Boris Kagarlitsky es un sociólogo ruso residente en Moscú, director del Instituto para la Globalización y los Movimientos Sociales y editor del sitio web Rabkor. En esta entrevista ofrece una visión de los factores internos que subyacen a la decisión del régimen ruso de invadir Ucrania, las razones de la promoción de una “guerra eterna”, el papel que está desempeñando la izquierda en el movimiento contra la guerra y las perspectivas para la agitación social en Rusia. Kagarlitsky es un autor de referencia de la izquierda rusa y ha publicado numerosos libros, entre ellos, Russia, Ukraine and Contemporary Imperialism (Routledge, Londres, 2019) y Between Class and Discourse: Left Intellectuals in Defense of Capitalism (Routledge, Londres, 2020).

Kagalirstky no cree que la causa de la guerra sea la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este: “La verdadera pregunta que tenemos que hacer es por qué estalló esta guerra ahora, a pesar de que los problemas dentro de Ucrania y entre Rusia y Ucrania existían hace años. Incluso una semana antes de la guerra, la mayoría de los comentaristas políticos rusos racionales se mostraban muy escépticos de que estallaría una confrontación bélica a gran escala, porque todo el mundo sabía que Rusia no estaba en absoluto preparada para ella. Esto nos lleva entonces a la cuestión, no de la salud mental de Putin, sino de su capacidad para tomar decisiones racionales. Todo el mundo sabía que la guerra no iba a resultar como la había planeado o anunciado el equipo de Putin. Sin embargo, fueron a la guerra”.

¿Cuáles serían las verdaderas causas de la guerra?

Creo que hubo dos causas principales. La primera es básicamente global y de largo plazo. La Gran Recesión de 2007-2008 cambió la economía mundial y la situación de Rusia dentro de ella. La Gran Recesión reveló la tremenda debilidad de la economía rusa. Sin embargo, al mismo tiempo, los oligarcas rusos se beneficiaron de ella. Cuando estalló la recesión, la economía rusa decreció a un ritmo mucho más rápido que cualquier otra economía importante del mundo. Luego se recuperó también más rápido. ¿Por qué? Porque la economía rusa dependía de las materias primas y en particular del petróleo. Para hacer frente a la Gran Recesión, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a imprimir dinero, gran parte del cual acabó en los mercados financieros y, en última instancia, en inversiones especulativas.

El petróleo es una materia prima ideal para la inversión especulativa, ya que está profundamente conectado con los mercados financieros. Pero, al mismo tiempo, forma parte de la economía real. Así que la política de la Reserva Federal condujo a un enorme aumento de los precios del petróleo, lo que a su vez creó una situación en la que, mientras la economía rusa seguía deteriorándose, recibía una lluvia de petrodólares, con más y más ingresos que iban a parar a los bolsillos de los oligarcas y del Estado. Un economista ruso comentó una vez que el mejor amigo del gobierno ruso era la Reserva Federal. El Kremlin dependía directamente del dinero impreso por la Reserva Federal: cuanto más dinero imprimía la Reserva Federal, más dinero obtenían las élites rusas. No tenían que hacer nada más que esperar a que la Reserva Federal imprimiera más dólares. Esa era su única estrategia. Pero una vez que la Reserva Federal comenzó a imprimir menos dinero, o al menos comenzó a utilizar este dinero de una manera diferente, como ocurrió durante la pandemia, entonces esto se convirtió en un problema para el capital ruso.

Todo esto llevó a una enorme expansión de la corrupción. Rusia siempre fue muy corrupta, pero la corrupción alcanzó nuevos niveles. Y las élites rusas se enfrentaron a una increíble crisis de sobreacumulación, muy parecida a la que describiera Rosa Luxemburgo. Una solución fue canalizar este dinero extra hacia la expansión militar y la producción de material militar, pero luego hay que utilizar este material militar de alguna manera si se quiere seguir invirtiendo más dinero en ese sector.

