Una encuesta del Instituto Ipec analizó el lunes cómo se reparte el voto religioso en Brasil. El amplio electorado evangélico tiene una preferencia de 63% por el presidente Jair Bolsonaro, mientras que entre los católicos 60% prefiere a su rival en la segunda vuelta, Luiz Inácio Lula da Silva. Los dos candidatos trabajan desde la primera vuelta para aumentar su caudal de votos entre los creyentes.

También las noticias falsas apuntan a ese electorado, como las que hablan de que Lula clausurará iglesias si llega al gobierno o las que llevaron a que, después de las elecciones del 2 de octubre, la campaña del líder del Partido de los Trabajadores (PT) emitiera mensajes en sus redes sociales para negar que el dirigente tuviera un pacto con el diablo. “Lula no tiene pacto ni jamás conversó con el diablo”, aclaró, en una publicación en la que recordó que el candidato es cristiano. Ese mismo día, el 4 de octubre, fecha de San Francisco de Asís, Lula recibió en su sede de campaña a un grupo de monjes franciscanos.

Desde entonces, los dos candidatos pusieron énfasis en la campaña dirigida a sectores religiosos. El equipo de Lula informó que prepara para la semana que viene un encuentro con líderes evangélicos en San Pablo. Según informó la revista Carta Capital, el plan es reunir a representantes de las distintas iglesias.

Otra iniciativa dirigida a las personas creyentes fue la carta que Lula publicó el miércoles, en el Día de Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil para los católicos. En ese texto, Lula reafirma su compromiso con la libertad de culto y dice que “la religión es un derecho sagrado y fundamental y debe ser respetado por todas y todos nosotros”. Más adelante, agrega que “todas las religiones ejercen un papel fundamental en la formación del ser humano”.

“Las iglesias son instituciones de fundamental importancia en la constitución de una sociedad y precisan ser valorizadas, porque además de ser espacios sagrados, [...] ayudan a promover la paz, la justicia y la fraternidad”, dice la carta. “[En nuestro gobierno] todas las religiones y templos religiosos serán respetados y tratados con dignidad, como ya hicimos en gobiernos anteriores”, afirma Lula, que reitera su “condición de católico”.

“Como católico que soy, en este día tan especial para Brasil, quiero pedir, por intermedio de Nuestra Señora de Aparecida, que Dios nos bendiga, para que podamos construir una nación democrática, justa, independiente y soberana, donde todos y todas tengan vida y vida en abundancia”, concluyó.

Por su parte, la iglesia católica manifestó su malestar por el uso que dio Bolsonaro a la fecha de Nuestra Señora Aparecida, cuyo santuario visitó el presidente el miércoles. Antes de su llegada, la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil divulgó un comunicado en el que no menciona a Bolsonaro pero cuestiona la “explotación de la fe y de la religión” como forma de obtener votos para la segunda vuelta de la elección presidencial. Afirma que “momentos específicamente religiosos no pueden ser usados por candidatos para presentar sus propuestas de campaña y demás asuntos relacionados con las elecciones”, y “lamenta y reprueba tales acciones y comportamientos”.

A su vez, en otro texto, el Santuario Nacional Aparecida, situado en el municipio de Aparecida, cerca de San Pablo, antes de recibir a Bolsonaro manifestó que lo haría con “las mejores prácticas que un jefe de Estado requiere”, pero tratando de “garantir que la rutina de los peregrinos no sea impactada por las condiciones que la visita exige”.

Finalmente, Bolsonaro visitó el lugar a la hora de la misa y fue recibido tanto con aplausos como por abucheos por los presentes. Asistió acompañado por uno de sus hijos, Eduardo, integrantes de su gabinete, su candidato a gobernador de San Pablo, Tarcísio de Freitas, y algunos colaboradores.

Más temprano había asistido a la inauguración de un templo de la iglesia evangélica Mundial del Poder del Dios, en el estado de Minas Gerais, el segundo distrito electoral, después de San Pablo. “Si estamos teniendo éxito hasta ahora, les pido humildemente esta oportunidad de, junto al gobernador [Romeu] Zema, comandar Minas Gerais y nuestro Brasil”, dijo allí Bolsonaro a la multitud.

