Javier García es un veterano periodista español, con larga experiencia en diferentes zonas del mundo y coberturas de varios conflictos y guerras, que desde hace cuatro años vive en China, país al que llegó como delegado de la oficina de la agencia de noticias española Efe en este país. En 2021 renunció a ese cargo y criticó la forma en que los grandes medios occidentales informan sobre China. Es profesor de la Universidad de Renmin, también conocida como Universidad del Pueblo y una de las más prestigiosas del país. En Pekín, dialogó con la diaria.
¿Qué cambios le impresionaron más de los que vio en estos años en China?
Aquí lo que ves a menudo es que cambian los negocios, de repente un bar que te gustaba mucho se convierte en otra cosa, eso en la faz de la ciudad. Los cambios más profundos de la gente cuesta más verlos, pero está claro que el país va cambiando poco a poco, que tiene esa mezcla de tradición y modernidad muy patente en la ciudad y en la gente. Pero la cultura y lo que piensa la gente en general en China permanece. Es una cultura muy antigua y con características muy marcadas desde hace tiempo, y eso se mantiene como una corriente de fondo en la sociedad.
La tecnología y el desarrollo ecológico parecen estar muy presentes en los discursos, pero también en las políticas públicas. ¿Cómo y por qué toma esa definición el gobierno chino?
Es impresionante. He estado en muchos países y en pocos he visto una conciencia ecológica tan grande como entre la dirigencia China. Este país quiere convertir su civilización milenaria en una civilización ecológica, pasar de lo industrial a lo ecológico. Desde 2000 a 2010 priorizaban el crecimiento económico, pero desde la última década han emprendido un desarrollo basado en la ecología. Las inversiones son incomparables, mucho mayores que en cualquier otro país. China es líder en energías renovables como la solar y eólica, tiene 99% de la flota de autobuses eléctricos del mundo, con bicicletas para alquilar por todas partes. Se nota en cada política del país esa conciencia ecológica y ese deseo de hacer un desarrollo ecológico sostenible. La inversión en la descarbonización prevista tendrá sus resultados en menor tiempo del proyectado. Incluso el aire de Pekín, por ejemplo, hace unos años era a veces irrespirable. Cuando llegué, hace cuatro años, había varios días en que no podías respirar, salir a la calle parecía una película de Mad Max, y ahora ya ves que casi no hay días con contaminación en el aire, y eso es porque han sacado las industrias contaminantes o las han modernizado para que contaminen muchos menos.
¿Qué opina del proyecto de desarrollo económico y de infraestructura global La Franja y la Ruta, impulsado por el gobierno chino?
Se trata de las nuevas rutas de la seda; es el nuevo instrumento de la política exterior china en todo el mundo, al que se han sumado 146 países. Es una alternativa de desarrollo para el sur global como no ha habido otra hasta el momento. El sur global ha pasado de la colonización europea a la colonización americana sin solución de continuidad. Las ayudas y proyectos de desarrollo del mundo occidental para el sur global, en África, América y Oriente Medio se basaban siempre en imponer sus políticas. Si tú querías aceptar un crédito del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial tenías que privatizar empresas, invertir menos en educación y sanidad, aplicar el llamado Consenso de Washington, que era una serie de medidas para que pudieras recibir el paquete de préstamos que te iban a ayudar en teoría a salir del subdesarrollo. Siempre han estado así. La ayuda e inversión de Occidente y de Estados Unidos en el sur ha estado condicionada a cambiar políticas o a cambiar directamente los gobiernos, a veces a punta de pistola, como saben en América Latina. La ayuda de China no pide nada de eso, no pone condiciones políticas ni económicas, no te dice lo que tienes que hacer, le da igual el gobierno que tengas. Te ayuda a desarrollar las infraestructuras que te hacen falta para modernizar el país, con préstamos a un interés mucho más bajo que los bancos occidentales, con plazo de pago mayor, y condona y reestructura las deudas de manera más habitual que Occidente.
Cuando renunció a la agencia Efe fue muy crítico de la cobertura de China que hacen los medios occidentales, en especial los europeos. ¿Cuáles son sus principales cuestionamientos?
