Sin una solución pacífica a la vista, la ofensiva del Ejército ruso en Ucrania continúa y en los últimos días se amplió al oeste del país, que hasta el momento no había sido atacado.

Este domingo autoridades militares ucranianas denunciaron un ataque contra la base militar de Yavoriv, situada en la región de Lviv, a sólo 25 kilómetros de la frontera con Polonia, que terminó con la muerte de 35 personas y más de 135 heridos. Según se informó, al menos 30 cohetes fueron lanzados desde la base rusa de Sarátov, ubicada a aproximadamente 1.500 kilómetros del lugar del ataque.

El portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, reconoció en una conferencia de prensa realizada en Moscú el ataque y agregó que en él “murieron 180 mercenarios extranjeros” –término que empleó para referirse a los instructores llegados desde fuera del país–, además de que fueron destruidas “una gran cantidad de armas” que habían sido enviadas a Ucrania desde el exterior, consignó la cadena RT.

En los días previos, las ciudades de Lutsk e Ivano-Frankivsk, ambas situadas en el oeste ucraniano, también habían sido blanco de bombardeos, lo que demuestra la voluntad rusa de proseguir con los ataques. Las autoridades de Lviv, la ciudad más importante del oeste de Ucrania, a la que llegaron centenares de miles de personas desde que comenzó la invasión rusa, manifestaron estar preparándose para un eventual ataque, concentrando numerosas reservas de alimentos y también de armamento.

Además, durante el fin de semana medios internacionales informaron que dos alcaldes fueron secuestrados en ciudades ucranianas tomadas por las fuerzas rusas, Melitópol y Dniprorudne, ambas situadas en la región de Zaporiyia, en el sureste del país. Paralelamente, los ataques siguen siendo intensos sobre Kiev, en lo que parece ser un reordenamiento de las fuerzas rusas para intentar una conquista de la capital del país, algo que Moscú pretendía hacer en los primeros días de la guerra, pero que no pudo lograr debido a la resistencia del Ejército ucraniano.

Vista la situación, por el momento el cese del fuego no parece cercano. En ese sentido, el sábado el presidente ruso, Vladimir Putin, mantuvo una conversación telefónica conjunta con el mandatario francés, Emmanuel Macron, y con el canciller alemán, Olaf Scholz. Luego del diálogo, que se extendió por 75 minutos, desde la presidencia francesa se informó que el mandatario ruso “no tiene intención de parar la guerra” por el momento.

El viernes Putin anunció que cerca de 16.000 combatientes sirios se unirían a las fuerzas rusas presentes en Ucrania, lo cual generó la irritación del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.

“Cohetes, bombas, artillería y ahora mercenarios sirios”, expresó el mandatario en su cuenta de Telegram, y agregó que “los mercenarios sirios no distinguen quién y qué idioma se habla aquí, sólo van a matar en tierra ajena, en todos los sentidos”.

Otra muestra de que el conflicto apunta a no terminar en breve es que el presidente estadounidense, Joe Biden, aprobó en las últimas horas un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania por 200 millones de dólares.

Sangre y negociaciones

La tragedia humanitaria que se está produciendo en Mariúpol, en el sureste de Ucrania, en la región del Donbás, es uno de los hechos más duros de la ya de por sí durísima situación que se está viviendo en las zonas de guerra.

Los combates ahí son muy intensos e imposibilitaron varios intentos de evacuación de la población civil, que se encuentra atrapada en condiciones extremadamente difíciles. La realidad de la desesperante situación de cientos de miles de personas en la ciudad es innegable y este domingo las autoridades de la ciudad informaron que en el contexto del asedio ruso al menos 2.100 civiles murieron. Mientras representantes de la Cruz Roja expresaron que la ciudad se enfrenta al “peor escenario posible” si no hay un rápido acuerdo humanitario, ambas partes se acusan mutuamente de la situación: los ucranianos dicen que los rusos no detienen sus ataques, mientras que desde Moscú se afirma que son las milicias nacionalistas ucranianas de extrema derecha las que están teniendo de rehenes a los civiles.

Como quedó en evidencia en el diálogo que tuvieron Putin, Macron y Scholz, una salida negociada al conflicto no parece cercana, por más que ambas partes reconocieran algunos avances en los contactos que se están realizando mediante la modalidad virtual.

El portal Europa Press informó que representantes de los equipos negociadores de Rusia y Ucrania comenzaron a percibir ciertos puntos de contacto en las conversaciones para un alto el fuego y la suspensión de la invasión rusa a Ucrania, aunque remarcaron que todavía queda un largo camino para concretar posturas. En declaraciones recogidas por la agencia oficial rusa TASS, el diputado Leonid Slutsky, uno de los negociadores del Kremlin, se mostró especialmente optimista al indicar que las conversaciones han alcanzado en este punto un “progreso sustancial” y que las partes podrían alcanzar una “posición unificada”. Por su parte, el principal negociador ucraniano, quien también es asesor del presidente Zelenski, Mijail Podoliak, reconoció al periódico moscovita Kommersant que Rusia está analizando la situación “de manera mucho más apropiada” al hablar sobre cuestiones concretas en lugar de “dedicarse a lanzar ultimátums”.

Varios países se ofrecieron como mediadores, por ejemplo, Israel y Turquía, entre otros, pero desde otros países europeos creen que la llave para frenar a Putin la tiene Pekín.

“China tiene el potencial de hablar con Moscú, dada su relación, y nos gustaría que China usara su influencia para presionar en favor de un alto el fuego y conseguir que Rusia detenga el bombardeo brutal y sin precedentes y la matanza de civiles en Ucrania”, ha declarado un portavoz de la Comisión Europea, citado por El País de Madrid.

Por otra parte, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, dijo en una entrevista con El Periódico de Barcelona que implementar el cierre del espacio aéreo ucraniano, algo que viene pidiendo Zelenski desde hace varios días, no es posible, porque esa medida llevaría directamente hacia una guerra total entre Rusia y los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “Cuando alguien pide una zona de exclusión aérea, eso implica tener la capacidad y voluntad de derribar los aviones rusos que la violen. Sería extender el conflicto a una tercera guerra mundial y es evidente que no queremos hacerlo. Nos movemos en el límite de lo que podemos para ayudar, sin entrar en una situación de beligerancia y formar parte del conflicto”, manifestó Borrell.

La referencia a un nuevo conflicto a nivel global fue igualmente manejada por el presidente estadounidense, cuando también negó la posibilidad de cerrar el cielo de Ucrania.

Por su parte, este domingo, luego del ataque contra la base de Yavoriv, el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, dijo en una entrevista con la cadena CNN que Putin está “frustrado” por las dificultades que están teniendo las tropas rusas en su avance en Ucrania y agregó que su país “defenderá cada centímetro de la OTAN”.