María Simón, decana de la Facultad de Ingeniería de la Udelar, ex ministra de Educación y Cultura

“Para adultos con sólido criterio, y todavía con reparos: imagínense si me parecerá buena la novela El traductor_, de Salvador Benesdra, que aun con estas advertencias la recomiendo. Hay que leerla con el ánimo bien templado y mejor comprársela uno mismo, pues regalarla es arriesgado.

Los fenómenos culturales muy intensos o muy promovidos, como el llamado boom latinoamericano o la Escuela del Sur, generan grandes dificultades para salir de ellos. Esta es una enorme novela post boom de envergadura comparable a las más grandes novelas del mundo y de Latinoamérica.

Su tema es absolutamente universal y propio de la globalidad, pero su trama sólo podría desarrollarse en la Argentina. Entre paréntesis, el Cono Sur es un lugar muy cosmopolita para analizar el mundo, y por lo tanto buena ubicación para este relato. Versa, nada menos, que sobre la crisis de las ideologías, el devenir de la sociedad que conocemos; y sobre la eterna confrontación entre civilización y violencia, que parece avanzar y retroceder alternativamente. Otro paréntesis: es un muy buen momento para leerla, considerando cómo nos va como especie. Esta confrontación se da en el plano teórico, a través de los textos de un autor alemán -ficticio y muy verosímil- que fundamenta la primacía de los fuertes y entroniza la diferencia de clases en forma muy sólida, desde la biología para adelante; y a la vez, en el plano concreto de la peripecia personal del protagonista y portavoz de la novela, Ricardo Zevi, que tiene algo (creo) de autoficcional de Benesdra. Esta peripecia tiene a su vez un lado íntimo y otro laboral, en que aparece lo sindical en la particular versión argentina, pero quien haya estado en una asamblea y visto sus vaivenes la hallará perfectamente pintada.

Apenas algunos datos para ubicarse: Ricardo Zevi es argentino y judío sefardí como el autor, y trabaja como traductor en una editorial de gente de izquierda, en la época de Menem. Allí le dan para traducir, sin explicaciones, al terrible Brockner y se suscitan los entredichos gremiales, en que termina apareciendo el peronismo, como no podía ser de otra forma. Paralelamente, sostiene una obsesiva relación con una mujer adventista. Pasa por todos los estados de ánimo y de conciencia posibles, en una narración tan densa que la novela, que materialmente es larga (de esos libros que pueden llenar un verano), resulta henchida de acontecimientos. La prosa es de una elegancia admirable, sin más que lo necesario, que es mucho, con lógica de ensayo, con párrafos largos que se leen haciéndolos sonar mentalmente por su ritmo y melodía. Ágil como para pasar de contar en primera a tercera persona por la mitad de una oración, e inteligente como para que esa acrobacia tenga tanto sentido que resulta natural.

Para hablar sobre la violencia, el poder y el poder abusivo, logra mirarlos y hacérselos ver al lector de los dos lados: de quien lo sufre y de quien lo ejerce, en distintos momentos de la novela. Esto es muy poco común y se puede hacer difícil de tolerar, pero es la manera de entender los fenómenos espantosos. Es un punto de vista extremadamente raro porque, como dice Simone Weil, el bien se reconoce cuando se lo hace, pero el mal, en cambio, se oculta de la luz; cuando se lo comete es presentado -y a veces sentido- como necesidad o como bien. Dice Simone Weil: “No se tiene la experiencia del bien más que haciéndolo. Sólo se tiene la experiencia del mal absteniéndose de hacerlo, o arrepintiéndose.”

Datos biográficos de Salvador Benesdra se pueden encontrar fácilmente. La edición que yo tengo incluye un lindo prólogo de Elvio Gandolfo, que lo conoció. Esta es su única novela. Escribió otro libro de título muy atractivo que no he conseguido: El Camino total. Técnicas no ingenuas de autoayuda para gente en crisis en estos tiempos de cambio. Sospecho que debe ser para agarrarse del mástil”.

Lucía Garibaldi, cineasta, directora de Los tiburones

Las primas es una obra tan fundamental como tardía en la carrera de la escritora argentina Aurora Venturini (1921-2015), quien también fue docente y traductora. Fue publicada en 2007 y desde entonces continuaron apareciendo novelas de su autoría. “Mi familia era muy monstruosa. Es lo que conozco”, dijo Venturini sobre el tema de la mayoría de sus ficciones.

“Las primas es una novela fatal. Da unas vueltas rarísimas que nunca antes experimenté. Es oscura y tremendamente tierna a la vez”, dice Garibaldi.

Foto del artículo '¿Qué recomiendan María Simon y Lucía Garibaldi?'