Semanas atrás, el presidente francés, Emmanuel Macron, parecía correr con una gran ventaja para ganar las elecciones que tendrán su primera vuelta este domingo y la segunda el domingo 24. Sin embargo, en los últimos días de campaña las encuestas comenzaron a mostrar un final más disputado.

A mediados de marzo, Macron contaba con una diferencia a su favor de 15% con respecto a su principal rival, la ultraderechista Marine Le Pen, pero desde entonces la distancia entre los dos se redujo a 5%. Según una encuesta del instituto Ifop publicada el lunes, la intención de voto del presidente cayó a 28%, mientras que la de Le Pen subió a 23%. En otro sondeo, de OpinionWay-Kéa Partners, publicado el jueves, Macron pasó de 30% a 26%, y Le Pen, de 20% a 22% en una semana.

Si mañana esos porcentajes se repiten en las urnas, Macron y Le Pen volverán a competir el 24 de abril, y también a esa elección llegan muy cercanos en intención de voto. Según una encuesta de Harris Interactive citada por Radio Francia Internacional, para la segunda vuelta el presidente tiene un respaldo de 51,5% y Le Pen le pisa los talones con 48,5%.

El primero en poner en duda estos escenarios es el candidato de izquierda Jean-Luc Mélenchon, que aparece tercero en las encuestas con 15% de apoyo y confía en desplazar a uno de los dos primeros contendientes. “Creo que tengo una posibilidad muy seria de llegar [a la segunda vuelta] y el señor Macron haría bien en preguntarse si realmente está seguro de llegar. Miren las curvas” de los sondeos, advirtió.

Variedad de izquierdas

El líder de La Francia Insumisa ha sido calificado como el “voto útil” de una izquierda que llega muy fragmentada a estas elecciones, con su apoyo repartido en seis de los 12 candidatos que compiten por la presidencia.

El partido clásico de la izquierda francesa, el Partido Socialista, que solía asegurarse un lugar en la segunda vuelta, llega a estas elecciones con 2% de intención de voto, con la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, como candidata. Si en las urnas obtuviera ese porcentaje, estas serían las peores elecciones presidenciales del partido en 50 años, por debajo del 6% de votos que obtuvo Benoît Hamon en 2017.

El 31 de enero hubo un intento de buscar una candidatura única de izquierda. A partir de una iniciativa popular, se convocó a una consulta en internet en la que los votantes debían elegir entre ocho postulantes. Sin embargo, varios de ellos manifestaron que no se comprometían a abandonar su candidatura para apoyar al ganador de esa convocatoria.

La candidata más votada en esa “Primaria Popular” fue la exministra Christiane Taubira, que ni siquiera pudo competir en estas elecciones. No logró reunir los apoyos de 500 cargos electivos –alcaldes, diputados, concejales– que se necesitan para inscribir una candidatura a la presidencia, y debió abandonar la competencia.

Además de Mélenchon e Hidalgo, compiten desde la izquierda el eurodiputado ecologista Yannick Jadot, el comunista Fabien Roussel, el trotskista Philippe Poutou, y Nathalie Arthaud, de extrema izquierda.

Completan la lista de candidatos para estas elecciones el ruralista Jean Lassalle, con 3% de intención de voto, la candidata del partido derechista Republicanos, Valérie Pécresse, con 8%, el derechista Nicolas Dupont-Aignan, con 2%, y el ultraderechista Éric Zemmour, que meses atrás parecía encaminarse a la segunda vuelta y hoy reúne un apoyo de 10% de los votantes.

Dos ultraderechas

La presencia de Zemmour ha ayudado a Le Pen en su intento de presentar a su partido, la Agrupación Nacional, como una versión menos extrema que la de años atrás, cuando todavía se llamaba Frente Nacional y tenía entre sus filas a Jean-Marie Le Pen, el padre de la candidata.

Sin embargo, en cuanto a política migratoria, los dos subieron la apuesta. Le Pen propone no regularizar a más personas indocumentadas y reservar prestaciones sociales sólo para quienes tengan documentos, al tiempo que promete prohibir el velo islámico en público y multar a las mujeres que lo usen.

Por su parte, Zemmour promete expulsar a un millón de inmigrantes. Habla de crear un ministerio de “remigración”, que organice “vuelos colectivos” para trasladar a sus países a aquellos migrantes que Francia “ya no quiera”. Su objetivo es reducir el derecho de asilo “casi a la nada”.