Debido a que el voto en Chile es voluntario, se desconoce cuántas personas –y de qué perfiles– llegarán a sufragar este domingo. El resultado del balotaje podría cambiar según cuántos jóvenes se movilicen, cuántas personas mayores retornen a las urnas en medio de la pandemia, cuántas mujeres voten y qué porcentaje de participación se alcance en las comunas populares.

La única apuesta que se atreven a hacer los analistas políticos en Chile para este domingo 19 de diciembre, fecha en que los candidatos presidenciales Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad, y José Antonio Kast, del Frente Social Cristiano, se medirán definitivamente en las urnas, es que los resultados se sabrán con rapidez. Gracias a un organizado sistema de conteo a cargo del Servicio Electoral (Servel), se espera que apenas una hora después del cierre de mesas, programado para las 18.00, la tendencia ya muestre un resultado. “Vamos a saberlo súper temprano”, dice Axel Callís, sociólogo y director de la encuestadora Tú Influyes.

Todo lo demás es todavía terreno desconocido. En un país con voto voluntario, donde es difícil predecir cuánta población llegará a votar, las apuestas de resultado no son comunes entre académicos y especialistas. El 21 de noviembre, fecha en que tuvo lugar la primera vuelta en la que Kast y Boric salieron vencedores, fueron 7,1 millones de personas las que votaron, equivalentes a 47,3% del padrón electoral. La cifra fue menor a la de electores del plebiscito constitucional de 2020, que convocó a 400.000 personas más y llegó a 50,9% de participación. Además del número, un factor determinante será la composición de ese electorado que efectivamente sufrague.

“En las elecciones con voto voluntario existe una base fija de personas que votan –que en Chile son cerca de 4,5 millones– y un componente móvil que entra a votar de acuerdo a cada elección –alrededor de tres o cuatro millones–. Desde 2017 hasta ahora, lo que ha habido es que esos públicos entran a votar no solamente en respuesta a la oferta, sino también a factores externos como la pandemia”, dice Callís. Para este ciclo electoral, que marcará un hito al elegir al próximo presidente de la República mañana, se distinguen al menos cuatro fenómenos de participación que podrían definir hacia dónde se inclinará la balanza.

Los nuevos votantes

El primero y quizás el más notorio ha sido la llegada masiva de jóvenes a votar, que se hizo evidente para el plebiscito constitucional de 2020. En esa elección, sufragó 56% del padrón de quienes tenían 18 a 19 años, 56% de los de 20 a 24 años, y 55% de personas entre 25 y 29, de tal modo que los jóvenes fueron uno de los rangos etarios que más votaron. En la segunda vuelta presidencial de 2017, los mismos tramos participaron 34% en el caso de los dos primeros y 36% el tercero. Se sumaron, en términos absolutos, cerca de un millón de votantes. “Y los jóvenes votan más por la izquierda o la centroizquierda, por lo que son los que le dan mayor apoyo a Boric”, afirma el sociólogo.

Antes de cerrar el análisis, es necesario mirar los números de la elección de convencionales constituyentes que tuvo lugar en mayo de 2021, cuando la participación electoral cayó a 43,3%, cercano al porcentaje que llegó a las urnas para la segunda vuelta presidencial que en 2017 le dio el triunfo al actual presidente, Sebastián Piñera. En esa ocasión, votó apenas 42% del padrón electoral. “El patrón de tener más votantes jóvenes que votantes mayores disminuyó bastante en las elecciones constituyentes. Por eso Boric necesita reencontrar sobre todo a los jóvenes que votaron en el plebiscito de 2020 y lograr que vuelvan”, dice el académico del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile Miguel Ángel López.

“Cuando uno estudia los grupos etarios, claramente los jóvenes entraron con fuerza. Eso mueve mucho la aguja, porque traen mayor incertidumbre y le añaden complejidad a la elección”, explicaba el día de la primera vuelta la politóloga Carolina Garrido. “Yo me atrevería a decir, por cómo funcionan los procesos electorales, que los jóvenes van a salir a votar, porque cuando un electorado importante entra lo hace por un ciclo. El ciclo, creo, parte con el plebiscito, y esta elección presidencial forma parte de él”, dijo.

Las personas mayores

El plebiscito, además, rompió una tendencia con respecto a la población mayor, quienes han sido por excelencia los votantes más asiduos del sistema electoral chileno debido, en parte, a que crecieron en un país con voto obligatorio –fue reemplazado por el voluntario en 2012– y también a que fue la generación que vivió la interrupción de la democracia entre 1973 y 1988. Para la segunda vuelta de 2017, por ejemplo, el rango etario que más votó fue el de adultos entre 65 y 69 años: 67% del padrón electoral llegó a las urnas. En mayores de 55 años, la participación estuvo siempre por sobre 60%.

