Silvana Bahía tiene 37 años, es brasileña, afrodescendiente y la primera persona de su familia con estudios universitarios. Concentra su trabajo en iniciativas para democratizar las tecnologías y promover la participación de mujeres negras en las tecnologías y la innovación. Estuvo de visita en Uruguay en el marco del programa de promoción de los derechos de las personas afrodescendientes que realiza el Fondo de Población de Naciones Unidas.

¿Qué porcentaje de la población de Brasil es afrodescendiente?

En Brasil más de 50% de la población es afrodescendiente y las mujeres afrodescendientes representan 28% de la población.

¿Cuál es la situación social, económica y educativa de las mujeres afrobrasileñas?

Vulnerabilidad total; poco acceso a la salud, a la educación, al bienestar. Por ejemplo, en la covid, el 75% de las muertes son de personas negras.

Además de la salud, ¿en cuánto afectó la pandemia el trabajo y la economía de los afrodescendientes en Brasil?

Mucho. Todos los sectores fueron afectados, pero las mujeres sufrieron muchos perjuicios por siempre estar sobrecargadas de trabajo y perder empleos. Actualmente las mujeres negras son quienes están más vulnerables al desempleo, en la pandemia esto se repite. Vemos una gran diferencia en relación con la población blanca. Un mapa de violencia muestra que disminuyó para las mujeres blancas y aumentó para las mujeres negras; tenemos datos que prueban esta desigualdad social.

Es la primera persona de su familia que accedió a estudios terciarios. ¿Su madre y su abuela trabajaron como empleadas domésticas?

Sí, mi madre que vive en España desde hace 16 años, mi abuela, mi bisabuela y mi tatarabuela esclavizada. Soy la primera persona de mi familia en ir a una universidad. Es una historia muy común en las mujeres de mi generación. Dirigí un documental sobre personas negras que fueron las primeras de sus familias en ir a universidades gracias a políticas de acciones afirmativas.

“La ley de cuotas de 2012 fue la ley más importante para la movilidad social de las personas negras”.

¿Qué efecto tuvieron esas políticas públicas de inserción de jóvenes afrodescendientes en universidades impulsadas desde el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva?

Lula firmó la ley de cuotas de 2012 y este año, 2022, tenemos una revisión de esa ley, lo que nos preocupa mucho a los movimientos negros porque sabemos que esas acciones no están garantidas. Esa ley tuvo efectos directos: fue la ley más importante para la movilidad social de las personas negras, emancipó una generación de estas personas y no porque antes no las hubiera en las universidades, pero eran muy pocas, mientras que ahora hay una generación que ingresó a las universidades. Igual somos pocos porque no se trata de sólo acceder a la universidad, sino de contar con la estructura para estar, dinero para comprar libros, computadora e internet, pero es una ley fundamental.

¿La emigración de tu madre a España tuvo relación con tus estudios?

Ella fue a España para garantizar que mi hermano y yo pudiéramos estudiar e ir a la universidad, porque en Brasil mi mamá empleada doméstica quedó viuda a los 34 años. Yo tenía 13 años y mi hermano 11. Ahora mi hermano se está formando en arquitectura en la Universidad Federal en Bahía, yo me recibí y ahora investigo inteligencia artificial y arte.

¿Cómo comenzaste a integrarte al sector tecnológico y de la innovación?

Soy periodista y percibí los cambios que las tecnologías digitales estaban haciendo en el campo de la comunicación. En 2013 hubo un movimiento popular muy importante en Brasil, en el que la comunicación digital tuvo un gran papel y que me inspiró. Empecé a percibir ese cambio de comunicación y me interesó cómo crear sitios, crear tecnología y no sólo contenidos. La pregunta que me mueve desde ese comienzo es qué pasa cuando una mujer piensa y desarrolla tecnología.

¿Qué tan grande es la brecha entre hombres y mujeres en el sector tecnológico? ¿Cómo es la situación de las mujeres negras en particular?

Esas diferencias aparecen porque las tecnologías traen consigo la cultura del mundo de quien crea. Por ejemplo, Alexa y Siri tienen siempre voz femenina y son dispositivos creados por hombres. ¿Si los hubiese creado una mujer la voz sería femenina? Pienso que cuando las mujeres crean tecnología tienen una intención de que sea más inclusiva, sin sexismo, sin reproducción de preconceptos estructurales.

¿Hay acciones desde el Estado para reducir esta brecha?

No, pero de la sociedad civil hay muchas.

¿En qué consiste la iniciativa PretaLab en la que usted participa?

Varias iniciativas de la sociedad civil trabajan con tecnología para mujeres, pero me incomodaba que eran sólo con el lente del género y en Brasil no da para pensar sólo con ese lente, porque las mujeres negras representan el mayor grupo poblacional del país. La interseccionalidad es importantísima, porque ser mujer es muy amplio, las mujeres negras son 3% en los cursos de ingeniería y ciencias de la computación de las universidades y 11% en el mercado de trabajo de tecnología. Por eso es importante que las iniciativas tengan intencionalidades. Porque en un país con un racismo y machismo estructurales, si no tenemos intención repetimos la estructura, y la estructura es la que excluye a los hombres y mujeres negras. Por eso es tan importante crear iniciativas públicas específicas y también por eso creamos PretaLAb en 2017, como un proyecto-causa que habla sobre la importancia del protagonismo de las mujeres negras en ese campo. Lo primero que hicimos fue un mapeo para saber quiénes son las mujeres negras en la tecnología, qué hacen y en qué áreas, porque esa investigación nunca fue hecha por un centro formal y sin datos no podemos crear políticas. Ahora tenemos una plataforma con más de 600 mujeres registradas con diferentes saberes en tecnología.

Ha mencionado raza, género y clase. ¿La interseccionalidad es su herramienta de análisis para este trabajo social que realiza?

Sí. Yo no consigo mirar nada sin pensar en la interseccionalidad, tanto en tecnología como en la literatura y la música. Me gusta mucho caminar con otras mujeres blancas y mayores, pero es también importante que nosotras preservemos las diferencias que tenemos para encontrar quienes somos y qué tenemos en común. Y la mayor diferencia que encuentro es la falta de oportunidades, más en un país que tiene un racismo estructural y da poca oportunidad de ser otra cosa que empleada doméstica.

“La tecnología de reconocimiento facial es muy problemática porque usa datos para crear un estereotipo de potencial criminal. Y en Brasil sabemos que ese potencial criminal es hombre, negro y joven”.

¿Considera que los movimientos sociales brasileños en general y el feminismo en particular incorporan esta mirada?

Pienso que un 50 y 50. En los últimos cinco años existe una fuerza mayor de mujeres negras dentro de esa idea del feminismo, con muchas referentes como Sueli Carneiro y Lélia González, que están hablando del feminismo negro desde hace mucho tiempo. Son varias generaciones que hacen que vaya cambiando la cara del feminismo brasileño.

¿Qué evaluación hace de las tecnologías de reconocimiento facial que se implementan en diferentes partes del mundo?

La tecnología de reconocimiento facial es muy problemática porque usa datos para crear un estereotipo de potencial criminal. Y en Brasil sabemos que ese potencial criminal es hombre, negro y joven. En varios países fue prohibido porque no tiene ley ni transparencia, porque lo manejan empresas y gobiernos sin participación popular y los ciudadanos no saben cómo se procesa ni sus efectos. Los datos generan cultura también, y en el caso del reconocimiento fácil y la inteligencia artificial lo considero muy peligroso porque construyen futuro con datos cargados de preconceptos, de racismo, de xenofobia, de machismo, y eso es muy preocupante.