El jueves, el presidente visitó Recife, donde el pastor bolsonarista Silas Malafaia, fundador de la iglesia Asamblea de Dios Victoria en Cristo, y titular del Consejo de Ministros Evangélicos de Brasil (Cimeb), le reiteró su respaldo. “Esta es una lucha del bien contra el mal y Bolsonaro es un ungido de Dios para gobernarnos y librarnos del comunismo”, dijo Malafaia.

Allí, según informó la agencia Efe, ante otros integrantes del Cimeb, Bolsonaro aprovechó para criticar a su rival electoral: “Mientras yo salía de la Asamblea de la ONU ofreciendo asilo a los padres y monjas perseguidas por el gobierno de Nicaragua, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, otro amigo de Lula, defendía la despenalización de drogas como la cocaína”.

A la confrontación religiosa se refirió Fernando Haddad, candidato del PT a gobernador de San Pablo. “Las personas están recibiendo videos ridículos, sobre pacto con el diablo, clausura de iglesias. Y mucha gente de buena fe cree. Estamos hablando de política pública. El PT gobernó 12 años. Dígame de una iglesia que haya sido cerrada”, dijo Haddad a periodistas. En San Pablo, según Datafolha, los evangélicos prefieren al rival de Haddad, el bolsonarista Tarcísio de Freitas, 61% a 39%, mientras que entre los católicos la relación es de 48% a 44%.

“No me gusta transformar Brasil en una arena de guerra religiosa. No precisamos eso. Precisamos trabajo, educación, combate al hambre, a la miseria, a las desigualdades y a las mentiras”, cerró Haddad.

No sólo religión

Mientras tanto, Lula intenta llevar el debate público a otras áreas como la economía, y atraer el voto de la clase media. El fin de semana anunció la intención de elevar el mínimo no imponible del impuesto a la renta hasta los 5.000 reales.

El miércoles, mientras Bolsonaro visitaba el santuario católico, Lula recorría la favela Complexo do Alemão, en Río de Janeiro, donde prometió acabar con la miseria y probarle “a la élite que gobierna al país que otra vez un metalúrgico va a arreglar” a Brasil. “Tenemos que acabar con esta historia de que el Estado sólo aparece en la comunidad con la Policía”, dijo Lula. “Antes de que venga la Policía, tiene que venir la salud, la cultura, la educación”, agregó. “El pueblo volverá a comer tres veces al día, volverá a tener un trabajo formal”, dijo.

Allí, en el Complexo do Alemão, Lula se reunió con líderes sociales de 11 favelas de Río, entre ellas Rocinha y Cidade de Deus. Entre la población más pobre de Brasil Lula cuenta con su base electoral más fuerte, según las encuestas.

Por su parte, el Tribunal Superior Electoral suspendió el viernes las investigaciones ordenadas por el gobierno de Bolsonaro sobre las actividades de tres encuestadoras: Datafolha, Ipec e Ipespe. El ministro de Justicia, Anderson Torres, había ordenado investigarlas por sospechas de que con sus resultados habían intentado beneficiar a Lula en la primera vuelta.

El presidente del Tribunal Superior Electoral, Alexandre de Moraes, consideró que la Policía Federal y el Consejo Administrativo de Defensa Económica, a los que se había encargado investigarlas, no tienen competencia para hacerlo. Además señaló que la investigación no parece tener una “causa justa”, sino que se basan “únicamente en presunciones relacionadas con la no conformidad de los resultados de las encuestas, sin que exista mención a indicios mínimos de formación de vínculo subjetivo entre los institutos señalados o incluso prácticas de procedimientos ilícitos”.

Las tres encuestadoras concluían antes de la elección del 2 de octubre que Lula alcanzaba cerca de 50% de los votos válidos y estaba a las puertas de una victoria en primera vuelta, y colocaban a Bolsonaro entre diez y 14 puntos por debajo. Finalmente, el líder del PT obtuvo 48,4% de los votos y Bolsonaro 43,2%. Según Bolsonaro, esos resultados intentaban perjudicarlo y arrastrar intención de voto hacia Lula.

Actualmente, las encuestas colocan a Lula entre 4,5 y ocho puntos por encima de Bolsonaro para la segunda vuelta, en la que volverán a medirse el domingo 30.