Cuando uno no entiende por qué hay una pileta de baño o un sillón de living en la planta baja del Centro Cultural de España, cae en la cuenta de que en el suelo de la voluminosa sala está dibujado, en tamaño real, el plano de un apartamento, y de que esos muebles ocupan los lugares correspondientes en el diagrama del lugar donde Mario Levrero vivió, escribió y dio clases durante sus últimos años.
La exposición Levrero hipnótico alberga decenas (¿cientos?) de objetos que pertenecieron al escritor (o reproducciones de ellos), más interpretaciones de su obra a cargo de artistas como Alfalfa, Brian MacKern, Diego Bianki, Guillermo Ifrán, Leandro Erlich, Sonia Pulido, Valentina López Aldao y Víctor Castro, obras de ilustradores que trabajaron junto a Levrero, como Lizán, Sábat y Jorge Risso, y las de otros, como Tola Invernizzi y Espínola Gómez, que están conectadas en la narrativa del autor. Hay creaciones sutiles (proyecciones en el agua del lavabo), llamativas (dos ventanas / pantallas que muestran lo que se veía desde el apartamento de Levero) e impresionantes (grandes murales en la entrada de la exposición), y todo está puesto en diálogo con el universo de Levrero: numerosas citas de su obra apoyan y expanden los vínculos entre el material reunido para la exposición.
“La muestra explora las múltiples facetas creativas de Jorge Mario Varlotta Levrero, que abarcan manifestaciones e intereses tan diversos como la ilustración, la fotografía, el cine, la historieta, la parapsicología, la informática, los juegos de ingenio y, por supuesto, la literatura”, dice el texto de los curadores, los investigadores Ricardo Ramón Jarne, director del CCE, y Matías Núñez, especialista en la obra de Levrero.
El resultado es que esas áreas de interés se vuelven puertas de entrada a la obra de Levrero. De alguna manera, asuntos que en las últimas producciones del escritor (La novela luminosa, de 2005, y El discurso vacío, de 1996) aparecían como núcleos obsesivos, en la muestra de Núñez y Ramón se materializan, se vuelven “no ficción” (más allá de todo lo que ya se ha escrito sobre el último Levrero como un creador más autorreferente que imaginativo).
Por caso: entre los objetos que podemos encontrar en el CCE hay viejas computadoras personales, y allí, ademas de darle clic a algunos de los juegos de Windows 95 que tenía el escritor, podemos vichar la pornografía que se bajaba de la joven internet o, con suerte, acceder a los programas informáticos con los que pretendía controlar su propio comportamiento.
Ese reconectar con uno mismo desde afuera –por medio de una lista o de un software– describe también una de las virtudes de Levrero hipnótico: desde lo exterior (los objetos, las interpretaciones) se atisba una literatura que espera. Porque, además, no falta lo que se impone en una exhibición de archivos: la cronología biográfica (autoexplicada en globitos de cómic), la exposición de primeras ediciones, el rescate de inéditos.
Para los fans, hay verdaderas joyas en los cortos de humor surrealista que filmó el autor, proyectados en forma continua en el subsuelo del CCE, en los que además de actuar él mismo hace actuar a sus amigos, como el escritor y crítico Elvio Gandolfo.
Levrero hipnótico está en el CCE (Rincón 669) hasta el 30 de marzo, de lunes a vieres de 11.00 a 19.00 y sábados y domingos de 11.00 a 17.00, con entrada libre.
Manual de parapsicología (Criatura, $ 490).
El universo creativo de Levrero son talleres de formación que se impartirán los miércoles del 6 al 25 de marzo a las 19.00 en el CCE.
El 26 y el 27 de marzo habrá un seminario internacional sobre Levrero en el CCE, con presencia del español Ignacio Echeverría y la argentina Luciana Martínez, autora de Mario Levrero: parapsicología, literatura y trance.
Retroexcavación
Por los mismos días en que se abría la exposición del CCE, aparecía la edición uruguaya del Manual de parapsicología escrito por Levrero y originalmente publicado en 1979 en Buenos Aires. El prologuista de esta versión es también Matías Núñez, quien, con el mismo espíritu con el que montó Levrero hipnótico, señala conexiones entre fragmentos de la obra de Levrero y sus estudios en parapsicología, un área de interés general que estuvo de moda hace medio siglo.
La lectura del manual en sí –es decir, de lo que sigue a la introducción de Núñez– transporta a la época en que la parapsicología (como los ovnis) era tomada “en serio” por muchos, es decir, antes de que la percibiéramos como parte del folclore de la ciencia ficción.
El texto, en sí, es una recopilación de distintas teorías y clasificaciones de lo paranormal (de “la ciencia que tiene por objeto la comprobación y el análisis de los fenómenos aparentemente inexplicables que pueden ser resultado de las facultades humanas”), que resulta muy difícil leer como relato o como ficción. Para Levrero funcionó como una forma de despejar su fijación en el tema, de acuerdo al prólogo, en el que también se incorpora una teoría que propone a la parapsicología como una manera de entender la obra del escritor.
Si siguiéramos a los que sostienen que sólo corresponde atender a la obra de los artistas –y no a lo que está alrededor de ella–, tanto este Manual como la mayoría de Levrero hipnótico serían esfuerzos desenfocados, intrascendentes. Sin embargo, justamente Levrero, con su insistente autorreferencia, ha sido uno de los autores de la región que más evidentemente han contribuido a difuminar los límites entre vida y obra, entre no ficción y ficción.
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