Luego de la definición electoral del pasado domingo, el real cerró la semana cotizando en torno a $ 5,0 por dólar, lo que marca una caída adicional de la paridad. El viernes 28 de octubre, previo a la segunda vuelta, la cotización se ubicaba en el entorno de $ 5,3.

De esta manera, la apreciación reciente del real profundiza la tendencia que se ha observado desde el comienzo del año, que la separa de la mayoría de las monedas del mundo que se han debilitado frente al dólar. De hecho, tanto el real como el peso uruguayo se han desacoplado de este movimiento global, siendo de las pocas excepciones.

En relación a este último punto, el socio de CPA Ferrere, Alfonso Capurro, marcaba una diferencia importante en el marco de un intercambio por Twitter, señalando que la moneda brasileña “viene de una fuerte depreciación real en los últimos años y [es] una moneda débil en términos históricos”. En ese sentido, indicó que lo que estamos viendo en 2022 es una reversión de ese proceso, en tanto que Uruguay parte de otra posición inicial.

Todo esto ocurre en el marco del proceso de endurecimiento de la política monetaria por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), orientado a enfrentar el problema inflacionario. A este respecto, la tasa de referencia de los fondos federales volvió a incrementarse el miércoles en 75 puntos básicos, y se ubica ahora en el rango 3,75%-4,0%. Además, el presidente de la FED, Jerome Powell, anunció que esto continuaría hacia adelante, dado que la inflación se mantiene en niveles históricamente altos (8,2% interanual) y muestra señales de persistencia (el núcleo aumentó 6,6% interanual).

De esta manera, Estados Unidos avanza con uno de los ciclos de ajuste más relevantes de las últimas décadas, un fenómeno que supone desafíos crecientes para los países de la región y que le restará dinamismo a la economía mundial. En efecto, en los últimos meses se ha ido configurando un escenario internacional más adverso, caracterizado por la desaceleración global, la fortaleza del dólar, el aumento de las tasas de interés y la reversión del precio de las materias primas.

En este entorno más desafiante, el nuevo gobierno deberá reencauzar el crecimiento hacia una senda sostenible, luego de varios años de modesto desempeño. Debe tenerse presente que la pandemia encontró una economía muy golpeada, que a fines de 2019 no había logrado recuperarse de la dura crisis que atravesó entre 2015 y 2016. A modo ilustrativo, el producto interno bruto (PIB) per cápita acumula una caída de 5,1% desde 2014.

Por el momento, las expectativas de los analistas relevados por el Banco Central de Brasil (BCB) anticipan una expansión del PIB de 2,8% para este año, y un crecimiento de apenas 0,6% para el siguiente. Si bien las perspectivas siguen siendo muy magras, han mejorado con los últimos relevamientos. Con la inflación moderándose, el BCB introdujo recientemente una pausa en el proceso de suba de la tasa de interés, lo que podría contribuir con la reactivación de la actividad.