Esto es sólo una parte de la historia porque, al mismo tiempo, la situación interna se estaba deteriorando drásticamente. Mientras todo este dinero iba a parar a las manos de la élite y de un pequeño sector de la clase media, la sanidad y los servicios sociales –sectores que ya se encontraban subfinanciados–, sufrían nuevos recortes de gastos para que las élites pudieran acumular aún más capital. Un ejemplo de ello fue la reforma de las pensiones de 2018, contra la cual hubo un fuerte movimiento de oposición. No es difícil imaginarse cómo se sentía un ciudadano ruso. Sabía que había una enorme cantidad de dinero fluyendo hacia las manos de la oligarquía, la burocracia estatal, los altos administradores, los amigos de Putin. Podía ver la construcción de palacios increíbles. Lo sabemos porque internet permite descubrirlos. La gente ve eso y ve que la situación material de la gran mayoría está empeorando dramáticamente, que los ingresos reales están disminuyendo y los precios están subiendo, que hay problemas para conseguir trabajos decentes. Todo esto generó un enorme descontento. Este descontento no suele ser político, pero crea un estado de ánimo terrible. Tanto es así que incluso se ha convertido en un problema para los planes de guerra del gobierno ruso, porque no puede movilizar a la gente para el ejército. La gente simplemente no luchará por este régimen. Nadie quiere hacer ningún sacrificio por él, porque sus jerarcas son odiados por todo el mundo.

Además, las instituciones políticas –incluso la falsa democracia parlamentaria que teníamos, con elecciones disputadas por partidos controlados por el régimen– han sido destruidas en los últimos dos años debido a los intentos de Putin de perpetuarse en el poder. Putin está cada vez más viejo y enfermo, por lo que el problema de una transición de poder es muy real, pero ningún tipo de transición institucional es posible en este contexto.

Entonces, ¿cómo afronta todo esto? Bueno, la mejor solución es algún tipo de situación extrema y extraordinaria. Una situación que justifique un estado de emergencia en el cual los que están en el poder puedan pasar por encima de cualquier obstáculo institucional o constitucional y tomar las decisiones que quieran. Y una guerra es quizás la mejor manera de crear esa situación.

Por lo que dice, ¿la continuación de la guerra es, por tanto, preferible para Putin antes que las negociaciones? Le pregunto esto porque dentro de la izquierda occidental es habitual escuchar el argumento de que son la OTAN y Ucrania quienes quieren alargar la guerra y quienes rechazan las negociaciones. Pero sus comentarios parecen sugerir lo contrario...

Absolutamente. Por eso, en recientes declaraciones, Putin ha revelado su afán de prolongar la crisis lo máximo posible. Como he escrito, en el gobierno ruso han sido muy claros en cuanto a querer librar una guerra eterna, en la que nunca se llegue a acuerdos, porque no saben en qué ponerse de acuerdo. Y, como he dicho antes, no es porque no puedan o incluso porque no quieran llegar a un acuerdo; es porque no pueden usar eso como una carta de triunfo en el plano interno. Sobre todo, porque la invasión potenció un fuerte sentimiento de patriotismo exacerbado y un auténtico entusiasmo por la guerra en una parte de la sociedad. Consiguieron arrastrar a los elementos más reaccionarios, más agresivos de la sociedad rusa detrás de la guerra. El problema ahora es que estos elementos se han vuelto peligrosos para el propio régimen, porque en el mismo momento en que el régimen negocie y logre cualquier tipo de acuerdo, se convertirá inmediatamente en el objetivo de estas fuerzas reaccionarias.

Luego hay que tener en cuenta que, del otro lado, hay un sentimiento antiguerra muy fuerte, aunque esté muy reprimido. El gobierno está atrapado entre la espada y la pared, porque tienes un sentimiento antiguerra muy fuerte y tienes un movimiento proguerra, jingoísta, militarista y nacionalista que se volverá opositor en el mismo momento en que el régimen llegue a un acuerdo. El peor escenario para Putin –y no está excluido que en algún momento esto pueda suceder, en particular si Rusia es derrotada militarmente– es que estas fuerzas, que son muy diferentes y se oponen entre sí en cada uno de los temas, podrían de repente atacar al régimen simultáneamente desde lados opuestos. Esto es lo que ocurrió en Rusia en 1917, cuando el régimen zarista cayó no sólo por las fuerzas antiguerra, sino también por la ira de aquellos que, dentro del ejército y del régimen, no estaban conformes con la forma en que se estaba librando la contienda. Estas dos fuerzas atacaron al régimen zarista de manera simultánea, lo que condujo a su colapso. Putin y su círculo son conscientes de esta historia, pero es muy poco lo que pueden hacer al respecto.