Los medios europeos siguen básicamente la agenda marcada por los grandes medios y agencias estadounidenses, lo que es muy triste porque Europa debería tener una postura matizada y diferenciada. Pero en cualquier tema que sea de la relación con China se parecen todos mucho, la noticia de The New York Times la tienes en los medios europeos a las pocas horas. China tiene miles de historias que contar y saber qué piensan los chinos, basta con salir a la calle para eso. Pero en los medios está sólo lo que manda la agenda de Washington, un informe sobre Xinjiang que además está indocumentado y lleno de mentiras, Hong Kong, Taiwán y la pandemia, siempre buscando pintar a China como malo, haga lo que haga. Si China logra eliminar la pobreza extrema como hace dos años, que son 800 millones de personas y supuso 70% de la pobreza mundial, ¿no debería ser noticia, cuando la eliminación de la pobreza es la principal preocupación de todos los ciudadanos del mundo según diversas encuestas? China lo logró y no se informó nada, o se dice que China acaba con la pobreza para que luego esa gente le agradezca al partido, como titulaba el Financial Times. Alcanza con ver cómo titulan e informan los medios occidentales para darte cuenta de esa campaña, y nadie se sale de esa finalidad editorial.
¿Y cómo comunican los medios chinos?
Los medios chinos tienen un estilo muy propagandístico de comunicar, y es una pena porque ese estilo es muy difícil que llegue a un occidental medio acostumbrado a otro tipo de cosas. Incluso los medios estatales grandes, como la CCTV [grupo de televisión pública de China con decenas de canales], que quieren salir hacia el exterior, tener señal en inglés, por ejemplo, y dar información de China hacia el mundo, lo hacen de una manera muy propagandística. Crean un rechazo entre la gente a la que llega el mensaje. Es un problema que tienen los chinos, pero nos sirve para ver que ellos tienen una manera diferente de pensar. Entonces es absurdo pretender aplicarles nuestros razonamientos y valores. Ahí lo tienes: si ellos pensaran como nosotros harían medios para afuera para que funcionaran como los nuestros. Pero tienen su manera de pensar, lo hacen y no les preocupa mucho lo que el resto del mundo piense de ellos.
¿Cómo define al gobierno de China, cómo lo ven sus ciudadanos?
Para los chinos la estabilidad es muy importante, y es más importante aún por lo que llaman “100 años de humillación” que vivieron desde la dominación occidental, desde las guerras del opio, en las que China pasó de ser una de las principales potencias de la Tierra a uno de los países más pobres en el mundo. En 1949, cuando triunfaron los comunistas en la guerra civil, China era el séptimo país más pobre en el mundo, cuando hasta 1800 era la civilización más importante del mundo y con el PIB más importante. El Partido Comunista hace sus políticas; en China no gobiernan los ricos ni las grandes corporaciones como lo hacen, cada vez más, en Occidente. Aquí gobierna un partido con sus políticas y tiene un montón de gente que las piensa. Si hay algo que funciona en el partido y en la administración china es la meritocracia, que ya venía de antes, de hace milenios, con los exámenes para entrar a la administración en la época imperial, que eran muy duros. El Partido Comunista siguió esa tradición pero modernizó la burocracia, de modo que la gente que llega a los niveles más altos de dirigencia administrativa y del partido, y toma las decisiones, es la más preparada en este país de 1.400 millones de habitantes. Los chinos lo saben; no creen que hay un idiota que les dice “ve por aquí”, sino que tienen las mejores cabezas del país que lo hacen y en general, si el país va bien, están de acuerdo. Por eso muchos chinos consideran que el país es democrático, porque apoyan ese sistema establecido.
El nivel de elección directa de autoridades es el de las comunidades, por ejemplo, pero no el presidencial o el de los legisladores, algo muy difícil de aceptar por amplios sectores occidentales acostumbrados a elegir a esas autoridades.
Sí, claro. Es que Occidente no puede aceptar nada que sea fuera de lo suyo, y ese es uno de los problemas centrales. Entiendo que sea difícil de aceptar, pero no todo lo nuestro tiene que ser lo bueno, y estoy de acuerdo en que la democracia quizás es el menos malo de todos los sistemas. Pero ellos funcionan así, votan a los representantes de su comunidad, luego estos eligen al representante de distrito, de manera que tienen una democracia desde la base, pero no en el sentido occidental de votar para elegir al presidente.