Lo mismo ocurrió en las elecciones presidenciales de 2013, cuando Michelle Bachelet logró un segundo mandato: votó 62% de los mayores de 50 años y la participación del grupo de 65 a 69 llegó casi a 70%. Esta tendencia se rompió para el referéndum constitucional: a las urnas llegó 54% de quienes tenían entre 55 y 59 años, 53% de personas de 60 a 64, 51% de adultos entre 65 y 69 años, y alrededor de 45% de los mayores de 70, con una tendencia decreciente a medida que la edad aumentaba.

Personal del Servicio Electoral de Chile prepara los colegios electorales de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 19 de diciembre, en Santiago.

Personal del Servicio Electoral de Chile prepara los colegios electorales de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 19 de diciembre, en Santiago.

Foto: Martín Bernetti, AFP

“La pandemia hizo que las personas mayores dejaran de votar. Han vuelto de a poco, pero todavía no vuelven en masa”, explica Callís. Esta población, definida como de riesgo para el virus, ha visto mermada su participación desde la aparición de la emergencia sanitaria. Al igual que los jóvenes, los adultos mayores tienen tendencias de votación que son apreciables a los ojos de quienes estudian los procesos electorales. “Votan más en términos conservadores y por posiciones no necesariamente de derecha, pero sí moderadas. Sus temas esencialmente son salud, orden y seguridad, porque se sienten la población más vulnerable ante fenómenos como la delincuencia”, agrega.

Las mujeres

En el plebiscito votaron 3,9 millones de mujeres y 3,5 millones de hombres. En la segunda vuelta de 2017 fueron 3,7 millones de electoras y 3,2 millones de votantes varones. La diferencia más amplia se dio en las presidenciales de 2013, en las que votaron 3,6 millones de mujeres y tres millones de hombres. En esa oportunidad, la ganadora fue una presidenta mujer que tenía un contundente programa en materia de género.

“Las mujeres votan mucho más que los hombres –aproximadamente entre 6% y 7% más– no solamente porque son más, sino porque también sufragan en mayor medida”, apunta Callís. Por eso, agrega López, Kast tiene como uno de sus principales desafíos apelar a ellas. “Tiene que tratar de convencer, sobre todo, a mujeres, porque tiene mayor debilidad en el voto femenino. Eso es raro, porque en Chile la mujer ha tendido a votar más por la derecha, aunque eso ha ido cambiando también desde Bachelet”, comenta.

Según la encuesta Cadem del 4 de diciembre, último día en que se podía publicar mediciones de acuerdo con la legislación chilena, el porcentaje de apoyo a Boric era mayor entre las mujeres (43%) que entre los hombres (36%). Por el contrario, Kast tenía más respaldo masculino (40%) que femenino (31%). La diferencia se puede explicar por los contenidos de la candidatura presidencial del abanderado de la derecha: en su primer programa de gobierno proponía eliminar el Ministerio de la Mujer para fusionarlo con el de Desarrollo Social y Familia, derogar la ley de aborto en tres causales y diferenciaba los subsidios estatales entre mujeres solteras y casadas. Pese a que dichas propuestas desaparecieron para su plan de gobierno de segunda vuelta, su figura quedó asociada a esas posturas.

Las grandes urbes

En la primera vuelta, la Región Metropolitana –que concentra 40% de la población del país– se escapó del patrón nacional: allí Boric se impuso en el primer lugar con 31% de los votos, mientras que Kast llegó a 25%. En el plano nacional, el candidato de izquierda obtuvo 25% y el de derecha 27%. Lo mismo ocurrió en la Región de Valparaíso, la segunda más populosa del país con casi dos millones de habitantes: Boric quedó arriba con 28% de los votos y Kast obtuvo 26%. “La gran lucha se va a dar en Santiago y Valparaíso, donde se concentra la mayor cantidad de votantes”, dice López.

Dentro de la Región Metropolitana también hay diferencias, debido a que la participación en comunas de altos recursos como Las Condes (63%) o Vitacura (69%) –donde se impuso Kast– es mucho más alta que en comunas de menor nivel socioeconómico como Puente Alto (47%) o Maipú (53%) –donde Boric obtuvo un mejor resultado–. En total, las dos primeras comunas suman 359.000 habitantes y las últimas dos 795.000. “Es lo que pase en las comunas populares lo que puede definir la elección y gran parte de la campaña ha apuntado a eso, porque hubo una caída de participación muy fuerte en comunas donde había triunfado el Apruebo a una nueva Constitución. Por eso Boric ha hecho campaña en barrios de clase trabajadora, donde sus probabilidades de triunfo, por la cantidad de votos que puede ir acumulando, son mucho mayores que las de Kast”, dice López.

También ocurre, al igual que en países como Estados Unidos o Brasil, que las comunas rurales se inclinan más por la derecha y las urbanas más por la izquierda, sobre todo hacia el sur del país. “Eso pasó ya en 1999 en la elección entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín: Lavín ganó en más comunas que Lagos, pero no significó mucho porque eran comunas pequeñas”, agrega.

La participación en las elecciones será una incógnita que se despejará ese mismo día, pocas horas antes de que comience el conteo de votos y se conozca con certeza cuál será el candidato ganador.