¿Cómo caracteriza a los gobiernos de Moscú y Kiev y el papel que desempeñan los fascistas o nacionalistas de extrema derecha dentro o fuera de estos gobiernos?

Ambos bandos acusan al otro de ser fascista, pero yo creo que ninguno de ellos lo es. Dicho esto, la ideología de la extrema derecha y las tendencias típicas del populismo de derechas, e incluso del fascismo, están presentes en ambos países. En cuanto a su contenido político y social, ambos lados no son tan distintos. Por supuesto que hay diferencias. Por ejemplo, Ucrania tiene un Estado mucho más débil. Esto crea espacios en los que la extrema derecha puede llevar a cabo actividades represivas no controladas por el Estado, en algunos casos con el apoyo de elementos de los servicios de seguridad ucranianos. El Estado ruso no permite que ocurran estas cosas. No hay aparatos represivos privados ni paramilitares porque el Estado ruso tiene el monopolio absoluto de la represión. En Rusia la represión está centralizada, mientras que en Ucrania está descentralizada. Al mismo tiempo, a diferencia de Rusia, Ucrania tiene una sociedad civil que no es reprimida, precisamente porque el Estado es más débil. El Estado no ha reprimido a la sociedad civil en Ucrania porque no tiene la capacidad de hacerlo como en Rusia.

Otra diferencia es que la oligarquía ucraniana no está consolidada, mientras que la rusa lo está en torno de Putin, o al menos lo estaba hasta hace poco. La oligarquía ucraniana nunca se consolidó porque no tenía la cantidad de petróleo ni de otros recursos que pudieran venderse en el mercado mundial para generar ingresos fáciles, como ocurre en el caso de Rusia. En cambio, los oligarcas ucranianos luchaban sistemáticamente entre sí. Esto creó una imagen de Ucrania como una democracia pluralista, lo que no es. Más bien es un Estado débil, con oligarquías que compiten entre sí.

Así que hay diferencias, pero eso no cambia el hecho de que el contenido ideológico del nacionalismo ruso y del ucraniano es muy similar y la naturaleza social del Estado y del capitalismo en ambos países es muy parecida. Ambos están dominados por un capitalismo oligárquico y periférico.

Sin embargo, es importante señalar que hay algunos signos muy positivos del lado ucraniano. Seamos claros, es imposible que haya un movimiento contra la guerra en Ucrania. Eso es comprensible porque Ucrania es el país que está siendo atacado. Es una víctima de la agresión rusa. Cuando tu ciudad está siendo bombardeada a diario, no puedes protestar contra tus propias fuerzas armadas que están luchando para mantenerte a salvo.

Pero hay una tendencia creciente contra el nacionalismo local dentro de la sociedad ucraniana y un debate cada vez mayor sobre qué hacer si Ucrania gana. Es un debate muy activo y a veces agresivo, en el que uno de los personajes más interesantes es Oleksiy Arestovych. Arestovych procede del ejército y es asesor y portavoz de [el presidente Volodímir] Zelensky. No estoy seguro de la solidez de su posición dentro de la administración, pero se ha hecho muy popular tanto en Ucrania como en Rusia. Arestovych sigue promoviendo un mensaje sobre el tipo de nueva Ucrania que debe surgir de esta guerra: una que supere las divisiones entre el este y el oeste, entre los rusohablantes y los ucranianos. Habla de la necesidad de apropiarse de la lengua rusa como lengua de la identidad ucraniana, de promover la cultura rusa en Ucrania y de dar esperanza a los rusos que quieren vivir y trabajar en Kiev. Dice que la nueva Ucrania tiene que superar las divisiones e integrar a todos. Por eso es atacado sistemáticamente por la extrema derecha, incluso con amenazas contra él y su familia. Los nacionalistas ucranianos lo odian, pero poco pueden hacer, porque se ha convertido en una figura popular, aun dentro del ejército.

Pasemos entonces al movimiento antiguerra. ¿Cuál es el estado actual?

