olímpica obrera de Amberes de 1937, sobrevino la Segunda Guerra Mundial. Despúes del conflicto, la Unión Soviética y todos los países que quedaron bajo su órbita se integraron al COI y tomaron parte en los Juegos Olímpicos realizados en Helsinki, la capital finlandesa, en el año 1952, por lo que el movimiento deportivo internacional obrero inexorablemente dejó de existir.

Las Espartaquiadas se continuaron realizando en la Unión Soviética, pero ya sin su impronta inicial. Dejaron de ser una instancia de encuentro mundial de obreros deportistas y se convirtieron en unos juegos estudiantiles en los que participaban atletas de las repúblicas soviéticas y también algunos representantes de países de Europa del Este, incluyendo, además de los eventos deportivos, demostraciones folclóricas y culturales de cada nación perteneciente a la URSS. Pero la historia de la roja uruguaya –no de la celeste– en Moscú en 1928 merecía ser rescatada del olvido.