¿Y no se lo plantean?
Ellos, en general, no se lo plantean ni le dan el valor que nosotros le damos a votar cada cuatro años. Las encuestas dicen que 90% de la gente cree que su país es democrático, más de lo que creen los estadounidenses de su gobierno, los uruguayos del suyo y los españoles del suyo, y es porque creen que gobierna el pueblo. A lo mejor no les hace falta votar cada cuatro años para creer que gobierno el pueblo en su país.
¿Cómo se vive en el que denominan “socialismo con características chinas” que haya millones de nuevos ricos y el crecimiento del consumismo, con un Partido Comunista gobernando? ¿Es una contradicción?
No tiene por qué ser una contradicción. Ya dijo Deng Xiaoping, cuando comenzó la reforma, que el socialismo no es pobreza sino riqueza repartida, y en eso está China. Los chinos aprenden mucho. En eso nos llevan muchos años de ventaja. Han aprendido lo que en teoría es lo mejor de nuestro sistema, que es la riqueza que ha creado el capitalismo. Ellos intentan conjugar lo mejor de cada uno de los sistemas, que es repartir esa riqueza, y no viven como una contradicción ser rico y comunista. Sí hay desigualdades, por supuesto, aunque cada vez menos. El nivel de la vida ha subido bastante. La prosperidad compartida es el próximo gran objetivo que tienen a 2049, centenario de la fundación de la República China.
También para ese año uno de los objetivos es la unificación de China, lo que incluye a Taiwán.
En ese caso no sé si hay un plan o no, pero si para 2049 no se han unificado es posible que tendrán que hacer algo [sonríe]. Desde luego, China no se va a meter en una guerra con Taiwán porque sí. Esta historia que nos venden los medios occidentales de que China amenaza no es así; Estados Unidos es el que todos los días está amenazando y tocando las narices de China con Taiwán, con visitas como las de [la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy] Pelosi y [el exsecretario de Estado Mike] Pompeo. [El presidente ruso, Vladimir] Putin invadió Ucrania y lo hizo muy mal, pero también parece claro que Estados Unidos se encargó de llevarlo hasta ese arrinconamiento. Eso es un aperitivo de la guerra contra China, que es el objetivo principal de Estados Unidos, y en ese sentido pretende que Taiwán sea la Ucrania de China. Pero a no ser que le toquen demasiado las narices armando por ejemplo un incidente militar, China nunca va a invadir Taiwán a corto ni a mediano plazo.
En momentos de polarizacion como el que mencionó respecto de Estados Unidos y China, suele etiquetarse más a la gente. Por su salida de Efe y sus cuestionamientos a la manera en que se informa sobre China, en Occidente algunos lo catalogan de prochino.
No soy prochino. Me gusta mucho China, me parece un país formidable, pero afortunadamente tengo una cabeza todavía muy abierta para ver y criticar lo que me dé la gana, y hay cosas que puedo criticar de China. Me cabrea cuando no se entienden muchas cosas de China, y quizás a alguno eso le parece prochino. Pero me da igual; no me gustan las etiquetas, intento no aplicárselas a nadie, y creo que un mundo mejor es sin etiquetas y donde la gente se exprese como quiera.
¿Qué se puede esperar del XX Congreso del Partido Comunista Chino, que comienza este domingo?
Se prevé que el congreso confirme las líneas principales del camino emprendido en los últimos años y, de manera especial, las políticas adoptadas a partir de 2021: cambio del modelo de desarrollo intensivo industrial por uno mucho más ecológico, potenciar el consumo interno, continuar la lucha contra la desigualdad como principal objetivo a largo plazo en busca de la llamada “prosperidad compartida”, que es la meta fijada para 2049.
En suma, perseverar en su propio modelo frente a las recetas liberales occidentales, avanzar en el socialismo con características chinas como modelo no hegemónico y alternativo a una situación mundial que el declive de Estados Unidos está haciendo cada vez más peligrosa.
El congreso se espera que confirme en este sentido el apoyo a [el presidente] Xi [Jinping] y a esas políticas de rearme ideológico que él ha potenciado, reafirmando la vigencia del ideario marxista adaptado a las características del país.