Cuando empezó la guerra, hubo bastantes protestas en Rusia, pero fueron brutalmente reprimidas. La realidad es que no había forma de protestar en las calles, porque inmediatamente te golpeaban y te metían en la cárcel. La maquinaria represiva del gobierno consiguió ganar rápidamente la lucha por el control de las calles, aunque necesitaron mucha represión para conseguirlo. No hay que olvidar que durante los últimos dos años se habían producido protestas masivas, en las que participaron cientos de miles de personas, junto con un esfuerzo sostenido por parte del aparato represivo para destruir estos movimientos. Lo consiguieron, al menos temporalmente.

Ahora se puede meter gente en la cárcel sólo por hacer una declaración pública contra la guerra. El simple hecho de utilizar determinadas palabras puede suponer que te lleven a la cárcel. Condenaron a un diputado municipal en Moscú a siete años de prisión sólo por decir algo crítico contra la guerra durante una sesión del concejo municipal. Cuando publico algo en ruso, nunca utilizo la palabra “guerra”, porque el mero hecho de utilizarla significa que podría recibir una multa o ir a parar a la cárcel. Así que puedes imaginar cómo es el ambiente.

Sin embargo, si miras en las redes sociales rusas, donde puedes publicar de forma anónima, el ambiente es muy negativo contra la guerra. La gente es muy crítica y publica muchos textos muy enfadados contra la invasión. Así que el movimiento contra la guerra es muy débil, pero tiene un enorme potencial.

¿Qué papel ha desempeñado la izquierda en el movimiento? ¿Qué puede decir, por ejemplo, sobre las posiciones adoptadas por el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR)?

Los partidos oficiales de la Duma apoyan la guerra y al régimen, incluidos los dos partidos que pretenden ser de izquierda: el PCFR y los “socialdemócratas” de Rusia Justa. Pero si miras más a fondo, se puede ver que donde tienen militantes de base, esta gente suele ser muy antiguerra. Muchos de ellos están abandonando estos partidos. Algunos han declarado su oposición públicamente, como Yevgeny Stupin, un diputado [del PCFR] muy carismático y conocido en la Duma de Moscú, o Andrei Danilov, un interesante y popular intelectual de Yakutia. También están surgiendo nuevos líderes, incluso dentro de estos partidos. Tenemos, por ejemplo, a Anna Ochkina, que era una de las principales voces de la izquierda dentro de Rusia Justa pero que abandonó el partido, haciendo una declaración pública contra la guerra. En ese sentido, aunque los líderes se pronuncian a favor de la guerra, no cuentan con el apoyo de una sostenida fuerza de base. En las bases, no podemos decir que la izquierda esté bien pero sí que está viva, y está definitivamente activa y creciendo.

Hay que tener en cuenta que mucha gente de la oposición liberal ha abandonado el país. El gobierno etiquetó públicamente a varios de ellos como “agentes extranjeros”. Todo el mundo sabe que el siguiente paso tras ser etiquetado como agente extranjero es la cárcel, y por eso muchos se han ido. A mí me han etiquetado como agente extranjero, imagino que con la intención de que me vaya, pero no me voy a ir. Un subproducto interesante de esta política ha sido que, mientras la mayoría de los líderes de la oposición liberal han abandonado el país –con algunas excepciones, como Alexei Navalny, que ya estaba en la cárcel, e Ilya Yashin, que fue encarcelado recientemente–, quienes se han quedado en Rusia son en su mayoría de izquierda. Así que, curiosamente, la izquierda se está convirtiendo en una especie de fuerza hegemónica dentro del movimiento antiguerra.

El movimiento antiguerra es real, aunque se haya visto obligado a pasar a la clandestinidad. Y se está radicalizando, porque la gente está empezando a entender que no se trata sólo de la guerra: se trata del sistema político y social. Un signo muy interesante de esto es que los segmentos de la oposición liberal que solían desconfiar de todo lo que fuera de izquierda ahora se están moviendo hacia ella. Por ejemplo, Yashin declaró recientemente que tenía ciertos desacuerdos con Navalny porque él mismo se identifica más como una persona de izquierda, lo que nos sorprendió porque siempre lo consideramos un liberal. Otro ejemplo es Yulia Galyámina, una figura muy carismática e importante de la oposición liberal, que recientemente declaró que sus mejores amigos en el movimiento son comunistas. Así que definitivamente hay un giro a la izquierda dentro del movimiento.

Esta entrevista fue publicada por Nueva Sociedad y, anteriormente, por Green Left.